IGNACIO URQUIZU es sociólogo, profesor universitario, ex diputado del PSOE purgado por Pedro Sánchez y actual alcalde de Alcañiz. 42 años. Tras su experiencia en la política municipal, autonómica y nacional, y con los dos pies en el ajo, acaba de publicar ‘Otra política es posible’: un manual para reconquistar la confianza en la política sin necesidad de travestirse de populismo.

Ignacio Urquizu: “En política, si hablan bien de ti estás muerto”

PSOE de centro sin faja y sin filtros. Hijo y nieto de camioneros. La Universidad y la Sociología fueron su camino para entrar en política con peso y con un futuro bajo el brazo. Una promesa en acción. Nació al tajo en Aragón y llegó a las Cortes en 2015 por Teruel. Buena prensa. Buena cabeza. Buen talante. Pero los políticos mediocres que se sienten amenazados por la buena fama ajena le pusieron la zancadilla en su propio domicilio. Pedro Sánchez y Adriana Lastra le obligaron a bajarse del tren. “Me mataron”. Volvió a las aulas desencantado con su pasión, pero Ximo Puig y Javier Lambán le repescaron. Desde junio de 2019 es el alcalde socialista de Alcañiz, capital humanista. Acaba de publicar su sí-se-puede en Otra política es posible. Optimista antropológico, como Zapatero. “Todos los días me acuerdo de Rubalcaba”. Epicentro de la España interior. Tiene tatuado en su piel el caballo de Nelson Mandela y ha perdido veinte kilos desde que vive en un mundo humano, constructivo y político donde los tomates saben a tomate.

Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.
Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Bienvenidos a Casa Suecia. Madrid, hora del almuerzo. Entre el Congreso de los Diputados y el Círculo de Bellas Artes. Menú ejecutivo en mesa de esquina con Ignacio Urquizu. El rostro amable que regenta en equipo el Ayuntamiento de Alcañiz suma una buena tralla de experiencia en la solapa de sus libros. Con 42 años ha sido profesor universitario, diputado regional, diputado nacional, senador, alcalde, padre y escritor. Y quizá podría haber sido unas cuantas cosas más, pero los partidos a veces ponen el cepo al que va más rápido… de la cuenta.

-Estamos en Casa Suecia, pero no hemos venido a hacernos los suecos.

-No. Yo contesto a todo y sin filtros.

Casa Suecia es un lugar estratégico donde se reunían -me explica- “los seguidores del guerrismo madrileño en torno a Pepe Acosta, que controlaba con mano de hierro la Federación Socialista Madrileña. Noventero en pugna con los renovadores de Joaquín Leguina. Lo recordarán los muy cafeteros. Todos los lunes, durante cerca de 20 años, venían aquí unas 50 o 60 personas a escucharle atentamente y a dejarse ver. Después se pasaba la gorra y cada uno pagaba unas 500 pesetas. Cuando salieron los gastos de las tarjetas black supimos que Acosta pagaba con su tarjeta de Caja Madrid aquellos encuentros, y se quedaba con el dinero de la gorra… ¡Qué cutre!”.

Este alcalde porta base, fuste y capitel, y está descubriendo que todos los tópicos del municipalismo son verdad y hacen mejores a los candidatos a más. Desde luego, este hombre tiene madera para mares sin orillas, aunque los suyos le pongan a arder en una esquina de la España vaciada por miedo a que dé más luz de la que controlan las ejecutivas. No hay rencores en esta hoguera de socialismo rural. No parece.

En una mano, el cuchillo. Sin sangre. En la otra, Otra política es posible (Debate): su nueva obra de ingeniería política honesta que levanta puentes sociales. Trinchamos las páginas de su historia mirando más allá del retrovisor y más acá de la cornucopia. En un lado del camino, en este mismo restaurante, come solo Toni Cantó. La soledad se convierte en el primer mojón de este trayecto a mesa puesta sin distancias de seguridad y con las ventanillas abiertas hasta el fondo.

Toni Cantó está aquí, comiendo solo.

No lo he visto.

Me ha llamado la atención que esté solo.

 

¿Sí?

Supongo que los políticos comerán solos más de una vez, pero he tenido la impresión, seguramente equivocada, de la estampa de un rechazo.

La política es muy dura. No se puede ni imaginar hasta qué punto. La soledad se sufre bastante. Más allá de eso, a mí algunas veces me gusta comer solo.

¿No cree que la gente que le ve comer solo puede pensar que está solo, con lo que se cuida la imagen en política?

Sí, claro, pero hace tiempo que me da igual lo que piense la gente. Tenga en cuenta que me paso el día entero con gente, en mil reuniones. La política es muy social y uno necesita sus momentos. También salgo a correr solo.

Su soledad es voluntaria.

Bueno, unas veces sí, y otras no. En algunas ocasiones me gustaría hacer cosas fuera de la política, pero como entregas tu vida a esto, de pronto te encuentras con que no hay con quién, porque has descuidado tus relaciones familiares y sociales. La política afecta mucho a la vida personal. Acabas yendo al cine solo, o rodeándote de gente como tú, por eso hay tantos políticos que conviven juntos.

“La política afecta mucho a la vida personal. Entregas tu vida a esto y descuidas tus relaciones familiares y sociales. De pronto te encuentras yendo al cine solo o rodeándote de gente como tú”

Otra política es posible: “Hay un punto de terapia en este libro”, dice.

