MAURICIO VALIENTE, candidato de Izquierda Unida a la Alcaldía de Madrid

“Izquierda Unida tiene culpa del tsunami bipartidista por centrarse en un discurso que no hemos sabido llevar a la práctica”

El candidato de Izquierda Unida a la Alcaldía de Madrid –de momento- es un hombre tranquilo, discretamente casi anónimo, hasta que ha pegado un puñetazo sobre la mesa de la pasividad gris de un partido a la deriva. Tiene algo de Nelson Mandela, de Hugo Chávez y de Marcelino Camacho. Tiene todo de Julio Anguita. Crítico con Gaspar Llamazares, y confiado con Alberto Garzón, al que ve como motor del cambio urgente de su partido. O cambio, o muerte. Pero ni truco, ni trato. Esencialmente marxista, pero humanamente cerrado a todo lo que huela a secta ideológica. Aprecia a la Iglesia Católica y al Papa Francisco. Es más, le dedicó su tesis a Fray Bartolomé de las Casas… Fue jugador de waterpolo hasta los 18 años. Así que, aunque sea tranquilo, está acostumbrado a avanzar con la pelota a contracorriente. 


Mauricio Valiente.
Mauricio Valiente.

Nieto de actores. Hijo de clase media. Deportista. Fue boy scout, y se le nota después de tantos años. El hombre más tranquilo de la campaña electoral. Más que Ángel Gabilondo, incluso. Hoy, en la línea sucesoria de Ana Botella como candidato de Izquierda Unida a la Alcaldía de Madrid.  

Valiente, más que osado. Sin asomos de absolutismo político. Desconfía de los candidatos que sólo duermen cuatro horas. Él tiene familia, y libros, y necesidad de correr y nadar. Ni huir, ni guardar la ropa. “Para rendir, ser equilibrado y proponer cosas razonables, hay que tener salud mental”.

Es un apasionado de la política, pero a su manera. Militante desde sus Juventudes Comunistas de1984. Su tarjeta de visita dice: “abogado y defensor de derechos humanos, activista social y político”.

Era el hijo más fiel de Izquierda Unida en Madrid, hasta que, por amor a las bases, ha propuesto colgar las siglas para avanzar en el cambio que la izquierda revuelta busca para ganar pescadores en la capital. La lealtad, muchas veces, tiene estas cosas.

Conversamos antes de que Tania Sánchez hiciera las maletas. Antes de que Tomás Gómez fuera expulsado del edén socialista. Mucho antes de que Mariano Rajoy ofreciera la pastilla roja y la pastilla azul para Madrid. Y antes también de que naciera Ahora Madrid (Ganemos + Podemos). Pero antes de toda esta tragicomedia electoral, la idea de Valiente de poner el fin por delante de los medios, ya estaba incubada. Aún así, ayer mismo re-conversamos a cien por horas.

Quedamos en una cafetería de la Avenida Pablo Iglesias... Viene en metro. Y va coherentemente lanzado a hablar. En la chaqueta viste un pin que es “el símbolo que llevaban los españoles republicanos en los campos de concentración nazi”. Debajo, en la capa más pegada a la piel, una camiseta negra en la que pone “República”.

No parece un político. Parece un revolucionario más…

Después de unas primarias aparentemente tranquilas de la que salieron elegidos usted y Tania Sánchez, en dos meses ha estallado el polvorín en Izquierda Unida Madrid. ¿Qué está pasando?

No salimos elegidos con el consenso absoluto. Las primarias ya fueron difíciles. Fue una batalla política que dimos, porque entendimos que era importante recibir el mensaje que nos había hecho llegar nuestras bases. Hay una cuestión de fondo: Izquierda Unida tiene que cambiar. Eso va a conllevar que haya responsabilidades políticas, por ejemplo, con el escándalo de Caja Madrid-Bankia, que deben ejecutarse aún dentro del partido. No vamos a esperar más. Y, además, no tenemos más remedio que trabajar en confluencia con otros grupos abiertos, lo cual significa que, o los dirigentes cambian y se adaptan a esta realidad, o no podremos desarrollar la campaña. Nos quedan meses difíciles, pero lo resolveremos antes de las elecciones, si queremos estar a la altura del momento, y de lo que nos piden las bases, porque un partido como el nuestro no tiene futuro sin atender a las bases.

