La ‘vagancia’ de Rajoy como oportunidad (mediática)

El líder gallego es percibido por parte de la ciudadanía como un personaje soso, sin gracia, previsible, falto de carisma y sin la determinación suficiente. Proviene de un ‘dedazo’, alguien al que todo le ha sido dado. Además, ha salido derrotado de las dos citas con las urnas a las que se ha presentado. Es un hombre sin baraka.

Pero el PSOE y sus terminales mediáticos han dado un paso más. Han empezado a transmitir que Rajoy es también un poco vago. Lleva dos años tumbado en la hamaca a la espera de que el PSOE deje él solito el poder, se guise en su propia salsa de la crisis y, sin sufrir el menor desgaste, le haga sitio en La Moncloa. Parece como si quisiera llegar al Gobierno en parihuelas, vamos.

José Blanco y su equipo insisten en que a Rajoy le falta arrojo, ambición, determinación, energía, voluntad. No es un animal político comparable a Alfredo Pérez Rubalcaba o María Teresa Fernández de la Vega, por poner dos ejemplos, dos políticos que han trabajado para la cosa pública con una intensidad inusitada y han vivido exclusivamente para eso. Renunciando incluso a cualquier vida privada.

Vídeos con el puro y el Marca

A todo esto, el propio Partido Popular ha contribuido a la fiesta con unos vídeos diseñados para presentar un personaje cercano a los ciudadanos pero que quizás se han pasado de frenada.

Hemos visto así a un Rajoy al que le gusta fumar puros mientras lee el diario Marca, un entendido del ciclismo que no se pierde el Tour de Francia por nada del mundo, que compra Madelmans a sus hijos en las estaciones de servicio, que no cultiva especiales aficiones, ni gustos refinados…

Este es el Rajoy que conoce media España.

De lo postmoderno a lo moderno

¿Qué ha sucedido? ¿Los asesores de imagen de Rajoy han vulgarizado en exceso a su presidente? ¿A alguien se le ha ido la mano en la calle Génova?

 

No lo parece. Al contrario.

Algunos gurús de la opinión pública han detectado que España está cambiando. Se basan en análisis extraídos de la investigación realizadas con grupos de debate: reuniones con personas que comparten un mismo perfil (por edad, sexo, aficiones, voto…). En esas discusiones, los estudiosos han podido descubrir qué demanda hoy el españolito medio. Qué política exige, qué medidas reivindica, qué soluciones espera…

Y una conclusión que deriva de esos trabajos de campo, de estos ‘focus group’ realizados en los últimos años, es que asistimos a un cambio de lo postmoderno a lo moderno. Me explico.

Los ciudadanos están hartos de un discurso basado en el bueno rollo, la mercadotecnia, el caer bien, la sonrisa, lo políticamente correcto o el guiño postizo. Ahora la gente sintoniza más con los valores clásicos.

Por tanto, la comunicación eficaz en este siglo XXI se debe sostener menos en los fuegos artificiales y más en la solidez.

Frente al carisma, que cotiza claramente a la baja, se debe fomentar una imagen de eficacia y de solvencia. Es la hora de la austeridad, de la seguridad (en el propio puesto de trabajo, en mis inversiones…), de la sostenibilidad.

También ahora es un valor fuerte el trabajo en equipo y no tanto las individualidades. Suma también la fiabilidad y la experiencia.

En este contexto, afirman los analistas, Rajoy puede tener su oportunidad. Él no vende un verbo florido o un encanto inigualable (que a saber lo que esconden detrás). No es un líder carismático. Es cierto. Pero el carisma, como hemos dicho, fomenta en estos momentos mucha animadversión. Con Zapatero hemos tenido bastante, se podría decir.

¿Qué quieren hoy los españoles?

Por lo pronto, sabemos lo que no quieren. No quieren más talante. Venimos de tres años muy duros, con lacerantes pérdidas de empleo, sacrificios, recortes, bajadas de salarios… y la gente reclama ahora solvencia.

Tampoco quieren más improvisaciones, ni magos capaces de sacar de la chistera conejos del estilo de la  ‘alianza de civilizaciones’. Es la hora de dirigentes predecibles, fiables, buenos gestores, que sepan de lo suyo.

Los electores estarían demandando también personas honestas y austeras. En este sentido es significativo el revuelo que ha provocado esta semana la votación de los eurodiputados empeñados en mantener sus viajes en ‘Business Class’. Esto ya no es tolerable.

Por todo lo anterior, algunos dicen que Rajoy tiene hoy en su aire mortecino y gris más una oportunidad que un problema. Donde se la juega es en saber transmitir al electorado la ventaja de su forma de ser.

Veremos.

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