Ser o no ser

Si alguna vez se fue –que no se fue-, ha vuelto y con toda su fuerza. Esperanza Aguirre, que es la presidenta del Partido Popular de Madrid, vuelve –nunca se fue- por sus fueros y raro es el día que no deja un titular.

Ahora, con el caso Bárcenas, Aguirre ha demostrado que su forma es espléndida.

Dice ella que no está en primera fila pero que sigue en política porque la política es su vida. Que sigue en política, que la política es su vida es algo en lo que todos estamos de acuerdo. Lo de que está en segunda fila ya es más discutible.

Aguirre –que ha demostrado su talla política y su talla personal y no tiene pelos en la lengua- siempre ha sido incómoda para los dirigentes de su partido. Incómoda en el buen sentido de la palabra, pero incómoda. Que se lo pregunten si no a Dolores de Cospedal, que trabajó con ella en la Comunidad de Madrid siendo consejera de Transportes e Infraestructuras o a Mariano Rajoy que, según dicen en Génova, aún no se ha recuperado del 'me marcho' de Esperanza Aguirre.

Lo que ya no es tan de recibo es que la presidenta del Partido Popular en Madrid juegue al 'tápate que me voy y búscame que no me encuentras'. O está o no está, o dice o no dice.

No están las cosas en la política española, y más concretamente en su partido, como para que alguien con tanto prestigio, tanto predicamento y, lo que es más importante, alguien que despierta tantas expectativas de futuro se instale en el 'estoy en segunda fila'. Si una mujer con su trayectoria y con su imagen está en política nunca va a poder estar en segunda fila.

Mal que les pese a muchos dirigentes de Génova, el futuro de Esperanza Aguirre en política -salvo contingencias que nadie desea- es amplio, es evidente y son muchos los militantes y también los españoles que piensan en ella no en primera fila, sino en primerísima.

 
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