 

¿Y cómo se sale de esta guerra civil interna?

De las dificultades que tenemos y los retos que debemos asumir para estar en primera fila nos tenemos que sacar entre todo el conjunto de la militancia. Para operaciones de marketing sirve un grupillo de gente inteligente, preparada; pero para procesos de transformación social, que es lo que está encima de la mesa, hace falta gente en la calle, en las fábricas, en los centros de estudio… Los liderazgos individuales ayudan algo, pero hay un trasfondo de lo mejor de nuestra tradición que estamos obviando, y así lo reclaman nuestras bases. Sin estar dentro del tejido social no tenemos futuro.

¿Es usted el equilibrio en Izquierda Unida?

Soy el menos conocido. Hemos vivido un proceso de construcción de liderazgo en un momento de cambio. El que ha asomado la cabeza ha recibido toda la atención. Yo aporto mi sinceridad, mi experiencia de años en movimientos sociales, pero tampoco me considero el punto de equilibrio. Soy un militante entregado que creo en lo que lucho, y eso lo han reconocido mis compañeros y compañeras. Si no me he convertido en el centro de las críticas, como Tania, Alberto, o Cayo es porque ellos representan, para bien o para mal, una oportunidad de cambio que es lo que externa e internamente ha hecho levantar ampollas.

¿Su idea es mantener esa discreción?

Mis compañeros saben que lo que no voy a hacer nunca es sobreactuar, o decir lo que no pienso. No voy a desempeñar un papel en el que no creo, ni voy a exagerar las poses para llamar la atención. Intentaré ser serio y trabajador y estar al servicio de la organización.  Creo que es lo que mejor puedo aportar, aunque eso me lleve a tomar decisiones que no gusten a todos.

¿Qué ha sido Gaspar Llamazares para Izquierda Unida?

Fue un compañero que acertó en la necesidad de cambiar el partido en su momento, de dar un giro a la puesta de largo en sociedad del partido, pero se equivocó en elementos esenciales de su propuesta política. En concreto, se equivocó en el acercamiento acrítico al PSOE, y en una práctica política demasiado institucionalizada que debilitó uno de los fuertes de Izquierda Unida, que son esa inmensa mayoría de militantes que se lo cree a pie de calle. Por todo aquello, perdimos fuerza. Gaspar tenía una gran capacidad de trasladar mensajes, pero no fue capaz de hacer que Izquierda Unida tuviera el papel que merecía en el ámbito político español.

¿Le aburguesó el Congreso de los Diputados?

No creo. Mi experiencia es que el paso por las instituciones no te hace ser más acomodaticio. Es más, te da una visión real de lo que pasa a tu alrededor. La crítica que le hago es algo que venía de antes.  

¿Qué ha sido Cayo Lara?

Cayo ha sido una gran esperanza y un gran símbolo de la recuperación de Izquierda Unida. Ha sido capaz de entusiasmar a la base de la organización, de mantener ese discurso de ruptura que necesitábamos, y de revitalizar la vida interna de la organización: que haya debates, que haya propuestas, que se hable de refundación, que se hable de revolución democrática… Para los que militamos en la época de Llamazares y vivimos el ascenso de Cayo fue una alegría su capacidad de recuperar un discurso político potente y una práctica que nos conectara con mucha gente. Ha vivido un momento difícil con la ebullición política que hemos protagonizado a todos los niveles, que le ha obligado a dar paso a Alberto Garzón. La idea no era que fuera un candidato de transición.

¿Qué es Alberto Garzón?