Sí. Yo entré muy ilusionado en la política. Me apasiona. Me encanta. Y, de repente, cuando conseguí ser diputado en el Congreso, todo se deshizo más pronto de la cuenta. Cuando hacía la tesis le dije a José María Miravall, mi director: “A mí me gusta la política”. Me respondió: “¿Eres rico?”. “No”. “Pues entonces tienes que ser funcionario. No se puede entrar en política sin nada”. Vicente Guillén, uno de mis grandes amigos en política que siempre me ha apoyado, actual portavoz del PSOE en las Cortes de Aragón, me había dicho que el día que aprobara una oposición, me respaldarían para entrar en política, “pero tienes que tener una plaza de funcionario, porque esto es muy difícil y se puede salir con mucha facilidad”. Saqué una plaza en la Universidad y después me ofrecieron esa oportunidad. Cuando llegué al Congreso de los Diputados llevaba muchos años de trabajo y de preparación. Entré y, de pronto, pasó todo lo que pasó.

Una legislatura breve. Su defensa de la abstención. Las primarias. La tormenta perfecta.

Y encima me convertí un poco en protagonista de todo aquello. Públicamente aparecí en muchos sitios, se especuló con mi nombre para muchas cosas, cuando yo no hacía nada… Psicológicamente, aquello fue bastante complejo para mí.

[Entran en el restaurante Enrique Guerrero y Sergio Gutiérrez, secretario de organización del PSOE de Castilla-La Mancha. Guerrero -me explica Urquizu- “estuvo mucho tiempo en Moncloa con Felipe González”. Fue vocal asesor en el Gabinete de Presidencia del Gobierno entre 1982 y 1987. Después tuvo varios cargos técnicos y políticos en el Ministerio de Educación y Ciencia, entre 1988 y 1993. Fue secretario general de Relaciones con las Cortes entre 1993 y 1996, y director adjunto del Gabinete de Presidencia del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero entre 2004-2008. Más: fue asesor de Pedro Solbes en Economía y vicepresidente del Instituto Cervantes. Hoy es eurodiputado socialista. Dice Urquizu: “Es uno de los históricos del PSOE, amigo de Alfredo Pérez Rubalcaba. Es el partido puro. El felipismo de verdad”].

-Guerrero a Urquizu: ¿Cómo estás? ¿Qué haces por Madrid? Te sigo en estas cosas que escribes y me alegro de que te vaya bien.

-Urquizu a Guerrero: Muchas gracias.

Seguimos. Estábamos en la tormenta perfecta.

Eso es. Todo aquello se me cayó encima. Me costó mucho aquel clima de enfrentamiento, porque no soy una persona de conflicto. Me sacaron de las listas de malas maneras, porque a mí me apoyaba la militancia en Teruel, pero acaté la decisión. Fui leal. Me volví a la Universidad y es allí cuando me recuperaron para la política autonómica Javier Lambán y Vicente Guillén.

La salida fue abrupta y una experiencia muy traumática, pero ahora he descubierto que hay otra forma de hacer política. La gestión municipal y la política regional están muy alejadas de lo que vemos en el día a día nacional. Este libro tiene algo de terapia, porque es lo que piensa alguien que se ha dado un golpe fuerte y, de repente, recupera la ilusión en otros espacios y vuelve al terreno de juego. Por eso acaba optimista. Tengo 42 años y quizá resulte pretencioso hacer balance de lo vivido, pero entendía que podía aportar experiencias, conocimientos y reflexiones, también desde la academia. Creo que mis conclusiones de esta etapa pueden servir para hacerse preguntas.

“Este libro tiene algo de terapia, porque es lo que piensa alguien que se ha dado un golpe fuerte en la política y, de repente, recupera la ilusión y vuelve al terreno de juego”

Ignacio Urquizu. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

¿Hay un PSOE que no se alegra de que ahora le vaya bien?

Quiero pensar que todo el mundo en el PSOE se alegró de que consiguiera la alcaldía de Alcañiz. Al margen de nuestras diferencias, a mí me alegra que Pedro Sánchez sea presidente del Gobierno y que Adriana Lastra sea diputada. No tengo nada en contra de nadie. No entendería que alguien no deseara el bien para un compañero de partido. En mi caso, he ganado una alcaldía que llevaba lejos del PSOE desde hacía treinta años y en un espacio complejo como es la España vacía o vaciada. Que haya referentes socialistas en esos enclaves es bueno para el partido, porque la España interior tiene mucho que decir. Que alguien con un perfil de izquierdas consiga la alcaldía de un lugar así es útil para el partido. Si Ignacio Urquizu fuese solo Ignacio Urquizu en vez de un alcalde socialista, quizá no habría vuelto a la política y seguiría con mis clases en la Universidad.

Javier Lambán y Ximo Puig fueron sus padrinos en la repesca.

Con Ximo me llevo muy bien desde antes de estar en política por dos coincidencias: él fue alcalde de Morella, que está a 60 kilómetros de Alcañiz, y mi padre es de Forcall, un pueblo que está al lado de Morella. Mi abuelo y mi padre han sido camioneros, y el padre de Ximo, también, en Transportes Puig. Esas casualidades hicieron que sintonizáramos muy bien cuando nos conocimos mejor en el Congreso del PSOE de Sevilla de 2012, cuando Alfredo Pérez Rubalcaba salió secretario general del partido tras las primarias con Carme Chacón. Desde entonces tenemos una relación de amistad más allá de la política. Hablamos y nos llamamos mucho. Estamos pendiente el uno del otro. Me da buenos consejos. A Javier Lambán no le conocía mucho, pero hemos ido descubriéndonos en estos años y la verdad es que le tengo bastante afecto. Le admiro bastante. Creo que es un político bueno.

