Es de los míos y por eso le vuelvo a votar

Tenemos un problema si queremos solucionar el problema de nuestra clase política. Podemos acometer procesos de regeneración, cruzadas para eliminar el enchufismo, instaurar medidas para impedir el ascenso de los mediocres, inaugurar una guerra a sangre y fuego contra la corrupción. Pero siempre, la amenaza estará ahí.

Hablo de esa tendencia general del español medio a seguir votando a los corruptos.

Hay ejemplos evidentes por todo el país. Señoritos instalados en sus feudos que llevan años en el machito al ser reelegidos en las urnas por sus conciudadanos. Una y otra vez, y a pesar de los pufos acumulados en sede judicial.

La cuestión no es baladí. Porque insisto: podemos aquí montar la parda, levantar las alfombras en busca de toda la 'merdè' escondida de forma hipócrita... y seguir golpeándonos con la misma piedra.

Hay quien asegura que el problema es propio de la idiosincracia española. Somos una sociedad gregaria. Es decir, nos sentimos seguros únicamente cuando nos identificamos con un colectivo. El problema es que esto nos lleva a adherencias sin fisuras que llegan al absurdo.

“Es de los míos y por eso le vuelvo a votar; no hay nada más que decir”. Nos apretamos la nariz para obviar el olor a podredumbre y elegimos de nuevo al tramposo. Porque las siglas son las siglas.

Insisto. Creo que se trata de un problema real, que pone el acento en una cuestión relevante: a la sociedad española quizás le falta todavía un hervor, un puntito de maduración, que explica también por qué estamos donde estamos.

Más en twitter: @javierfumero

 
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