Cuando los peores son los periodistas

Como es bien conocido, El Confidencial Digital trabaja a diario en buscar y publicar noticias propias, en principio exclusivas. Es el objetivo.

Lógicamente, se trata de un empeño que presenta una dificultad especial, porque no nos nutrimos de ruedas de prensa, de comunicados y notas oficiales.

Una de nuestras prácticas profesionales, por otra parte elemental, es hablar, llamar, preguntar, a las entidades y personas afectadas, como un lógico procedimiento de confirmación, pero también de ofrecer la oportunidad de dar su versión propia.

Pues bien, no puedo menos que reflejar una perplejidad: que no raramente son los periodistas, y personas del sector medios, quienes muestran peor comportamiento cuando se conecta con ellos para contrastar noticias que les afectan personalmente. Citaré algún caso de estos días.

Un redactor llamó a un responsable de la web de un periódico de tirada nacional para confirmar unos proyectos de futuro. Dijo no saber nada, pero a continuación añadió, con malos modales: “Y ahora no vayas a escribir una noticia con mis negativas, como hacéis siempre”. Algo, por cierto, que quizá practiquen en su medio, pero no en ECD. Lo más llamativo fue el mal trato que dio a un periodista que precisamente le estaba llamando antes de publicar nada.

Una conocida periodista contó en público, en un medio de comunicación, que tenía previsto protagonizar personalmente una llamativa idea. Se le llamó para solicitar más detalles, pero la contestación, una vez más desabrida, fue: “No quiero que esa noticia la publiquéis”. Cuando se le retrucó que lo había comentado públicamente, insistió: “Pues no quiero que la publiquéis”. La reflexión que se hizo el redactor es esta: O sea, que llamar para confirmar algo que es público tiene el castigo de que te prohíban contarlo. Es mal negocio llamar.

El tercer suceso tiene como protagonista a una alta ejecutiva de un grupo de comunicación. Había confesado en varios ámbitos que tenía determinados planes profesionales de futuro. Se le llamó para contrastar la información y no lo negó. Pero, cuando la vio publicada, envió una burofax exigiendo el derecho de rectificación. Como la ley obliga a recoger las rectificaciones, sean o no sea verdad, se publicó su escrito.

Otro periodista conocido acaba de sufrir algunos cambios en su situación. Una vez más, la acogida cuando se contactó con él para precisar los detalles fue ponerse inmediatamente a la defensiva y amenazar, con tono agresivo, con ir a los tribunales si se publicaba cualquier cosa que le pareciera que le perjudicaba.

Es evidente que el trabajo de los periodistas puede resultar ingrato para quienes son objeto de las noticias, y que muchos desearían que nunca se publicara nada. Y también  admito que no siempre acertamos todo en todo lo que hacemos. Pero lo que no tiene un pase es que sean periodistas, y en los casos citados gente destacada, quienes reaccionan desabridamente, con amenazas y con mentiras. Así no ayudan nada a lograr esa información veraz y justa que todos queremos.

 

En fin, que no me cabe en la cabeza que, cuando se intenta trabajar bien y hacer las cosas razonablemente, haya periodistas que tratan de convertirse en represores, censores y, peor aún, mentirosos.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

Comentarios