Es la apuesta de futuro de Izquierda Unida. Es un compañero desde los movimientos sociales muy pegado a la realidad del movimiento estudiantil que ha surgido en estos años, del propio 15-M, con una gran capacidad intelectual que entronca con lo fundamental de nuestra propuesta política, que es el pensamiento crítico: el marxismo. Es una persona que ha surgido de lo que se ha dado en nuestra sociedad y es capaz de hacer una lectura no dogmática de la realidad que vivimos.

Mi relación con él ha sido la de un compañero. No me gustan las poses ni las distancias del mundo académico o político, y en él siempre he visto una persona normal, pese a tener una acogida en los medios impresionante que podría haberle distanciado, y eso lo considero un valor.

¿Qué es Izquierda Unida en 2015?

Un instrumento para construir una gran confluencia que posibilite el cambio en nuestro país, pero no el único instrumento. Ahora es parte de un proceso más amplio que traerá el cambio en nuestro país y, muy probablemente, en Europa.

¿Quién es para usted Pablo Iglesias?

Un compañero con el que hemos coincidido en luchas y en muchos trabajos dentro de Izquierda Unida. Es una persona con una inmensa capacidad para situarse en el escenario político español, para interpretar por dónde va el viento de lo que la mayoría social reclama, y un referente de ese cambio que tenemos que hacer en la sociedad. No comparto todos sus planteamientos, pero él es un elemento fundamental del cambio.

¿Podrían mejor juntos: Podemos + Izquierda Unida?

Creo que es necesario. El momento actual no es de acuerdo entre partidos. Si no vamos más allá con una organización social desde la base, lo que hoy aritméticamente da una impresión, al día siguiente puede variar. La clave es estar muy atento a la mayoría y generar procesos sociales desde la base, pero no hay tiempo para eso antes de las elecciones. Se tiene que intentar la unidad con candidaturas de unidad popular en las municipales y autonómicas. Nos toca una doble ración de altura de mira y de generosidad, pensando, sobre todo, en las elecciones generales. Hay que intentarlo.

¿Qué culpa tiene Izquierda Unida del tsunami bipartidista?

Izquierda Unida tiene culpa del tsunami bipartidista, sobre todo por dos errores que ha cometido: el primero, no ser capaz de desarrollar una política social de convergencia más ambiciosa. Es decir, centrarse en un discurso que no hemos sabido llevar a la práctica. Muchas cosas se han quedado en palabras y eso consolidó el bipartidismo. No fuimos capaces de disputar esa hegemonía. Además, Izquierda Unida no ha sabido articular el federalismo en su práctica política. Ha estado en los dos extremos: muy centralista en Madrid sin tener en cuenta la pluralidad del país, y después ha tenido discursos diferentes en las comunidades autónomas. Eso ha lastrado mucho la capacidad de ser alternativa real frente al PP y PSOE.

¿Se echa de menos a Rosa Aguilar?

Yo no. No compartí su posición en Izquierda Unida, y su posterior evolución le resta credibilidad. Si alguien piensa que hay otro espacio político y lo defiende, muy bien. Pero aceptar cargos de responsabilidad en otro partido, no debe hacerse, ni ética ni políticamente.

¿Y a Julio Anguita?

A él, sí, claro. Él sí es el referente de Izquierda Unida. Ha estado acertado siempre. Eso no significa que no se equivocara, pero su apuesta por la política de reconciliación nacional, coincidiendo con la que lideró en su día La Pasionaria, fue especialmente positiva. Cuando nosotros defendemos una propuesta política no vendemos ideología, simplemente, intentamos entender nuestras necesidades y la de toda la sociedad, y articular propuestas programáticas y alternativas. Lo otro es ser una secta que sólo va a convencer o a vender un producto.

¿Ha olvidado usted la Guerra Civil?

No. Hay una deuda de construcción de memoria democrática en nuestro país, y no habrá futuro sin eso. Es necesario. Esa construcción no es una cuestión personal, es una cuestión de país.

¿No cree que Izquierda Unida tiene muchos eslóganes negativos y pocos en positivo, como si fuera un partido a la defensiva?