Ha sido diputado regional, diputado nacional, senador y alcalde. ¿Otra política es posible en todos los niveles?

Por supuesto.

Pero, sobre todo, en los nacionales.

La gente espera que la política española cambie, que haya puntos de acuerdo, porque nos enfrentamos a un conjunto de desafíos que exigen políticas estructurales, como demuestran el reto tecnológico o la sostenibilidad. La política a largo plazo es más viable si es consensuada. Sería bueno que hubiera grandes pactos que nos den estabilidad y esperanza en el futuro en cuestiones como el modelo energético, la movilidad…

La política actual está “polarizada” y vive “una profunda ausencia de diálogo y capacidad de entender al otro”, dice usted, desde 2015. Sin bipartidismo, ¿nos perdemos?

No. Hoy hemos sustituido el bipartidismo por el bloquismo, porque hay dos bloques que operan como si fuesen dos partidos, como dos referencias ideológicas compactas.

¿Por qué el PSOE y el PP no han sabido domar la tiranía de los extremos? ¿Por qué ambas fuerzas se han contaminado del populismo?

El PSOE y el PP vieron al populismo como una amenaza y decidieron, en cierta forma, hacer cosas parecidas para combatirlo electoralmente. Se entendió que para frenar a Podemos, el PSOE tenía que imitarle en algunos aspectos, y que, para frenar a Vox, el PP debía hacer lo mismo. Es pura estrategia electoral. Eso genera éxitos a corto plazo, pero provoca problemas en el medio y en el largo, porque después acaban floreciendo las contradicciones en el mundo real, como estamos viendo.

¿Dentro de su otra política posible propone recetas para que la estrategia electoral no lo absorba todo?

En política es saludable priorizar proyecciones a más de medio plazo. Si sabes a dónde quieres ir y eres capaz de convencer a una mayoría, las estrategias logran su fin, pero no son el medio permanente.

Da la impresión de volatilidad permanente en los partidos, de oportunismo, de falta de proyecto estructural…

Desde los años 60 los partidos han sido tomados por los comunicólogos y por los encuestadores. En mi opinión, cualquier proyecto político necesita un diagnóstico, y para eso son esenciales los datos demoscópicos, y una comunicación. El político debe estar en cómo interpretas los datos y cómo diseñas la estrategia política que se comunica. Por eso Rubalcaba fue el mejor: era capaz de leer muy bien los datos sociológicos, de acuñar la frase –“o bombas, o votos”, “los españoles no se merecen un Gobierno que nos mienta”-, pero tenía criterio político y sabía qué había que hacer. Entre encuestadores y comunicadores debe haber políticos que sean capaces de analizar los datos y tomar decisiones con criterio político.

“Rubalcaba era el mejor, porque leía muy bien los datos, acuñaba la frase que comunica y, además, tenía criterio político y sabía qué hacer”

 

¿El PSOE ha convertido a Rubalcaba en una especie de souvenir? Aparece en fechas redondas, pero no se observa una tradición de su legado.

Yo me acuerdo de él todos los días. Hay personas como Antonio Hernando o Óscar López que representan muy bien lo que era Alfredo.

Dos rubalcabistas que vuelven ahora al Gobierno, quizá porque Pedro Sánchez ha decidido virar al centro.

La estrategia de Sánchez parece ahora más moderada que hace unos años. Se ve que pretende marcar distancias con respecto a Podemos.

¿Cómo ha leído usted el 40 Congreso Federal del PSOE?

Hemos vuelto a la unidad. Hemos retomado un principio esencial para que la dirección del partido sea consensuada con los territorios, algo que era fundamental para unirnos como partido. Pedro Sánchez ha entendido que debemos caminar todos juntos y eso se lo alabo y se lo agradezco, porque creo que ha hecho la lectura correcta del momento político.

Estos eventos políticos internos son puro marketing.

Está claro que los congresos políticos de hoy no son como los de hace cuarenta años, cuando no había muchas posibilidades de reunirse y hablar. Los cónclaves de entonces eran la única ocasión de dialogar y debatir, y ahora tenemos medios y posibilidades para hablar todos los días. De todas formas, creo que un congreso de estas características provoca un efecto psicológico muy positivo para la organización. La gente tenía ganas de unidad, de reencontrarse, de volver a hablar de todo… Lo he comentado con otros compañeros y veo que están muy contentos.

¿La gente se cree que el abrazo de Felipe González a Pedro Sánchez es auténtico?

Sí.

¿Se puede resucitar la socialdemocracia española en un fin de semana?

No. Lo que ha resucitado es la unidad del PSOE, lo otro es un asunto de mayor envergadura. De todas formas, parto de la base de que la socialdemocracia no está muerta. En La crisis de la socialdemocracia, ¿qué crisis? escribía en 2012 que llevamos hablando de esta supuesta crisis desde hace cien años y remarcaba que no hay una crisis de la socialdemocracia, sino de la democracia.

