José Apezarena

Sánchez y Feijóo se destrozarán en el cara a cara... ¿para qué?

Núñez Feijóo, en la Junta Directiva del PP

El viernes, precisamente 7 de julio, San Fermín, comienza oficialmente la campaña electoral para las generales del día 23.

Es un modo de hablar, porque estamos en ello, en modo campaña, desde el día siguiente a conocerse los resultados de las municipales y autonómicas, cuando no desde mucho antes. En realidad, casi desde siempre, porque en España no hay año en que no se celebre alguna elección.

Los partidos, los políticos, e incluso los medios de comunicación, estamos a punto de llevar este país al agotamiento, porque los ciudadanos ya no saben hoy a dónde dirigir la mirada exactamente, qué eslóganes creerse, de qué anuncios tomar nota, qué gestos valorar y, en definitiva, cómo calificar a los candidatos principales, los dos que tienen opción de hacerse con la presidencia del Gobierno.

¿Para qué sirven las campañas? Según la opinión de los expertos, para casi nada en cuanto al resultado final. Suele decirse que, salvo catástrofe cósmica, como mucho pueden provocar una variación del 1 por ciento en la intención de voto ya formada.

Entonces, ¿por qué, o para qué, se organizan? No es para provocar movimientos entre los electores, sino para movilizar, activar, a los propios militantes. Y, por así decirlo, porque toca.

A punto de comenzar ‘oficialmente’ la campaña, ¿qué se va a añadir a partir del día 7? En principio, nada que sea nuevo respecto a las semanas anteriores, salvo una cosa: los debates electorales.

En realidad, habría que hablar de “el debate electoral” por antonomasia, el del 10 de julio, que enfrentará a Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Los demás, si se producen, resultarán irrelevantes en sus consecuencias.

Desde siempre, el que considera que se encuentra en posición más ventajosa intenta reducir al máximo los debates. Se da por supuesto que, en tales eventos, quien va por delante tiene muy poco que ganar y mucho que perder.

El cara a cara del día 10 provoca interés, sobre todo, por la curiosidad, casi malsana, de ver cómo se desempeñan, cómo se destrozan, los dos protagonistas. Porque eso es lo que va a ocurrir.

 

Ya se vio con el que mantuvieron Sánchez y Rajoy en 2015. El primero le espetó: “El presidente del Gobierno tiene que ser una persona decente y usted no lo es”. Y el segundo respondió llamándole “ruin, mezquino, miserable y deleznable”.

Tiene también su aquél, lo del debate, por la emoción de dar un veredicto -cada uno el suyo, por supuesto- sobre quién ha ganado y quién ha perdido.

¿Provocó algún efecto aquel choque Sánchez-Rajoy? Ninguno reseñable. ¿Tendrá alguna consecuencia el susodicho combate del día 10 entre los dos líderes actuales? Posiblemente ninguna real.

Calculan los expertos que los debates electorales pueden provocar, como máximo, un movimiento del 1 por ciento en la intención de voto.

A estas alturas, parece que el esfuerzo, ímprobo, de Pedro Sánchez, que vuelve a demostrar que es un luchador, va a servir para poco. Los pronósticos insisten, día tras día, en la victoria del Partido Popular y en que podrá formar Gobierno con el apoyo de Vox.

Narciso Michavila pronosticó desde enero pasado la victoria del PP, y el transcurrir de las semanas parece confirmarlo.

El último sondeo de GAD-3 muestra que Núñez Feijóo continúa su ascenso, que ganará las elecciones con el 36,6% de los votos y conseguirá entre 149 y 153 escaños. Logrará una ventaja de casi 8 puntos sobre el PSOE de Pedro Sánchez, que se quedará en el 28,5% y 106 a 110 diputados.

La batalla por ser tercera fuerza parece decantarse por Sumar, con entre 30 y 34 diputados, frente a los 26-30 de Vox. Por lo visto, en la derecha existe una tendencia de ‘voto útil’ en favor del PP y en detrimento de Vox.

La suma de PP más Vox da mayoría para formar Gobierno, y la incógnita se situará en sí los de Abascal consiguen o no entrar en el Ejecutivo. Es sabido que los populares siempre han colocado en 150 diputados la barrera para intentar gobernar en solitario, sin incorporar en el Ejecutivo al partido de Santiago Abascal.

Pero esa será otra batalla, que se librará a partir del 23 de julio.

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