Forma parte de nuestra cultura política, sí. Es muy difícil pensar siempre en positivo, como se refleja, por ejemplo, en la concepción marxista de la dictadura del proletariado, que tiene una explicación. Como nuestra cultura se ha forjado en la lucha, en una lucha difícil, ese discurso ha predominado. Es más fácil hacer un discurso negativo y coincido en que hay que cambiarlo. Pero una cosa es pensarlo, y otra cosa es llevarlo a la práctica…

¿El discurso político nacional es más un duelo de esgrima verbal que de argumentos? ¿Sigue perdiendo credibilidad?

En las tertulias, sí. Las he dejado de ver. En el Parlamento, lo que llega a los medios de comunicación, desde luego, pero hay debates serios que no salen. Hay nivel, al menos en la Asamblea de Madrid, aunque haya un cierto ruido de “y tú más” que es cansino y vacuo, pero en un tanto por ciento proporcionado.

¿Qué es un político de verdad?

Alguien que crea en sus ideas, que tiene un criterio, que tiene el valor de luchar por eso e intentar llevarlas a la práctica.

¿Queda alguien así en el PP o el PSOE?

Algunos quedan, pero pocos. Se me ocurren sólo dos nombres. Del PP: Pedro Núñez Morgades [que acaba de renunciar a su acta de diputado en la Asamblea de Madrid para dedicarse a un proyecto social]. Del PSOE: Manuel de la Rocha, padre.

¿Con qué políticos de otros partidos se iría a cenar una noche?

De dirigentes políticos, la verdad, con ninguno. Ceno con amigos y militantes de otros partidos, pero los dirigentes no me atraen. Ni del PP, ni del PSOE.

¿Entiende que los ciudadanos notemos como una cierta ansiedad al ver que se nos viene encima un año entero de elecciones, de lemas, de campañas, de promesas, de peleas...?

 El problema que tenemos, más que de ansiedad, es de desapego. Estas campañas de “voy a arreglar la plaza” y otras operaciones demagógicas, lógicamente, provocan hartazgo. Pero yo lo que más palpo es desapego total, aunque veo y escucho que hay un cierto interés social por la verdadera política, porque la calle es consciente de que urge un cambio y quiere ser protagonista.


¿Cuál sería el retrato robot de su político ideal?

    ● Si fuera un hombre… Julio Anguita

    ● Si fuera una mujer… Rosa Luxemburgo

    ● Por su imagen pública… Salvador Allende

    ● Por su liderazgo… Álvaro Cunhal

    ● Por su honestidad… Marcelino Camacho

    ● Por su creatividad… Hugo Chávez

    ● Por su proyección internacional… Nelson Mandela

    ● Por su talante real… Evo Morales

    ● Por sus promesas convertidas en realidad… Rafael Correa


¿Qué entiende por "política de rebelión democrática"?

Poner por delante la legitimidad democrática a la imposición del poder por el mero hecho de ostentar el gobierno de las instituciones y una mayoría que aprueba las leyes en el Parlamento. Ser capaces de reivindicar que cuando se atenta contra los derechos básicos hay otro derecho básico a la rebelión.

Dice usted que aporta a Izquierda Unidad su experiencia “como activista en movimientos pacifistas, vecinales, antirracistas, de solidaridad con los pueblos, contra la represión, de defensa de los derechos de los inmigrantes, en la lucha contra la impunidad y en el movimiento contra los desahucios". ¿Esa experiencia es necesaria en el Madrid del siglo XXI?

 Sí. Es necesaria para construir una fuerza de cambio. Aquí hay muchos componentes que tienen que confluir en la fuerza política que pilote el cambio en nuestra ciudad. La calle ha dado una lección a los políticos en estos años. Entender cómo se trabaja en un movimiento social es clave en estos momentos.

¿Qué ha hecho usted personalmente por un desahucio?

