UGT y CCOO admiten a regañadientes la bancarización de las cajas. Dan por inevitable la conversión en bancos pero pelearán por que se conserve la cohesión social y territorial

Los sindicatos de banca y ahorro de CC.OO y UGT dan por hecho la bancarización de las cajas de ahorro, pero buscarán las vueltas al decreto ley de reforma. Tratarán de evitar que desaparezca su faceta de cohesión social y territorial. Lo tienen muy difícil, pero lo van a intentar.

“La marca social era un distintivo frente a los bancos, y eso se va a difuminar con las nuevas cajas-bancos. Eso supone una pérdida de identidad y de elementos diferenciadores para captar clientes”, señalan fuentes de las centrales consultadas por El Confidencial Digital. Los sindicatos van a recurrir el decreto y a hacer un seguimiento de su aplicación. No consideran el decreto Salgado como un hecho consumado inapelable, “que lamine lo que han sido las cajas históricamente, como ha ocurrido en Italia con la ley Amato”, dicen.

Su objetivo prioritario, como es obvio, es que los 18.000 trabajadores, que van ser prejubilados o despedidos, si ésa es la cifra final, salgan en buenas condiciones. Quieren que se conserven todos los rasgos de solidaridad social y cohesión territorial que las han caracterizado.

Los sindicatos destacan que “lo que dejen de hacer las cajas no lo va a cubrir el Estado, y esa pérdida, si se produce, no debemos consentirla. Socialmente tampoco debería consentirse, pero no se ve una movilización social en su defensa”.

Recelan de la reforma de las cajas en muchos aspectos: ven riesgos de desarraigo territorial (los SIP no lo garantizan), de despersonalización, de pérdida de mercado y posibilidad de venta a terceros.

No se fían de que termine respetándose o priorizando la inversión territorial. Muchas cajas, líderes en su territorio, operan como bancos regionales, pero en un nuevo marco muy competitivo el interés regional puede pasar a segundo plano.

Al final, lo que les preocupa es que al paso de unos años las futuras cajas-bancos conserven la obra social como un vestigio. Temen que, en un contexto de competencia fortísima, acaben por reducir progresivamente su dividendo social. Y, si no se rebaja, tendrá que convivir en difícil equilibrio con el dividendo de los accionistas futuros.

Para los sindicatos, las condiciones puestas a las cajas son durísimas, frente a las más suaves fijadas para los bancos. Creen que se les coloca en desventaja competitiva y eso tendrá consecuencias a corto y medio plazo.

 

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