Bush, pese a todo

Según el maniqueísmo que impera en torno a los dos candidatos estadounidenses, Bush representa el ardor guerrero y la plutocracia, mientras Kerry es heraldo de paz y de Welfare, para todos y para todas. Tan hondo ha calado esta burda caracterización que resulta escandaloso en Europa declararse proclive al candidato republicano. Son pocos los que se atreven a manifestarlo de modo explícito y quienes lo hacen deben soportar inmediatamente la burla y el anatema.

Confieso que esta peligrosidad es en sí un motivo no pequeño para afirmar que votaría a Bush en las elecciones del 2 de noviembre. A estas alturas, la provocación no consiste ni mucho menos en el trasnochado épater le bourgeois del que se ufanaba durante largo tramo del siglo XX una intelectualidad en su mayoría prosoviética, sino en epatar y espantar a ese mismo gremio de intelectuales con el simple expediente de ser el perfecto «burgués». Es decir, siendo realista, creando riqueza, creyendo en valores. Hoy no hay nada más subversivo que declararse liberal-conservador. 

Ahora bien, muy pueril sería la justificación del voto por un mero prurito contestatario. La segunda razón —más consistente— para decantarme por Bush es de índole programática. A pesar de las dificultades por las que atraviesa la economía norteamericana, creo que acabará siendo beneficiosa la reducción de impuestos y la apertura de mercados. En relación a este último aspecto, los mandatarios de México, Brasil o Argentina reconocen los avances que se han experimentado y las mayores posibilidades de que disponen ahora para colocar sus productos. Una victoria de Kerry, que promete mayor proteccionismo, podría perjudicar a estos países.

También coincido a grandes rasgos con la política social de los republicanos. Frente a la situación actual en España, con un Gobierno empeñado en socavar las convicciones de una gran parte de la ciudadanía, y una oposición con frecuencia acomplejada y dubitante a este respecto, consuela saber que alguien todavía enarbola sin concesiones la defensa de la vida y de la familia. Por supuesto, y dicho sea sin ambages, no podemos transigir con la práctica bárbara y además ineficaz de la pena de muerte, con la que está de acuerdo una mayoría de republicanos y de demócratas.

La tercera razón para apoyar a Bush es de tipo estratégico y consiste en su firmeza para combatir la gran amenaza integrista que se cierne sobre nuestras sociedades occidentales. En su artículo «Por qué Bush debe ganar», publicado el lunes en ABC, señalaba Rafael L. Bardají que «vivimos en una nueva era del terror donde la pasividad sólo puede hacer que los terroristas sean más osados y letales». Por si alguien no se había enterado, ahí están los planes para volar la Audiencia Nacional con un camión cargado de explosivos. Y de un odio que no se extingue sólo con palabras.

 
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