Entonces, lo de la crisis de la socialdemocracia es un estribillo desgastante de los liberales y los conservadores.

No. Lo dice mucha gente sin estar bien informada.

El populismo y el desencanto social van de la mano. ¿El 15M tuvo sus frutos y ahora estamos en otro capítulo?

El desencanto social produce populismo a corto plazo, y el populismo produce desencanto social a largo plazo. Se retroalimentan. Ante una crisis de representación, la tentación es decir lo que la gente quiere escuchar, como ha hecho Podemos, pero a medio plazo eso acaba defraudando. Los partidos han prometido muchas cosas que los ciudadanos querían oír, pero la realidad los ha convertido en mentirosos, y eso hace que reaparezca el desencanto. La gente no se siente representada porque el proyecto político no seduce. En ese caso, lo que hay que hacer es tener un proyecto político que les represente, y eso no significa hacer lo que la gente quiera, sino ser capaces de pensar y organizar una idea de país y un modelo de sociedad que puedan ser compartidos por una mayoría. Podemos, Vox y Ciudadanos han preferido recurrir al populismo, y los partidos tradicionales han tenido la tentación de imitarles. Tras el desencanto, ahora, seguramente, volveremos a ver proyectos políticos sólidos de mayorías, porque esa es la solución a esta crisis política.

Insiste en que “la política no consiste en hacer lo que la gente quiere”. En su discurso de investidura señaló que trabajaría para toda la ciudadanía “independientemente de a quién hayan votado”. Algo similar dice Almeida y eso parece una utopía en la política nacional.

Puede ser. La política municipal es muy cercana. A mí se me acerca muchísima gente que no me ha votado. Algunos me dicen que les gusta lo que estoy haciendo, aunque no saben si me votarán en el futuro. Yo a ese señor le tengo que resolver sus problemas: que hay mucho tráfico en su calle, que si la alcantarilla… A mí me han puesto de alcalde para todo el mundo. Al final, en la política municipal descubres que la manera de ganar no es que te vote todo el mundo, sino que los que no te votan, hablen bien de ti, porque eso significa que el estado de ánimo de la ciudadanía entiende que lo estás haciendo bien o, al menos, que propones o dices cosas razonables, como le pasaba a Felipe González. Así se genera un clima radicalmente contrario a la crispación, a la polarización o a la crítica destructiva, y ese ambiente incluso obliga a la oposición a votarte las cosas, porque es lo que quieren sus votantes.

“En la política municipal descubres que la manera de ganar no es que te vote todo el mundo, sino que los que no te votan hablen bien de ti”

 

Almeida, ¿qué tal?

He hablado una vez con él y me cayó bien.

¿Lo está haciendo adecuadamente?

Es un buen político, pero creo que tiene problemas de gestión del día a día, como vimos con Filomena. No digo que todo sea imputable a él, porque la Administración es muy compleja.

Ignacio Urquizu. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Hábleme de políticos en activo, con nombres y apellidos, que ya están haciendo esa otra política posible.

Javier Lambán ha sido capaz de llegar a pactos para salir de la pandemia, y que Ciudadanos y Podemos apoyaran sus presupuestos. Hay buen ambiente en las Cortes de Aragón. Claro, es un tipo que fue alcalde, como otros presidentes autonómicos: Ximo Puig, Emiliano García-Page… La experiencia municipal marca una impronta para gobernar y gestionar.

Juanma Moreno no fue alcalde, pero sí está consiguiendo que muchos votantes socialistas reconozcan que lo está haciendo bien al frente de la Junta de Andalucía.

Sí. Es así. Me llega que la gente habla bien de él, pero no sigo la política andaluza al detalle. Tengo la sensación de que había un miedo a la llegada de la derecha en Andalucía y es verdad que él está siendo lo más moderado que puede, aunque a veces se apoya demasiado en Vox, y no sé si eso le pasará factura. Ha sido capaz de llegar a acuerdos con Ximo Puig para los temas de financiación, lo cual demuestra que sabe anteponer los intereses de la comunidad a los del partido, y eso no siempre es fácil.

¿Le cuesta ver cosas positivas en políticos que no son del PSOE y cosas negativas en su equipo?

No. Lo veo y lo admito. Yo sé que no tengo la razón, sino las razones para tomar decisiones, y que los demás tienen las suyas. A veces las compartimos y otras, no, pero hay que relajar esto de la política, defender las propuestas con argumentos, no con argumentarios, y reconocer que uno no ostenta siempre toda la razón.

En la Comunidad de Madrid se ha dado un paso más allá: de hablar bien de una política ajena al partido que habitualmente se vota, a votarla en masa. ¿Qué le parece el fenómeno Ayuso?

Cuando empecé en las tertulias mediáticas en Trece TV íbamos Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, por el PP; y Pedro Sánchez y yo, por el PSOE. Eran unos encuentros plurales y diversos. No tengo mala opinión de la presidenta de la Comunidad de Madrid. En algunos aspectos juega a ser la sucesora de Esperanza Aguirre, con sus luces y sus sombras, y ese papel parece que le gusta a la sociedad madrileña, por lo que sea. Se ve que les atrae una política pizpireta, que diga lo primero que se le viene a la cabeza, que haga graciosuras… Esa es la forma de política que ella está rentabilizando. El respaldo social no tiene que ver con su gestión: todavía no ha aprobado unos presupuestos autonómicos. Tampoco es una respuesta a su proyecto político, que se desconoce completamente. Ella gana elecciones porque sabe empatizar con el estado de ánimo de una sociedad muy cansada de la pandemia. Por lo demás, todavía está todo por definir.

