Video: El estreno de la semana en cine. Los Fabelman de Steven Spielberg

La clave es saber encuadrar el horizonte, y Steven Spielberg aprendió la lección enseguida. De un breve encuentro con el maestro John Ford, que lo recibió en su oficina sin dejar de refunfuñar, sacaría el mejor consejo que un aspirante a cineasta podría recibir. El relevante rectificado de cámara con que, de forma juguetona, concluye Los Fabelman (película con 7 nominaciones a los premios Oscar 2023) supone una garantía para la esperanza: el cachorro que soñaba en celuloide avanza hacia un futuro glorioso. Aquella anécdota de juventud, mil veces explicada por Spielberg, se convierte en un cierre precioso para la película donde, desde el amor y la calidez, ajusta las cuentas con su familia, con sus traumas, con él mismo.

Los Fabelman es lo más parecido a unas “memorias de infancia y juventud” de Steven Spielberg. Apenas novelado, con pocos cambios sobre los hechos reales y con una visión idealizada del conjunto, cuenta los hechos principales que los expertos y buenos aficionados conocen. Su padre era ingeniero y su madre pianista; tenía tres hermanas menores que él. La familia se traslada varias veces, y eso les afecta, para mal. Sufrió bullying en el instituto. Los padres se divorcian… Spielberg, coguionista de esta historia, con ayuda de Tony Kushner, que ya trabajó con él en MunichLincoln y West Side Story, ha realizado un auténtico poema dedicado a sus padres y al cine.

Los Fabelman cuenta la historia de una familia normal, imperfecta, que acaba deshaciéndose. Pero esa familia, con todo el dolor que le produjo, es la suya, y lo que domina, en medio de muchos reproches, es el amor y el perdón. Además, en esa familia Spielberg descubrió y desarrolló su vocación de cineasta.

La película comienza en 1952, cuando Mitzi y Burt llevan a su joven hijo Sam por primera vez al cine, a ver El mayor espectáculo del mundo. Fue una revelación. La película le impactó. Fue su madre quien le ayudó a “controlar” la emoción provocada por la escena del accidente gracias a un sencillo tomavistas, que se convertiría en su medio de expresión. La historia familiar se desarrolla no solo bajo los ojos de Sam, sino a través de sus cámaras, primero una de 8 milímetros; una Bolex de 16 milímetros después; una Panasonic con sonido directo al final. Mitzi se da cuenta de que el cine es la vocación artística de su hijo, mientras que para Burt no es más que un bonito pasatiempo.

La llegada de tío Boris, hermano de su madre y artista circense, le dará el empujón decisivo a la hora de discernir su vocación. Las escenas más bellas y profundas de Los Fabelman muestran a Sam trabajando con su cámara y sus películas: graba una excursión familiar y, al montarla, descubre un secreto; cuando su madre le pide que le explique qué le ocurre, la lleva a su habitación y le proyecta una película que ha grabado; otro tanto hace con su hermana, con su novia –ese primer amor adolescente–, con su promoción…

Una oda a su familia y otra a su oficio de cineasta que termina con una magnífica anécdota que ya le habíamos oído en otras ocasiones, pero que vale la pena no revelar para poder disfrutarla más.

Además de un guion pulido hasta la micra, Spielberg ha conseguido la mejor banda sonora de un veteranísimo Williams, y una interpretación antológica del joven Gabriel LaBelle, que se parece a su maestro y lo reproduce sin ser un simple calco. Paul Dano hace un excelente trabajo como padre Fabelman, medianamente ausente, trabajador pero también atento con su familia. El veterano Judd Hirtsch, hermano mayor de Mitzi Fabelman, es protagonista absoluto de la única secuencia en la que participa, y Michelle Williams es arrebatadora en su complejo papel.

Comentarios