Páginas mundanas - 'Happy hour' - La marcha Radetzky

MADRIGAL, 1.

Tus ojos son grandes,

mi amor.

Como llantas de tractor.

LA POLÍTICA Y LOS BARES. En la academia de Platón nadie podía entrar sin saber geometría y en aquel bar de don Ramón de la Cruz nadie podía entrar sin bajarse una botella de whisky cada noche. De ese bar de bebedores sólidos habla Julio Feo –creo- en sus memorias. El tiempo cerró el bar y la clientela se dispersó por las pocas barras del barrio de Salamanca, cabeceando igual que barcos ebrios. Los que no están enterrados o entubados aparecen como una estantigua aquí y allá, en Embassy, en el bar del Velázquez, diezmados, casi extintos, raza perseguida desde que también cerraron Balmoral. Les gusta la conspiración y les atrae el secreteo. Uno llega al bar, pone el oído y de pronto alguien suelta: ‘lo sé de buena fuente. Vuelve Rato’.

LOS MUERTOS, 1. Lo menos muerto de los muertos es su voz.

LA MARCHA RADETZKY. Qué hermosos eran los imperios. En un siglo hemos pasado del waltz al reggaeton pero el Concierto de año nuevo vale para redimir la San Silvestre vallecana. Los directores de orquesta siguen sobreactuando y siguen bailando princesas ligeras como copos de nieve. ‘Wein, weib und gesang’: vino, mujeres, canciones; ninguna vulgaridad si la música es de los Strauss. En la novela de Roth, el imperio se termina con las notas álgidas de la marcha Radetzky y es así como se cierra 'el mundo de ayer' y Europa deja de ser la finca del abuelo. Año 2009, el archiduque Otto pasa su Navidad en Benidorm.

MADRID TRISTE. En la noche de Madrid las luces son amarillas como un crimen, y hay zapaterías en Conde Peñalver donde venden Nórdika’s, y parques junto a la M30 donde los hijos de la clase media juegan a los porros, y todo el mundo lleva un sobre de radiografías como si llevara la muerte bajo el brazo, y hay una pareja que se besa en un patio de Moratalaz donde los niños martirizan a los gatos, y hay comerciales de Valeo de copas en un club de la N-V, y hay ancianas con juanetes, y un vacío inexplicable en la tienda de Vuitton, y adolescentes que lloran por sus granos, y hay bares de divorciados, y madres enfermas, y una niña que vuelve del colegio para encontrar el cadáver de su hámster, y barrios enteros en los que huele a coliflor y sólo amanece para mal.

BIOGRAFÍA BREVE.

 

Desde la ventana,

me asomo al Retiro:

escucho las risas

de cuando era niño.

SILENCIO, LA NIEVE. ¿Por qué la nieve tiene que ver con la infancia? ¿Por qué las bodas parecen ocurrir en el pasado? ¿Por qué llueve más en la memoria?

HAPPY HOUR. Ponte guapa, alma mía, que esta noche salimos a cenar: aféitate bien, deja ya de leer a Schopenhauer, échate la colonia esa que apesta a nectarina, ríe, sonríe, recibe todo como un don y sácales un poco de brillo a los zapatos. Alma mía, este frío y estas luces son el mediodía de tu vida, las páginas de tu juventud, la hora de triunfo que te reservó el mundo, los años breves, coronados de pámpanos. Ríe, sonríe; no te preguntes por quién mezclan los gin-tonics: es por ti.

CHAT. - El otro día leí que no debemos abrir el alma a inteligencias inferiores.

- Deja de leer gilipolleces.

QUE VUELVA EL BOOTH. En los restaurantes, el booth era ese banco corrido contra la pared o en un pequeño islote central. En otros tiempos, los comensales se sentaban juntos y nunca frente a frente. En Francia, era la manera tradicional de comer en los bistrós; en Estados Unidos, es algo que sigue en todas partes. En Madrid tienen booth el Ritz y Jockey. Esto último tal vez ya diga algo. Sentarse a comer en el booth favorece la comunicación humana por cercanía corporal y las sutilezas de la mirada oblicua por oposición a escrutarse frente a frente como lobos. Uno se sienta frente a frente, mira a los ojos, busca la mano y -naturalmente- tira el vino.

LOS MUERTOS, 2. ‘Tus enemigos no te olvidan’.

¡HUY!. ‘Bea, no me puedo creer que te vayas a meter ese filetazo entre pechos y espalda’.