“Ayuso juega a ser la sucesora de Esperanza Aguirre, con sus luces y sus sombras. Se ve que a los madrileños les atrae una política pizpireta, que diga lo primero que le viene a la cabeza y que haga graciosuras”

 

Dice que “si hubiera otros liderazgos, a lo mejor el mundo habría sido distinto”. Analicemos los supuestos liderazgos actuales.

            Pedro Sánchez: Desde que era un diputado raso, su mayor virtud es la valentía. Cuando mucha gente se asustaba antes de dar un paso, él seguía hacia adelante creyendo mucho en lo que iba a hacer. Admiro su valor. 

            Pablo Casado: Está todavía por definir. Tiene muchas ganas, pero si sigues sus intervenciones en el Parlamento aprecias que no comunica ideas y prioridades claras. Parece que en cada sesión de control está haciendo un debate del estado de la nación en dos minutos y medio, y eso no es bueno para ningún político.

            Inés Arrimadas: Ha defraudado, sobre todo a los suyos. En Cataluña funcionó muy bien, pero en España no ha sido capaz de hacerse con los mandos de Ciudadanos.

            Santiago Abascal: Populismo puro.

            Yolanda Díaz: Representa la esperanza para una parte de la izquierda que votó a Podemos y que hoy se siente huérfana tras la desaparición de Pablo Iglesias y la marcha de Íñigo Errejón.

            Ione Belarra: Es una persona muy sectaria en sus planteamientos y poco pragmática.

Ha sacado usted el libro justo en el momento en el que Sánchez y Casado han empezado a hablar y a tenderse algún puente. Aunque sea solo para repartirse sillones… Echa usted en falta diálogo político con temas de fondo. ¿Hay esperanzas de que sea posible el entendimiento profundo entre ambos?

Han sido capaces de ponerse de acuerdo en la reforma de unos órganos constitucionales, y eso es mejor que seguir en la bronca. Por algo se empieza. Lo que más me aproxima a Zapatero es que soy optimista antropológico, y por eso confío en que el entendimiento será viable, entre otras cosas porque los dos tienen incentivos para que vaya bien.

Incentivos electorales.

Claro.

Es una pena que eso sea lo único que los mueva.

Estamos en una democracia. Al final, los ciudadanos nos juzgan a través de sus votos. No hay otro instrumento, aunque sea el sistema más burdo para evaluar a un político, porque con una papeleta estamos diciendo muchas cosas sobre las pensiones, la sanidad, el futuro de nuestros hijos… Pero no hay otro. Así funcionan las democracias modernas. Hacer electoralismo es hacer democracia.

¿No cree que el ciudadano confía más en un político cuando percibe que él y su futuro interesan más que su voto?

El político se gana la confianza de los ciudadanos cuando sabe de lo que habla y se cree lo que dice. La credibilidad y las convicciones generan conexión. Carlos Solchaga era un político que provocaba mucho rechazo en los años 80 en el entorno de la izquierda, porque se le veía como a un liberal, pero cuando salía en la tele, la gente pensaba que era el que más sabía de economía de España, y además se lo creía. Aunque no pensaras como él, lo escuchabas con atención, porque contaba con el respeto de todo el mundo. La confianza en los políticos va por ahí. Si se ha perdido es porque la calle percibe que los proyectos políticos de hoy no son el resultado de una convicción y de un modelo de sociedad, sino que están diseñados únicamente para ganar elecciones.

 

“La confianza en los políticos se ha perdido porque se percibe que los proyectos políticos de hoy no son el resultado de una convicción y de un modelo de sociedad, sino que están diseñados únicamente para ganar elecciones”

¿Qué PSOE le ilusiona?

Me ilusiona el PSOE de los alcaldes, de los presidentes autonómicos, que han hecho un trabajo excelente durante toda la pandemia; me ilusiona mucho el PSOE de Zapatero. Por edad, no conocí el PSOE de Felipe González, pero lo que veo y leo de aquellos años es muy ilusionante. Me ilusionó ganar la moción de censura y conseguir el Gobierno, aunque defendí la abstención y para mí fue un día complicado. Ponemos mucho énfasis en los sentimientos y, a veces, hacer lo correcto no es fácil.

¿Cómo va el PSOE de democracia interna?

Seguimos fuertes en las primarias y creo que en el 40º Congreso Federal se han corregido los contrapesos en la dirección del partido, porque los territorios han vuelto a recuperar su influencia. Desde el último congreso federal ha mejorado la democracia interna.

Usted llegó a la política desde la Universidad. Licenciado en Ciencias Políticas y doctor en Sociología. Ha pasado por universidades extranjeras, escribe libros, propone opiniones con peso en diferentes tribunas mediáticas… No tiene un perfil habitual en los partidos contemporáneos.

A todos los partidos políticos les cuesta mucho atraer talento, porque la política no es una salida muy atractiva. Primero, porque si tienes mucho talento, es muy probable que tu salario sea más alto fuera de la política. Un médico de un hospital público o un abogado del Estado ganan mucho más que un diputado. La política exige muchos sacrificios personales que te alejan de tu familia, y si lo que quieres es tener una vida tranquila, poder ir al parque con tus hijos, e irte de vacaciones un mes al año, este no es tu sitio.

