Salvador de la infancia

Niños en un parque.
Niños en un parque.

El Ministro de Sanidad, Salvador Illa –que no es médico, pero sí padre– manifestó hace no mucho sus dudas respecto a la idoneidad de permitir salir a los niños en tiempos de pandemia, algo que sí se permite, con restricciones, en naciones vecinas azotadas/hacinadas por el SARS-CoV-2. La razón para Illa era que los niños “son vectores de transmisión” del virus. Curiosamente, bastó que Fernando Simón, médico y portavoz del Ministerio, se reincorporase a su actividad poco después, para contradecir al mandatario y, con sobrado criterio, declarar que sería “muy recomendable” para la infancia adaptarse al régimen de Italia, Francia o Bélgica, entre otras. Todo ello después de haber padecido en sus propias carnes la Covid-19.s

Los frutos no se han hecho esperar, y en la rueda de prensa de la noche del 18 de abril, Pedro Sánchez levantaba el ‘veto a la infancia’, basado en el criterio de los expertos y oyendo así la voz de líderes autonómicos que se lo pedían, el lendakari Urkullu como el más visible. Se ha puesto fin a un régimen que incluso sorprendía a los franceses, que con niños en la calle suman menos contagios que España; o la tan maltrecha Italia, que hoy también va por detrás.

Y es que la OMS no reconoce como vectores a los seres humanos, sino solo a algunos insectos, entre ellos las pulgas, pobladoras de mascotas a quienes el Gobierno ha permitido salir sin a penas límite de frecuencia; los niños solo podían hacerlo para acompañar a un solo adulto a alguna actividad “esencial”. A su vez, las enfermedades transmitidas por vectores suman un orden de 700.000 defunciones anuales a nivel mundial (OMS, 2020); la Covid, a finales de la segunda semana de abril, no llegaba ni u un tercio de esa cantidad, por lo que, incluso aunque la tasa de fallecidos se mantuviera de manera regular hasta el 2021, aún faltarían más de 50.000 muertos (toda la capital de Segovia) para siquiera rozar esa cifra.

Es evidente que no estábamos contradiciendo un criterio avalado ya por la comunidad científica, que no evidencia que los niños contagien la enfermedad más que los adultos, muchos de los cuales están ya en la calle trabajando. Es más: partiendo de la base de que el confinamiento tampoco es defendido por toda la comunidad experta, no se explicaba que estuviéramos privando a la infancia de su correcto desarrollo (por ejemplo, la toma de vitamina D), cuando casi el 90% de la población fallecida hasta hoy es, en España, mayor de 70 años, y la tasa de mortalidad de 0 a 19 años, es 0 (Minist.º de Sanidad). El propio doctor californiano Joshua Leichtberg declara sin tapujos que forzando a los niños a estar en casa no se reduce el riesgo de contagio entre personas vulnerables –“by forcing children to stay home with their elders, we may be increasing the rate at which the most vulnerable among us are infected” (Merion West, 4-VIII-20)–. Y el diario El País, poco sospechoso de ir contra el Gobierno, llenaba ya sus páginas con reportajes sobre las alteraciones por confinamiento en niños.

No cabe la menor duda de que la derogación del veto a la infancia por el Gobierno resulta altamente conveniente. Deben irse concretando ahora las medidas que se mantendrán, amén de que las mismas no deberán ser iguales en todo el territorio nacional, como ya ha venido adelantando Sánchez en atención a lo que el lendakari, entre otros, le pedía. Ahora sí, vamos por mejor camino.

 

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