LOS QUE VIVEN FUERA. Los que viven fuera miran con ojos nuevos la tarde ceremoniosa de Madrid, piden anchoas, boquerones en vinagre, pimientos de piquillo, sabores que de pronto son recuerdos, como un transbordo de la nostalgia a la comida. Les sorprende una caña bien tirada, una morcilla de arroz que llega al alma. Terminan la comida con un puro que parece una cabeza nuclear. Querido Madrid, querida España: algunos se irían sólo por el placer de regresar.

TODO TIEMPO PASADO. Cada vez que bebo a morro de un envase PET pienso que el hombre llegó a tallar cuernos de rinoceronte a tal efecto. Los subastan en Christie's. Hay gestos de civilización olvidados: calentar la cama y entreabrirla, llevar un pañuelo de recambio, lavar las monedas, refrescarse con agua de lavanda antes de bajar al comedor. ¡Ah, las pastillas de jabón en los armarios, la almohada recién perfumada, las toallas entibiadas, un retrete con forma de garra de león! ¡La jarra de agua tapada en la mesilla, los bordados, el ceremonial de limpiar la plata de la casa, el armario con espirituosos en la biblioteca! ¡Las invitaciones en el marco del espejo, con sus EPM y sus RSVP e incluso ‘regrets only’, antes del atraco por email! ¡Artes del ‘pas devant’! ¡Que vuelva la porcelana de Limoges, la costumbre matinal de elegir la pochette, los sastres que vestían a los padres y a los hijos, el servicio nacional, el elegantón de la flor en el ojal! ¿Y esas casas plenamente humanas en cuyo descansillo no olía a pimientos fritos ni uno oía la bronca conyugal los del séptimo? Frente al escaparate de Dolce y Gabbana recuerdo a los camiseros que preguntaban en qué muñeca llevamos el reló. Todo cambia y hoy incluso besamos a los niños antes del bautizo.

MADRIGAL, 2.

Tus piernas,

qué largas son:

me llegan al corazón.

EL OTOÑO SOCIAL. En el otoño social hemos encontrado a un ingeniero nipobrasileño, a una stripper conversa, a un catedrático de edafología, a partidarios de don Sixto, a un tipo que lleva su apellido como si fuera una joroba, a un nadador venezolano reconvertido en ciclista, a una optometrista voluptuosa, a un funcionario adicto a los cosméticos, al director de una obscura caja de ahorros de provincias, mucha niña sola pero ninguna mona, al embajador de un país del este, a la mujer de alguien que es algo en el PSOE, a un profesor de marketing emocional, a activistas demasiado parecidos entre sí, a un hombre que vende champán y se llama a sí mismo ‘champanero mayor del reino’ y supone que todo el mundo es cocainómano, a un periodista abstemio, a un camarero de la boda real que dice que el capón llegó frío, a un barman chileno que dirige teatro expresionista, a un señor que manda emails diciendo si tienes o no tienes un tumor, a tanta gente que, en definitiva, le hace sentir a uno muy normal.

GORRIÓN. El gorrión en la rama sabe cosas que nosotros no sabemos.

LA BORRACHA DE MI CALLE. En la gente abandonada llora el mundo.

EL PUB DE PAULOV. Nos acercamos a la barra como la cierva del psalmo se acercaba a las fuentes de las aguas: nos sirven una copa, nos sentamos en la mesa con una sonrisa que ya es medio pecado. ‘¡Ahhh! ¡Qué bien sienta esto!’, dice alguien. Lo malo es que lo dice antes de probarlo.

HUNTINGTON. La muerte de Samuel Huntington nos recuerda al menos una clase intelectual sin complacencia, con rigor y con honor, el patriciado de una inteligencia conservadora, abierta, sostén de esos 'good old boys' que con el tiempo se meterán en la política. Al contrario que en Francia, la condición intelectual no les hizo oscuros de entender y ni siquiera demasiado altivos de carácter. La honestidad del ensayista era generar polémica sin buscarla. Cuenta también la estética: hiedras de la vieja universidad, cenas en el club de los grandes sicómoros, los raspados tweeds del profesor. Regla general: los intelectuales de Ralph Lauren son más de fiar que los de Kenzo.  

ESCRIBIR, 1. Tras firmar la Biblia y encarnar el Verbo, es difícil no pensar que Dios dignificó para siempre el oficio de escritor.

ESCRIBIR, 2. Las teorías antropológicas avanzan que es una barbaridad. Ahora resulta que, en las culturas primitivas, la capacidad narrativa era una ventaja para la supervivencia: la narración como fuente de placer y modo de transferir información. Un nómada con capacidad descriptiva podía sopesar los planes de viaje y las oportunidades y peligros de un nuevo territorio. Era así que influía determinantemente en el grupo. "Contar historias, tal vez, empezó siendo cuestión de vida o muerte".

MADRIGAL, 3.

Tu vientre es

un montoncito de trigo…

con ombligo.

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