El PP de hace ocho años

Hace unos días, como quien no quiere la cosa, cumplí ocho años como afiliado del Partido Popular. No es un periodo casual, coincide con los ocho años que Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz faltan entre nosotros; y es que lo acaecido aquella madrugada de finales de enero del 98 en la calle Don Remondo de Sevilla, de cuyas primeras noticias tuve conocimiento en ese regional que a diario me subía a Rabanales en lo que era mi primer año como universitario, fue lo que me impulsó a unirme al que entonces me parecía el único partido que verdaderamente tenía interés en acabar con la mayor lacra de este País. Por desgracia hoy, y tras ver lo ocurrido con el “Pacto por las Libertades”, sigo teniendo esa misma impresión que me hace ver en el PP a la única opción política con interés real en acabar con ETA y con el entramado social que le da cobertura, y lo que es peor, empiezo a tener la sensación de que las muertes de Alberto y “Ascen”, las más de novecientas víctimas de la sinrazón ETARRA, no han servido de nada o han servido de muy poco cuando, quien precisamente juró guardar y hacer guardar la Constitución en su acto de investidura como presidente de España, José Luís Rodríguez Zapatero, es el primero que, por mantener su sillón presidencial a toda costa, pone en riesgo los principios de unidad, igualdad y solidaridad territorial que propugna nuestra Carta Magna, verdadero punto de inflexión sociopolítico en una España que salía de 40 años de sombras, y por cuya defensa han perdido la vida muchos españoles a manos de los aprieta-gatillos de ETA. Hoy, con el silencio sospechoso y tal vez oportunista de las pistolas de ETA, que me recuerda a aquella tregua-trampa por todos conocida, y como si de una obra perfectamente ensayada se tratara, el partido del gobierno, a espalda de los españoles, hace concesiones al entorno de ETA-Batasuna, rebajando la presión del Estado de Derecho sobre ellos, y pacta prerrogativas cuasi secesionistas para territorios en los que antaño también se hablaba con las armas para reivindicar derechos inconstitucionales, exigidos éstos desde el victimismo nacionalista que ve en España la causa de todos sus males, agudizado tras muchos años de competencias autonómicas en materia de Educación, vilmente aprovechadas por los políticos nacionalistas que gobiernan regiones como Cataluña y País Vasco, y que en un continuo agravio hacia el resto de las regiones españoles, pretenden de manera insolidaria obtener unos privilegios insolidarios que quiebran la esencia de una Constitución que patrocina el progreso común de todos los españoles. Sin embargo, llegará nuevamente el verano, y como hago últimamente cada año, viatjaré cap a Ripoll per perdre`m uns dies amb els meus amics de la penya, i tindré el consol de comprovar que en aquests moments la societat catalana està molt per sobre dels seus politics (viajaré hacia Ripoll para perderme unos días con mis amigos de la peña, y tendré el consuelo de comprobar que en estos momentos la sociedad catalana está muy por encima de sus políticos).

 

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