Mayo comienza su primer domingo con el día de la Madre

Antes, se celebraba el 8 de diciembre, en la fiesta de la Inmaculada. Se trasladó al primer domingo de mayo, el mes de María, “el mes de las flores”.

La vocación de la mujer es la maternidad: es madre de hecho o, al menos, es su inclinación. Lo normal. A las niñas, desde muy pequeñitas, les encanta jugar con muñecas y ponerles en la boca el biberón de juguete. No hace falta que se les diga nada, para observar la afición. Hermanos y hermanas conviven en casa, con muchos juguetes todos hoy en día: camiones y  coches..,  muñecas y trapos... Todos juegan con todo; pero las niñas disfrutan más con las muñecas y los niños  apenas si las miran. A ellos, les encantan los juguetes de acción, mientras que las niñas contemplan las muñecas, las visten y acunan.  ¿ No vemos, ahí, un instinto natural? Hoy se da la vuelta a todo; pero la verdad es tozuda y no entiende de ideologías.

 Mujer y madre, dos términos muy unidos. Es propio de la mujer la atención a los niños, y las madres que trabajan fuera buscan niñeras para que las sustituyan en el cuidado de los niños. Hasta la “ministra de igualdad” contrata niñeras. A mí, nunca se me ocurrió buscar a un chico para sustituirme durante mi trabajo cuando mis hijos eran pequeños. Los varones valen para muchas cosas y su fuerza física es muy estimable y superior a la nuestra; pero la delicadeza e intuición de las mujeres, normalmente, no se puede comparar.

La maternidad es cosa grande y poderosa. La madre es el símbolo del amor verdadero y de la abnegación más pura. Tan hermosa es una madre, que el mismo Dios hace, de Sí con ella, una comparación: “¿ Podrá, acaso, una madre olvidar al hijo de sus entrañas? Pues aunque ella lo olvidare, yo no lo olvidaré jamás” (Isaías, 49: 15). Madre e hijo mantienen una unión irrompible. A mí, me emociona el bolero de Oswaldo Farrés  “ Madrecita del alma querida...” .  A la madre terrena, también podríamos aplicar la canción  que tan bellamente compuso, Joaquín Madurga, para nuestra Madre del Cielo, y que llena los ojos de lágrimas cuando nuestra madre ya no está aquí: Siempre que digo, madre, voy diciendo tu nombre,/Siempre que pido ayuda te estoy llamando a ti./Siempre que siento gozo es que en ti estoy pensando./ Con tu nombre en los labios me acostumbro a dormir (...) Siempre que tengo dudas en ti encuentro certeza,/ Siempre que tengo miedo eres tú mi valor,/ Siempre en mis desalientos eres tú mi confianza,/Y tu nombre yo invoco como ayuda y favor”.

 

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