¿Los jóvenes piensan?

Uno de los deseos más acuciante de los profesores, al menos de los niveles superiores, es conseguir     que sus alumnos piensen con rigor y, así, adquieran su propia forma de pensar. En el contexto sociocultural, en el que están inmersos los jóvenes, lo que está de moda es el pensamiento único, por ello nuestros jóvenes no desean tener pensamientos propios, porque están convencidos de que esto les puede generar problemas. Prefieren vivir al día, dejarse llevar, divertirse, ya que no vale la pena pensar, están convencidos de que aceptar lo “políticamente correcto” será el trampolín que les garantizará una vida llena de éxito.  

Mientras los jóvenes se mantengan en esa actitud su estilo de vida será superficial, caduco y opuesto a todo compromiso. Muchos de ellos no quieren pensar, porque eso les puede exigir cambios, a veces drásticos, en su vida. Les asusta conocerse, se esconden en sus miedos, en sus compañías o en la forma de vida que llevan, ésta suele ser estresante, pero a la vez vacía. Sus relaciones son a “short time” porque no quieren comprometerse con nada, ni con nadie, se dejan llevar de sus primeras emociones, sin pararse a discernir si esas relaciones les enriquecen o si por el contrario son tóxicas. Saben que el compromiso exige respuestas responsables en lo personal, en lo familiar o en lo social, lo que choca frontalmente con la corriente, cada día más en boga, del “pensamiento único” o de lo “políticamente correcto”, con la que se pretende diseñar el pensamiento y el comportamiento de todos. Además, se olvidan de que él que vive sin pensar acabará pensando cómo vive. 

Muchos jóvenes saben que el no pensar les hace más vulnerables, pero les es más fácil dejarse llevar de las modas o las opiniones difundidas en las redes sociales u otros medios. Todo ello les conduce a llevar un estilo de vida superficial y, como indican algunos psicólogos, al mismo tiempo, a satisfacer sus emociones mediante las relaciones efímeras que encuentran en las redes. Lo superficial o lo efímero no parece que sea lo más apropiado para dar respuesta a los problemas de la sociedad actual ni nos hace más felices. 

Los jóvenes de la denominada Generación Yo, S.L., fruto de los shows televisivos y de las redes sociales, viven en Internet y diseñan sus relaciones virtuales a golpe de pulgar. Estos jóvenes solo mantienen su cuerpo en el mundo real mientras que su mente se pierde por el mundo virtual en él que necesitan volcar su propio mundo interior para autoafirmarse y reconocerse. No les importa quienes son, sino qué se dice de ellos en la red y cuántos contactos tienen. Están convencidos de que al que no se le conoce en las redes, no existe. Todo ello, hace que el pensamiento de los jóvenes esté contaminado o manipulado por lo que ofrece el mundo virtual ya que ellos no han podido adquirir una postura crítica frente a ellos. 

Además, los jóvenes son “presas fáciles” de nuestros gobernantes quienes coartan su libertad, a base de leyes educativas o sociosanitarias, que les manipulan y les impiden ser hombres y mujeres capaces de reconocer su verdadera dignidad, y les impulsan a dirigir sus vidas basadas en lo que sienten, no en la búsqueda de todo lo que les hace personas íntegras, dispuestas a mejorar el mundo en el que viven. 

No hay que olvidar que, también hay jóvenes que en algún momento se han parado a pensar y han sentido la necesidad de darle una “vuelta de tuerca” a su vida, y lo han conseguido con ayuda de personas que los quieren de verdad, que les estimulan para que descubran que la búsqueda de la verdad, del bien y de relaciones duraderas, así como la adquisición de compromisos, vale la pena y les hace más libres. Ejemplos de estos jóvenes aparecen en los videos de la productora “Infinito más uno”.

En este mundo globalizado, ya existen centros educativos donde uno de sus objetivos es enseñar a pensar a los jóvenes o estudiantes, How to think, not what to think, y que no se dejen arrastrar por el pensamiento único, como es la Universidad de Austin en Texas o la Peterson Academy del Profesor Jordan Peterson de Toronto. En ambos casos se pretende escapar de la influencia de la cultura woke que se opone a la búsqueda de la verdad y fomenta el pensamiento único.

Maestros y profesores sabemos bien que el conocimiento verdadero nos hace libres, pero que no se puede obligar a nadie a pensar, ya que es una actividad íntima del espíritu humano, que nadie puede realizar por uno mismo, y que debería ser un gran reto personal. Lo que sí se puede es animar a los jóvenes a tener sus propios pensamientos, que en muchas ocasiones los van adquiriendo, leyendo buenos libros, escuchando y debatiendo con respeto, etc. Los padres y profesores nos hemos de poner a su altura, trazar puentes: afectivos, divertidos, empáticos, para comprenderlos y, así ayudarles a conocerse y a pensar. 

Espero, confío y ánimo a que nuestros jóvenes, a los que aprecio, se acostumbren a pensar y descubrir lo que les hace mejores y, mejora su entorno familiar y social.  Esto les ayudará a tener una postura crítica frente a la deriva coercitiva de la “lluvia de leyes o decretos” que constantemente intenta reeducarnos y limita nuestras libertades.

 

Tomasa Calvo Sánchez

Catedrático de la UAH

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