Fui abogado de afectados por las hipotecas, y he podido participar aportando saber profesional en procedimientos de desahucio. También he puesto mi cuerpo cuando ha sido necesario.

¿Reconoce usted algo positivo en el papel de la Iglesia en España?

Sí. Hice mi tesis sobre la influencia de Bartolomé de las Casas en América, y en mi vida académica y profesional he coincidido con cristianos con un nivel de compromiso y entrega en la defensa de los débiles ante los que me quito el sombrero. No tengo reparos en decirlo. Tampoco tengo reparos en pisar una iglesia si es necesario, aunque no tenga ninguna inquietud religiosa.

¿Qué opina del Papa Francisco?

Ha tenido la inteligencia de transmitir una idea de cambio en la Iglesia y en el Vaticano, y eso es muy importante. Espero que esa idea de cambio se traduzca en hechos concretos.

¿Algo interesante que reconocerle a la empresa privada?

España tiene un componente alto de pequeña empresa muy característico, y cualquier proyecto de cambio del país debe contar con esa realidad. Son empresas sacadas adelante por trabajadores que han puesto en marcha sus propias iniciativas. Defender el socialismo como sistema no excluye ese nivel de iniciativa privada, que creo que aporta y ofrece valor. Es compatible con la defensa de una sociedad socialista.

¿Qué lema estampará en su cartel electoral?

Hasta ahora tenemos el de “Recuperemos la ilusión. Recuperemos Madrid”. Pero, al final, me quedaré con el que acordemos para la campaña…

¿Qué es Ganemos Madrid y cuál es su proyección de cara a las elecciones de 2015?

Es una iniciativa donde confluimos muchos ciudadanos y movimientos sociales, y partidos como Izquierda Unida, que permite construir un gran espacio que nos dé la opción de encontrar una mayoría suficiente para gobernar en Madrid y acabar con los recortes. Se trata de una plataforma muy pegada a los barrios, que es algo que puede puede ser decisivo.

¿No le da miedo combatir con Esperanza Aguirre?

No. Es más, me motiva. Es una mujer con gran instinto político y habilidad con la que no comparto nada de su planteamiento político. Pero reconozco sus valores. No la temo. La respeto. Y me parece que luchar contra ella será una buena oportunidad.

¿Una profecía sobre la relación Cuba-EEUU para 2015?

 El fin del bloqueo.

REBOBINANDO

Valiente. Una hora de conversación presencial, unos cuantos mensajes cruzados de whatsapp, y 3 minutos de teléfono ayer mismo para poner a la última esta entrevista, más esencialista que electoral. La montaña rusa de Izquierda Unida necesita verificación cada 24 horas.

Este caballero de izquierdas tiene una sola chaqueta. Aunque por elecciones todos se vuelvan atolondrados, parece un hombre coherente, decidido, y capaz. No tiene el carisma de una estrella electoral. Detesta sobreactuar. Ni siquiera está dispuesto a trasgredir ese clásico de deformar la realidad por la emoción del momento que empapa el oportunismo de una campaña.

Comprometido, esencialmente con Izquierda Unida. Coherente. “Si asumo algo, pongo toda la carne el asador”. “Si decido algo, me gusta llegar hasta las últimas consecuencias”. “Si tengo un objetivo, lucho por él hasta el final”. Visto lo visto en estas últimas horas, sus órdagos van discretamente en serio. No es un lobo con piel de cordero. Pero tampoco es una marioneta. Evidente. Pero no, no es otro candidato a la fuga: “Seguiré siempre en Izquierda Unida” y mantiene su fidelidad a Alberto Garzón.

Dice de sí mismo “que nunca tomo las curvas muy ajustadas. Pienso bien cada movimiento”. Tiene pinta de Antonio, el del último anuncio de la Lotería de Navidad. De trato afable y sereno. Que él haya explotado en esta Izquierda Unida es la metáfora perfecta para explicar lo que se cuece en un partido que parece encantado de haberse convertido e en el primer partido moderno diseñado sólo para nostálgicos…



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