La democracia no va de los mejores, sino de los elegidos. Para que a uno lo elijan, debe integrar un conjunto de habilidades. No se trata solo de que sea el que más sabe de economía o el que más controla de arquitectura. Y coincides con compañeros que, en términos de meritocracia, no son mejores que tú, pero van a tener más poder de decisión que tú. Ser capaz de asumir eso es importante si estás en un partido político. La política funciona de tal manera que el talento, generalmente, la repele. El talento solo se aproxima a la política en momentos muy excepcionales, como la Transición o la modernización del país que vivimos en los 80… Mi equipo de gobierno en la Alcaldía de Alcañiz está formado por personas que son más brillantes que yo en sus áreas. Yo encabezo el gobierno, reparto el trabajo, y escucho. Ellos son los que saben y los que toman las decisiones que les competen, me las explican y yo después las defiendo donde haga falta. El secreto de la mejor política posible es rodearse de gente mejor que tú.

“El secreto de la mejor política posible es rodearse de gente mejor que tú”

Entiendo que para el PSOE es importante contar con el apoyo de la izquierda intelectual. ¿Esas personas de izquierda se sienten cómodas en un partido dirigido por Adriana Lastra?

No sé por qué se personaliza en Adriana, porque hay muchos más compañeros...

Ella es la vicesecretaria general.

Yo me siento cómodo. No tengo ningún problema y vengo de la Universidad. Sé cuál es mi papel en este contexto. Dicho esto, lo cierto es que la gente más formada y más cualificada de la izquierda ha votado siempre a Izquierda Unida y, probablemente, ahora respalden a Más País. La izquierda pija está más con los extremos, porque su idea política responde al despotismo ilustrado: yo, que soy más listo que los demás, te voy a decir lo que hay que hacer. Al PSOE lo votan los obreros.

¿Y los jóvenes?

Los jóvenes, generalmente, apuestan por los nuevos partidos y son más promiscuos, políticamente hablando. Cambian fácilmente de papeleta electoral. No es raro que un joven votara a Podemos en 2016, a Ciudadanos en 2019 y en 2023 vote a Vox.

¿En el PSOE hay cantera de gente joven y brillante?

Hay un montón de alcaldes jóvenes que están aprendiendo mucho. No quiero decir nombres, porque si no, seguramente, los meto en un lío. En política, si hablan bien de ti estás muerto.

“La izquierda pija que votaba a Izquierda Unida hoy respaldará a Más País. Su idea política responde al despotismo ilustrado: yo, que soy más listo que los demás, te voy a decir lo que hay que hacer. Al PSOE lo votan los obreros”

Ignacio Urquizu. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

A usted le hicieron daño poniéndole en los mentideros como punto medio entre Pedro Sánchez y Susana Díaz.

El otro día coincidí en una cena con varios alcaldes y se acercó alguien de fuera del partido y me dijo: “Tenía muchas ganas de conocerte. He estado esta mañana con una persona que te ha puesto por las nubes: que eres un gran político, que tienes muchísimo futuro en el partido…”. Le miré y le respondí: “¿Ves? ¡Por esto me mataron!”. Es una pena, pero, es verdad que, en política, si hablan bien de ti, tienes un problema, porque de pronto te ven como un adversario. Yo intento pasar lo más desapercibido posible, aunque quizá presentar libros no sea la mejor forma...

“Si hablan bien de ti, tienes un problema”. Creo que ese es uno de los factores más relacionados con el desprestigio de la política.

Puede ser. En la política actual, si destacas, por lo que sea, generas inquinas. En los años 80 eso no pasaba. Seguramente Felipe González estaría contento de que hablaran bien de sus ministros. Muy probablemente, en sus consejos de ministros había más de una persona con la capacidad de ser presidente del Gobierno.

Otro factor creciente de desprestigio es que la política ha perdido el respeto a la verdad, dice una cosa y la contraria, casi nadie rectifica, casi nadie pide perdón. El compromiso verbal es nulo.

Sí.

Y no pasa nada.

Una de las dificultades con la que me topé en 2016 fue la pérdida del derecho a ser escuchado. Tú puedes decir la verdad, pero a veces la gente no te quiere escuchar, porque no le gusta lo que dices. Probablemente, en esa época había muchos votantes socialistas que querían escuchar que habíamos ganado las elecciones y que teníamos 176 escaños. Y no era así. Esa era la realidad. Hay cosas que la gente no quiere escuchar sin son impopulares, porque incomodan. Yo pensé que con convicción y seducción podías cambiar la opinión pública y quizá eso sea posible, pero con más tiempo. Decir la verdad no siempre es rentable en política, pero la mentira siempre genera decepción.

“Decir la verdad no siempre es rentable en política, pero la mentira siempre genera decepción”

 

¿Quiénes son sus referentes?

Además de los políticos de los 80, me gustan Julián Besteiro, Indalecio Prieto y otros políticos de los años 30 que escribían libros y que, más allá de su trayectoria política, dejaron por escrito cuál era su pensamiento. Muchos años después, la gente se sigue mirando en ellos.

También se mira usted en José María Maravall, en Felipe González o en Rodríguez Zapatero. Dice que siempre ha sentido “fascinación por los socialdemócratas clásicos” como Willy Brandt, Harold Wilson y Olof Palme”. ¿Cómo encaja Zapatero en este elenco?

