Mala racha de pactos europeos ante las elecciones de junio

Sesión de votación en el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo.
Sesión de votación en el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo.

Como ante la revisión del pacto verde, no sé si es motivo de alegría o de lamentación el pacto alcanzado para orientar los flujos migratorios y el derecho de asilo en Europa. No sé tampoco si servirá en la práctica para alcanzar la deseable aproximación de las legislaciones de los Estados de la Unión. Desde hace tiempo, se veía la necesidad de adoptar criterios comunes, no sólo defensivos, respecto de la emigración clandestina y, sobre todo, respecto del asilo en tiempos de crecimiento acelerado del número de refugiados, como consecuencia del exceso de conflictos regionales. Pero temo que, ante el avance de los populismos, los líderes políticos han cedido demasiado respecto de principios esenciales, derivados de la dignidad humana, ante evidentes riesgos electorales: junio está a la vuelta de la esquina.

No se deberían olvidar algunos rasgos de nuestra civilización, que se proyectan sobre infinidad de problemas: de una parte, la vida corre muchísimo más deprisa que la capacidad para adoptar decisiones justas por parte de las autoridades administrativas o jurisdiccionales; de otra –a pesar de la evidente influencia cultural del mayo francés de 1968-, no es prioritaria la condición de la persona ante la potencia del sistema, sea o no tecnocrático.

Los desplazados a causa de conflictos –como en su día los fugitivos de la Alemania popular a través de Hungría-, o los emigrantes que arriesgan su vida buscando mejores condiciones de futuro, llegan cuando llegan. Desde el acentuado universalismo de Robert Schuman, uno de los padres de la Unión Europea, la actitud debería ser de acogida y de reconocimiento. Sin desconocer ni luchar contra las mafias que trafican con seres humanos, se impone situarse al lado de las víctimas -de acuerdo también con el gran principio de la presunción de inocencia-, y no dar prioridad a las infracciones administrativas.

Los acuerdos adoptados por la mayoría de la Eurocámara van en línea de tramitar más rápidamente las demandas de asilo, desde las propias fronteras de la UE, pero también agilizar el retorno hacia los países de origen. Se quiere mejorar los sistemas de identificación a la llegada, es decir, los controles de seguridad ante quienes entran en territorio comunitario “irregularmente” (es decir, espontáneamente). Se trata de un paquete de medidas muy amplio y muy técnico. Pero basta repasar algunos de los reglamentos para detectar criterios de fondo discutibles, que asumen sin reconocerlo las posturas más radicales difundidas en países de la Unión celosos de su identidad.

A mi juicio, choca también con la cultura europea conceder a los Estados miembros la posibilidad de elegir entre asumir la responsabilidad ante las demandas de asilo, o bien aportar contribuciones financieras o económicas. Se admite, incluso, la posibilidad de reenvío a países terceros seguros, que sería como una “externalización” del proceso de admisión. Recuerda la ayuda histórica a Turquía pare refrenar la llegada de refugiados desde Siria. Se trataría ahora de “actualizar” el reglamento de Dublín (2013). El parlamento europeo aprobó las nuevas reglas sobre gestión de asilo y migraciones por 322 votos a favor y 266 en contra, con 31 abstenciones. Queda margen para la esperanza, pasado el trance electoral.

Más corta fue la mayoría sobre el proyecto para hacer frente a las situaciones de crisis o casos de fuerza mayor, que dan lugar al flujo excepcional de personas procedentes de otros países: 301 frente a 272, con 45 abstenciones. Preocupa más el riesgo de que se utilicen problemas reales –por por parte también de Estados hostiles- para intentar desestabilizar la UE. Resultados semejantes obtuvo el texto sobre procedimiento para la concesión de asilo. En cambio, pasó con aplastante mayoría (los votos positivos doblaron a los negativos), la actualización del control de información sobre las personas que llegan espontáneamente a territorio europeo: se reformará la base de datos Eurodac.

Los pactos aprobados ahora no entrarán en vigor hasta dentro de dos años, sin perjuicio de la voluntad política de cada Estado miembro, más allá del objetivo central de proteger las fronteras. Sería deseable que la nueva Eurocámara, elegida en junio próximo, se decida a abordar de veras las causas de los actuales fenómenos migratorios y ofrecer respuestas personalistas. Sin olvidar la perspectiva demográfica del envejecimiento propio y de la enriquecedora juventud que aporta la inmensa mayoría de emigrantes.

 
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