Épica de la cesión

Fue el famoso coronel músico Nepomuceno de Alfa quien en su imborrable marcha “ya el sol asomaba en el Poniente” describió de forma inigualable la épica de la derrota. Los últimos versos de la gloriosa marcha bien podrían haber sido utilizados como colofón de los últimos discursos zapaterianos. Permítanme recordarlos “Ya los fieros enemigos se alejaron/ no resuena el ruido de sus botas/ nos pasaron por encima y nos ganaron/ nos dejaron en derrota perdimos, perdimos, perdimos otra vez.”

El pago obligado del rescate del atunero Alakrana, con la intervención de nuestra desproporcionada fuerza, dos fragatas ni más ni menos para controlar esquifes, con la única pretensión de evitar un segundo secuestro, es una humillación sobre la que habría de pasar lo más rápidamente posible. El gobierno no tiene derecho a hacer aparecer en semejante teatro a nuestras fuerzas armadas, a nuestro cuerpo diplomático o a los servicios de información, como excusa de una supuesta acción coordinada que se ha traducido en pagar en un plazo más o menos razonable un rescate totalmente desproporcionado, excesivo, que dispara el mercado del crimen en el Golfo de Adén. Este “éxito” podría haberse logrado con menos barcos, menos diplomáticos y menos gabinetes de crisis. Desde luego con menos épica de auto convicción del inefable Zapatero.

Es probable que descartada una acción sangrienta no hubiese otro camino que la negociación y el pago, pero si esa era la opción no se entiende el afán de humillar a nuestra Armada, otra vez, y de implicar de forma directa a prácticamente la mitad del gobierno en el pago y negociación del chantaje.

Parece que va a continuar la actividad y  teniendo en cuenta que la presencia de los guardias jurados no va a disuadir totalmente futuros ataques es posible que nos veamos obligados a más pagos. Ello con una consecuencia muy grave que es alimentar permanentemente a las bandas de delincuentes y fomentar la piratería. No podemos ignorar, en este sentido, que la actividad comercial con grave riesgo de fomentar el crimen es éticamente muy discutible.

Parece claro que el actual statu quo no se puede mantener mucho tiempo. Por otro lado, pese al empeño de la oposición, no es razonable que se repartan tropas por los barcos. No se justifica pues la actividad en el área peligrosa es una decisión de los armadores y en circunstancias similares que ya mencionábamos, por ejemplo, acción de compañías mineras o de otro tipo en África, ningún país ha enviado soldados como escolta. No se puede tampoco ignorar que quienes han mostrado tanta reticencia a lucir nuestra enseña no están facultados para pedir, ni más ni menos, el reparto de fuerzas militares en sus negocios; aún olvidando la cuestión del pabellón  esta reclamación es un exceso.  La opción, evidentemente, es actuar con energía, de forma coordinada para eliminar las bases piratas, bastante localizables ahora por el ruido de las fiestas y los vapores de las drogas. Pero eso no lo podemos hacer solos y habría que moverse de común acuerdo con el conjunto de los aliados.

En este contexto sigue desconcertando la detención y enjuiciamiento de los dos piratas. Malo sería si se ha pactado una solución para ellos, pues el Estado se compromete donde no debía, peor si no hay pacto, y se continúa la actividad pesquera, pues su condena no disuade una vez que se ha pagado y  serán excusa en los futuros chantajes.

 
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