Chantaje al Rey

No me gusta nada la dinámica que está adquiriendo el caso Urdangarín. Nada. En absoluto. En primer lugar, es cuestión que apesta. Y en segundo lugar, el asunto comienza a derivar en culebrón cutre, que parece protagonizado por un matón de segunda división.

Vaya por delante que mi primera crítica es para el todavía duque de Palma. Máxime cuando se va demostrando, ya por vía judicial, que efectivamente todo lo que se decía parece ser cierto.

La última frase del juez José Castro es demoledora: “Urdangarin usó un paraguas de ayuda al prójimo para desviar fondos públicos”. Pero las 540 páginas del auto son para echarse a temblar: posible desvío de fondos públicos, decisiones arbitrarias, falsificación de documentos públicos, abuso de poder... Tremendo. Vergonzoso. Mezquino.

Pero dicho esto, quiero abordar otro asunto que huele fatal. Manda narices que la Casa del Rey esté siendo objeto de un intento de chantaje por parte de un señor llamado Diego Torres. No es ni mínimamente to-le-ra-ble. Lo digo como lo pienso.

Algunos ejemplos del modo de proceder del ex socio de Urdangarín:

-- Torres ha advertido que maneja 200 correos electrónicos que irá difundiendo con periodicidad semanal. Los ha calificado de “bombas atómicas”.

-- Realiza treguas a conveniencia. Es decir, interrumpe la difusión cuando le parece oportuno, a su antojo, jugando con la honorabilidad de terceras personas, que quedan en entredicho, y poniendo en riesgo la fama de las mismas.

-- Torres ha desvelado a su entorno que para él esto se ha convertido en “una cuestión personal”: no va a tolerar que su mujer esté imputada y la Infanta Cristina, no.

-- Parece tener pruebas de que la hija del Rey “lo sabía todo y se llevó el dinero”. Cristina estaba al corriente de las operaciones de Nóos y colaboró tanto en la captación de clientes como en el cobro de las deudas pendientes. Al menos eso es lo que ha dicho en privado.

 

-- Entonces, ¿por qué no lo ha denunciado ya? Prefiere convertir la instrucción del caso en una partida de póquer. Los tiempos los marcan él mismo y su abogado, Manuel González.

-- El diario El Mundo ha publicado, por último, que Diego Torres trasladó una exigencia económica a la Casa Real a cambio de su silencio: 30 millones de euros. Poco después, bajó la puja a 6 millones pero llegó a exigir un puesto en la división latinoamericana de Telefónica.

Con un par.

No sé lo que pensarán ustedes pero yo estoy perplejo. No es razonable que este señor mantenga en vilo a un país. Y menos todavía que pueda poner en jaque a una institución con la que se puede simpatizar o no pero nunca negar que favorece de forma decisiva la estabilidad.

¿Cómo resolver este asunto? Creo que la peor respuesta ante un chantajista es entrar al trapo. Esa opción (claudicar a sus exigencias) apenas asegura nada. Como mucho, una tregua. Nadie podrá evitar que el timador vuelva a las andadas más adelante, cuando se canse del anonimato o se le acabe el dinero.

No. Lo razonable y sensato es afrontar de golpe la cuestión de que se trate (fotos denigrantes, documentos comprometedores, grabaciones culpables), asumir las responsabilidades que de ello se pudieran derivar y tragar el sapo de una vez para siempre. Sin pasteleos.

Es lo que sería deseable para este turbio asunto. Que salga todo a la luz (todo, todo, todo), se depuren las responsabilidades que correspondan, se castigue a los culpables, se tomen medidas para que algo así no vuelva a suceder y se cierre de una vez este asunto.

Sin chantajes, ni coacciones.

Más en twitter: @javierfumero

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