¿Por qué Munich si se piensa en Irán y Hamas?

Dos temas en apariencia distintos, la victoria lograda por Hamas en las elecciones de Palestina y el programa nuclear de Irán, se han acercado el uno al otro para formar un todo único. Ello tiene, como mínimo, tres causas. Primera, que al escudriñar bien lo que ocurre en Oriente Próximo, resulta que todo está interrelacionado de un modo o de otro. Segunda, que lo que aproxima ambas cuestiones es una conducta marcadamente provocadora tanto de Irán como de Hamas, que se niegan a atender ningún argumento razonable que los intermediarios internacionales puedan aducir y aspiran a lograr a toda costa sus objetivos: aquél, crear un arma atómica propia, y éste, destruir el Estado de Israel, objetivo por cierto que Irán comparte. Por último, que son las mismas entidades políticas: EEUU, la UE, Rusia, China y la ONU, las que intentan desenredar (aún sin éxito) estas madejas de contradicciones. No es difícil notar que cuanto más cortés es la forma de comportarse de los negociadores con sus “oponentes-gamberros”, más descarada es la actitud de Hamas e Irán, situación muy familiar tanto en la vida ordinaria como en la historia. En su época, Hitler se portaba de igual manera hasta que todo ello desembocó en el vergonzoso acuerdo de Munich el cual, a su vez, degeneró en la Segunda Guerra Mundial. Claro que ahora estamos en un siglo distinto y la situación es otra, pero, no se sabe la razón, cada vez más cuando pensamos en Irán y Hamas, evocamos Munich. ¿Por qué será? Es verdad que el Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares ha sido violado en varias ocasiones, de modo que armas atómicas las tienen Pakistán y la India; también –es creencia generalizada– Israel, aunque éste no firmó el documento controlador y, por tanto, difícilmente se le puede reprochar desde un punto de vista jurídico. No obstante, el Tratado tiene su letra y su espíritu. En cuanto al espíritu, es importante saber en qué manos se encuentra el “botón nuclear”. Los tres países mentados, los nuevos poseedores de armas nucleares, han provocado en el mundo lógicamente un descontento, pero no pánico, porque los regímenes en esos países o bien son conscientes y responsables o bien están controlados como es el caso de Pakistán, donde EEUU aún desempeña el papel principal. Lamentablemente, el actual régimen de Irán ni es consciente ni está controlado. Cabe señalar además que Irán progresa no sólo en el programa nuclear, sino en un eficaz desarrollo de vectores; al fin y al cabo, el presidente Ahmadinejad ha enunciado prácticamente el primer objetivo de su régimen: borrar a Israel del mapa. ¿Cómo se ha de hacer frente a semejante situación? No hay una respuesta clara. Durante algún tiempo la diplomacia mundial actuará todavía por inercia, pero en realidad todas las iniciativas que se emprenden hoy en día son variantes ya obsoletas, carentes de toda perspectiva. ¿Entablar negociaciones? Las negociaciones tienen sentido únicamente cuando hay un mínimo de posibilidades de ponerse de acuerdo con el oponente. Pero estas posibilidades son, hoy, iguales a cero. Además, ¿quién puede creer en la “palabra de honor” de Irán aunque los negociadores logren que Teherán la pronuncie? ¿Acaso no es obvio que Teherán está dando largas al asunto para ganar tiempo a fin de concluir sus investigaciones para el enriquecimiento de uranio? Después, para hacer la bomba atómica no quedará más que un paso pequeño, no será tan difícil. La mejor prueba de ello es la negativa de Teherán a aceptar la proposición de Moscú de enriquecer uranio para su central atomoeléctrica en una planta conjunta situada en territorio ruso. Mohamed Al-Baradei, Director General de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), ha declarado que “la iniciativa rusa es el ‘puente’ que conduce a un arreglo justo del problema nuclear iraní”. Lo lamentable del caso es que Irán no desea poner pie en este puente. Después de largas demoras, el presidente iraní ha contestado a la AIEA, a Rusia y a todos los negociadores lo siguiente: “el pueblo de Irán no se dejará engañar por nadie”, acusando de esta forma de mentirosos a cuantos se sentaban a la mesa de negociaciones con sus diplomáticos. De modo que ¿todavía cree usted que Irán utilizará la energía atómica con fines civiles? El caso de Hamas es más o menos parecido, con la única diferencia de que los representantes de este movimiento radical ni siquiera intentaron disimular sus objetivos. El mundo está dispuesto a reconocer los resultados de las elecciones en Palestina e incluso a vérselas con los representantes del movimiento, pero sólo a condición de que Hamas renuncie a los métodos terroristas de lucha y reconozca el derecho de Israel a la existencia; pero en respuesta se escucha únicamente: “no”. Eso sin hablar de que ante las cámaras de televisión, los ganadores de las elecciones democráticas se ríen ahora de la Unión Europea que ayer patrocinó a los palestinos, a sabiendas de que el integrismo islámico, por ejemplo, Teherán, no les dejará sin dinero. La pregunta legítima que puede surgir a este respecto es: ¿en qué han invertido su dinero los contribuyentes europeos? ¿En el bienestar de la familia Arafat? A propósito, a modo de comparación, diré que Israel, al que los políticos de la UE sometían a menudo a una crítica despiadada, a pesar de la agravación aguda de la situación en Palestina y de la situación política propia en vísperas de las elecciones, continúa no obstante cumpliendo sus obligaciones en el marco de la “hoja de ruta”, desalojando por la fuerza a sus conciudadanos de las colonias ilegales. La situación en que la diplomacia mundial se encuentra es muy complicada. Si Hamas aún tiene que consolidar sus posiciones en Palestina, en Irán el asunto va mucho peor: en poco tiempo, la bomba atómica estará en poder de los integristas. Y no hace falta hacerse ilusiones a este respecto. Si mañana la bomba está en manos de los iraníes, pasado mañana la tendrá Hamas, etcétera. Podéis mencionar al azar cualquier agrupación terrorista, la más radical. Precisamente por ello sé a ciencia cierta que la peor variante de la solución del problema será otro Munich. El Irán de Ahmadinejad, incluso sin armas nucleares, provoca preocupación. En nada, podrán fabricarse cinturones cargados de explosivos atómicos para terroristas kamikazes. ¿Querrá usted vivir en este mundo?

 
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