Rajoy y la Comunidad Valenciana

Rajoy es un hombre-diésel, de largo recorrido, nada amigo de arrancadas ni frenadas bruscas. Lo hace compatible con exigir con constancia –véase cómo está apremiando a que la UE cumpla sus compromisos y no se limite a "apretar" a España- y equilibrio, y no se ha dejado impresionar por quienes le urgían a pedir el rescate a Bruselas: no lo ve imprescindible ahora, y algunos datos recientes parecen dar algo de razón a Rajoy.

Todo ello es compatible con que rectifique cuando sea preciso, y es el caso de su actitud hacia la Comunidad Valenciana. Ha de tener perspectiva y prospectiva. La perspectiva es que de la Comunidad Valenciana salieron para el PP un millón y medio de votos en las últimas elecciones generales, confirmándose como un "granero" de votos para el PP de gran magnitud desde 1995. La prospectiva es que debe analizar el presente y el futuro. Lo que ha sido un "granero" hasta ahora puede dejar de serlo, y Rajoy debe darse cuenta, apoyando más y mejor la Comunidad Valenciana: las urnas de 2015 pueden dar un disgusto al PP y a Rajoy. Y no debe consolarse con el desgaste que ahora sufre el PSOE, y en especial los socialistas valencianos desde hace décadas, porque un tripartito es posible en la Comunidad Valenciana en 2015.

Dos asuntos tiene ahora encima de la mesa, y son urgentes, también para un hombre-diésel: los Presupuestos Generales del Estado (PGE) y la tasa del gas, que tiene en alarma al sector cerámico –el 90% de la actividad cerámica de España está en la provincia de Castellón-, un clúster de gran importancia. Rajoy está a tiempo de rectificar.

El Gobierno no ha admitido ninguna enmienda que, desde Valencia, se ha propuesto: el Consell pedía 144 millones de euros en los PGE y la respuesta ha sido conceder ¡100.000 euros! Algo grave falla: ya no sirve hablar de la herencia de ZP, ahora son dos gobiernos del PP. O bien falla la comunicación –no se pide esa cantidad si no se considera que, en parte, se va a aceptar, pues la negativa tiene un coste político evidente- o Rajoy piensa que la situación política en la Comunidad Valenciana no corre peligro, y eso sería un error. En el Consell hay indignación, y también en toda la sociedad de la comunidad autónoma, que ha visto cómo se han recogido todas las enmiendas de Mª Dolores de Cospedal, la presidenta de Castilla-La Mancha. No sólo Alberto Fabra se siente agraviado: cinco millones de personas.

En cuanto al sector cerámico, que en Castellón da trabajo a 15.500 personas, la patronal ASCER está en pie de guerra. La tasa de gas que se pretende aplicar puede suponer la supresión de 8.000 de esos empleos, y los empresarios piden que no se incremente el impuesto sobre la actividad sino sobre los beneficios. Petición razonable, y más cuando hay en juego miles de empleos.

Que Rajoy no tiene en su equipo personas de la Comunidad Valenciana en proporción a su peso en el PP es un hecho. Que tanto él como Alberto Fabra estén molestos por el desenlace de Bankia y la CAM, y también por las causas judiciales a cargos del PP, no debe alentar cierta sensación de que todo en tierras levantinas es un "campo de minas", porque no es cierto. Precisamente en cómo se está gestionando ese "chapapote" puede radicar un aumento de prestigio y votos para Rajoy y para Fabra. De las situaciones delicadas se puede salir reforzado.

El puerto de Valencia es el primero de España en tráfico de mercancías, por delante de Algeciras y Barcelona, y es el quinto de Europa: su tráfico y el de los puertos de Alicante y Castellón ha crecido vertiginosamente estos años. La Ford acaba de apostar por la Comunidad Valenciana, en su factoría de Almussafes, y en detrimento de 3 plantas que tenía en el resto de Europa. Las exportaciones están creciendo mucho –destaca el sector azulejero- y el turismo mejora. El sector citrícola es admirable, y el textil lucha como nadie. No se entiende en Europa que no haya conexión de AVE entre Valencia y Barcelona (¡y sí lo hay o va a haber pronto en otras zonas con mucho menos peso sociológico y económico!), que no se mime el Corredor Mediterráneo, pero el Gobierno debería hacer un plan creíble –con fondos y calendario inexorable- para apoyar así la economía de la Comunidad Valenciana.

Ya no valen los olvidos de ZP y tampoco la crisis económica: de ella se sale apostando por sectores punteros de la sociedad civil, que los Gobiernos deben apoyar.

 
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