Zapatero fue capaz de entroncar con la idea de ciudadanía más tradicional en la izquierda, porque la izquierda no va de clases sociales, sino de ser ciudadanos. Zapatero dio derechos civiles a grupos de personas que estaban al margen. No sé si consciente o inconscientemente, pero convirtió en ciudadanos a muchas personas sin derecho de ciudadanía. Tendemos a caricaturizar a las personas y nos quedamos en la superficie, pero cuando se construye el relato de su proyecto político, se ve que fue tan vanguardista como Obama, y por eso es un referente para mí.

Hábleme de la superioridad moral de Pablo Iglesias y de su epitafio político.

A Pablo Iglesias le ha pasado lo mismo que a Julio Anguita: para ellos era más importante tener la razón que los votos. Para ellos era más interesante el debate intelectual que el respaldo electoral. Iglesias no ha sido capaz de darse cuenta del momento político que atravesaba el país. Él se ha quedado a las puertas, porque fue excesivamente ideológico en muchos aspectos. Fue bueno leyendo el desencanto, pero con el desencanto no gobiernas.

“A Pablo Iglesias le ha pasado lo mismo que a Julio Anguita: para ellos era más importante tener la razón que los votos. Fue bueno leyendo el desencanto, pero con el desencanto no gobiernas”

¿Cómo se ve la política nacional desde Alcañiz?

¡Con mucha distancia! En eso, mi salud mental ha mejorado…

Incluso ha adelgazado, aunque también le han salido más canas.

He adelgazado casi veinte kilos Me he dado más al deporte, porque tengo más posibilidades. ¡Es que en los pueblos hay más calidad de vida!

¿Por qué la España interior es más que agricultura y crisis demográfica?

La España interior es un terreno de oportunidades y está llena de talento por descubrir. Al lado de Alcañiz está Castelserás, que es como el Silicon Valley de la España interior: el pueblo con más comercio electrónico por habitante, aunque a veces nos falta la conectividad. Este estilo de vida puede ser muy atractivo para un amplio porcentaje de la población, porque siempre hay personas que valoran más salir a correr el sábado que ir a un centro comercial. No entiendo por qué dicen que vivir ancho es un problema. El problema grave es vivir con diez más en 50 metros cuadrados. Además, aquí los tomates saben a tomate...

¿La España rural sigue siendo un tema de campaña electoral y punto?

En esta legislatura ha tenido más protagonismo, también por la influencia de plataformas ciudadanas como Teruel Existe, que en la próxima legislatura podría contar con 6-8 diputados y condicionar muchas políticas. Aflora además en la sociedad un cierto componente sentimental: estamos descubriendo que el pueblo de nuestros padres o abuelos al que íbamos de pequeños igual desaparece, y eso no es una buena idea. También digo que a los que estamos allí no nos gusta que decidan por nosotros en las ciudades, ni que el que viene los fines de semana nos diga cómo tenemos que vivir.

¿Qué le parece ese movimiento de escritores que han puesto la vida rural en el discurso de la opinión pública? Sergio del Molino, Ana Iris Simón, Daniel Gascón… 

Pensamos lo mismo. Simpatizo con ellos. Me parece muy positivo que hayan introducido el debate con una cierta cordura e, incluso, con humor. Me acabo de terminar La muerte del hípster, de Gascón, que además habla del alcalde de Alcañiz, “que hace campaña electoral con un seat Ibiza que le regaló su padre”, cosa que es verdad. Siempre se ve al mundo rural como el contexto del retraso, del pasado, de la gente sin iniciativa y, de pronto, él pone a los modernos en un espejo haciendo yoga en un corral. Destaca el sentido común del mundo rural y eso está bien, porque los de pueblo ya no somos los paletos modelo Paco Martínez Soria. Ahora el paleto es el hípster que viene de la ciudad.

“La España interior es un terreno de oportunidades y está llena de talento por descubrir. Los de pueblo ya no somos los paletos modelo Paco Martínez Soria”

Dice que “la mejor definición de la actividad política la ha establecido Felipe González: hacerse cargo del estado de ánimo de la gente”. ¿Cuál cree usted que es el estado de ánimo de la España post pandemia?

Leyendo las encuestas creo que la gente quiere tener esperanza. Veo una calle con ilusión de ser una sociedad mejor. Intuyo que una buena parte de los españoles ansía que, de verdad, salgamos mejores de esta pandemia. Aproximadamente, en estos meses han muerto 120.000 personas por culpa del virus. En la guerra de Bosnia murieron 75.000 y en la crisis de cólera de Ruanda de los 90, unos 60.000. Las cifras de muertos están a la altura de las catástrofes humanas de países muy alejados de nosotros. Pienso que muchos ciudadanos confían en que hayamos aprendido la lección y que todo esto haya servido para algo. Y, sí, también creo que la sociedad espera que los políticos estén a la altura de las circunstancias empatizando de verdad con ese estado de ánimo.

¿Por qué el PSOE lidera una reforma educativa que aleja a las humanidades de las aulas?

Una de mis aportaciones al presente y al futuro de Alcañiz es la puesta en marcha de un Centro de Humanidades y Patrimonio, para el que espero firmar en breve un convenio con la UNED. Va a ser el primer centro de investigación de la UNED fuera de Madrid. El Gobierno apuesta por dar más autonomía a las comunidades para el diseño del currículo escolar, y cada cual podrá elegir, pero yo creo que las humanidades tienen mucho futuro.

Hábleme de Alcañiz como destino de futuro.

Alcañiz es una ciudad con mucho patrimonio, muy unida al Renacimiento y muy vinculada al periodismo. De allí fue Mariano Nifo, la primera persona que creó un periódico diario en España; o Pilar Nervión, la primera mujer con cargos de dirección en un periódico nacional, como subdirectora del diario Pueblo… Alcañiz es una población muy vinculada a las ideas y al humanismo. No somos industriales, aunque nos gustaría tener más industria, pero estamos rodeados de problemas de infraestructuras de distribución. Es un espacio muy bueno para el turismo y la investigación. Yo la veo como una ciudad diferente, muy atractiva, llena de calidad de vida y con una intensa agenda cultural. Soy muy optimista con nuestro futuro, aunque sé que necesitamos modernizarnos en cuestiones de movilidad y de conectividad. Todavía estamos por llegar con fuerza al siglo XXI.

Admite usted que el lugar que mejor representa a los alcañizanos es la ermita de Pueyos. No es de los laicistas socialistas que niegan la tradición.

No, para nada. Todas las tradiciones tienen un sentido, porque siembran vínculos emocionales con las personas y las personas no somos solo razón. Nuestra vida tiene sentido por muchos aspectos, y ese es importante. A mí la ermita de Pueyos también me conecta con mi juventud, cuando subíamos a merendar desde el colegio de los padres escolapios. Es un sitio muy querido que demuestra también que otra sociedad es posible. Ahí tenemos una tradición: por el Día del Voto, cada quinta, al cumplir 65 años, recibe una medalla y durante todo el año se encarga de mantener cuidado aquel paraje. Si la gente coopera y trabaja junta, podemos tener ciudades mejor cuidadas y lograr lo que nos propongamos. Estoy muy contento de haber conseguido llevar el agua a Pueyos dejando mi impronta en un lugar tan especial.  

¿Tiene fe?

Soy agnóstico. Creo que es tan difícil demostrar la existencia de Dios como su no existencia. 

Lleva tatuado un signo zodiacal chino: el caballo. Representa, dicen, “el espíritu libre”.  “Nómada por naturaleza, necesita viajar, explorar, improvisar, descubrir nuevos mundos y nuevos proyectos…”.

Lo elegí por eso. Era el símbolo de Nelson Mandela y el más político de todos los signos zodiacales chinos.

¿Lecturas?

Me terminé hace unos días La muerte del hípster, de Daniel Gascón, y Ordesa, de Manuel Vilas. Estoy con El hijo del chófer, de Jordi Amat, que me está gustando bastante. Tengo en la recámara el libro de Errejón, alguno sobre cerebro y seres humanos, Encuentra a tu persona vitamina, de Marian Rojas, y Democracia. La última utopía, de Manuel Cruz. Intento leer muchísimo.

¿Se considera usted miembro de una Generación Puente, más interesada en entenderse, en avanzar, que en tener razón y salirse con la suya?

No me acaba de gustar la idea de formar parte de una generación, porque todas son muy plurales. Yo soy de la misma edad que Pablo Iglesias… Me siento identificado con quienes ven la política y la vida como puentes tendidos, aunque siempre haya gente que no entienda este afán de encontrarse más allá de las ideas. Por ejemplo: presenté mi libro en Alcañiz con Jorge Bustos. Puede sonar a provocación, entre otras cosas, porque posiblemente lo era, pero yo con Jorge me lo paso bien y hablamos de muchas cosas, aunque pensemos de forma muy distinta en casi todo. Mi familia y muchos de mis amigos son conservadores y yo no puedo demonizar a un conservador. ¿Cómo voy a hablar mal de ellos? Pensamos de manera diferente, y punto. La política municipal enseña también esto: a mis compañeros de ejercicio los conozco de toda la vida. ¿Cómo voy a pensar que alguno de ellos es mala persona? Me encantaría que entre todos fuésemos capaces de bajar el balón al suelo para ver la vida desde otra perspectiva. Sinceramente, pienso que así todos seríamos más felices.

Hay mucha gente como usted que dejó la política tras una profunda decepción. ¿En muchos de estos apartados estaba el futuro de una política más sana?

No conozco a todos los apartados, y entre ellos los habrá por motivos muy diferentes. Pero conozco a algunos de esos y eran personas con verdadero talante. Si ellos quisieran, son recuperables. Me gustaría que volvieran, porque son gente con buena cabeza y podrían aportar mucho a la sociedad. La cuestión es que cuando descubres la vida más allá de la política te das cuenta de que hay otros caminos que te hacen más feliz. Será difícil que vuelvan, y por eso Antonio Hernando para mí es un héroe… Yo me quedé porque me siento útil y porque intuyo que todo esto va a cambiar. Luego, a ver, igual dentro de cuatro años estoy de nuevo en la Universidad…

O en lo alto del Congreso.

Donde el partido quiera. Si me quieren recuperar, yo, encantado. Si creen que hay gente más preparada, encantado también. La política engancha, pero, afortunadamente, tengo otra salida profesional que me apasiona.  

Ignacio Urquizu. Fotos: Patricio Sánchez-Jáuregui.

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