“El ‘seréis como dioses’ está debajo de las grandes crisis financieras, que antes fueron crisis éticas”

Reyes Calderón es economista, filósofa, profesora universitaria y escritora. La ‘madre’ de Lola MacHor acaba de publicar ‘Clave Matisse’, otra de sus historias de intriga a todo color en la que la condición humana se escribe con blanco y con negro

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Calderón escribe novela negra también con blancos. En Clave Matisse su Lola MacHor vuelve a todo color. Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Doctora en Economía. Su diagnóstico: “La reputación de los empresarios está bajo mínimos”. Profesora universitaria con ex responsabilidades académicas. Su evaluación: “La Universidad exige un replanteamiento en los tiempos de Google”. Doctora en Filosofía: “Los jóvenes son un punto de esperanza en la sociedad que no se lee en los periódicos”. Criminalista. Su autopsia sobre el Banco Popular está sub judice, pero “han sido los diez meses más difíciles de mi vida”. Madre de nueve: “Hacen falta más macarrones y guitarras, y menos cruceros”. Escritora de 10 novelas. Madre literaria de Lola MacHor, la avanzadilla del feminismo constructivo en la Justicia española. Premio Azorín. Artista y modeladora del fondo de ojo de la sociedad en sus libros, negros como el infierno interior y blancos como la luz. Acaba de sacar la paleta de colores con Clave Matisse: un planeta multicolor escrito con la minuciosidad de una escritora artesana y la agudeza de una perfeccionista de la independencia a conciencia.

Otoño gris. Novela negra.

En el Wanda Café Optimista hemos quedado con la autora que escribe con sangre, con corrupción destilada, con mentiras edulcoradas, con cruasanes de debilidades humanas y zumo de desesperanza. Y estamos en el Café Optimista porque esta autora escribe para que la gente salte a la vida real, con sus pros y sus contras, sus luces y sus sombras, sus azúcares y sus sacarinas. Para contarle al lector –sin moralinas aislantes- que la vida no es un videojuego, que tiene sus riesgos, pero puede ser maravillosa.

Reyes Calderón vive en Madrid después de años en el campus de Pamplona, con su universidad de fondo y sus árboles de hoja perenne, entre pizarras, multiplicaciones, divisiones y raíces cuadradas plantadas con prestigio.

Natural. Ni Reyes sevillana, ni barroca Calderón. De la barca de su conocimiento ha ido fraguando la materia prima de sus libros. De las experiencias de su vida como madre de nueve hijos y profesora universitaria ha surgido una chispa de ilusión permanente que viste de esperanza las páginas que toca.

“Si formularan las preguntas oportunas, me vería obligada a responderlas”. Así arranca la penúltima novela de la madre literaria de Lola MacHor, Dispara a la luna. Con esta promesa entre ceja y ceja, disparamos:

Vuelve en rojo sobre negro con Clave Matisse. Planeta. Vuelven Lola MacHor y sus cuitas. Vuelve la intriga judicial. ¿Sus novelas son cada vez más de permanente actualidad?

Son de permanente actualidad porque versan sobre la condición humana, que no ha variado mucho desde nuestros orígenes. Solo hemos creado un nuevo placer que no conocieron los clásicos: la velocidad. Y, aun así, en las ciudades no nos van a dejar correr… Los problemas de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo siguen siendo los mismos, y esa actualidad perenne se mantiene viva en las nuevas páginas.

Su magistrada protagonista nació mucho antes de que llegara la Ministra de Justicia, que, por cierto, también se llama Dolores… La de Garzón, Villarejo y tal. ¿Le inspiran estas historias de hoy, o prefiere imaginar otras conspiraciones más originales?

 

La realidad siempre supera a la ficción. Mi Lola pertenece al poder judicial, no al político. Hay mucha diferencia. La realidad más inmediata no me inspira, porque es muy de ir a saltos y a corto plazo. Prefiero la investigación a fondo sobre la condición humana. En estos tiempos tan convulsos, hay muchos saltos de páginas en las historias que nos cuentan cada día los periódicos.

Usted fue de las primeras en nombrar una mujer para el Supremo y veo que ya hay diez. El Supremo sigue siendo supremamente masculino, pero fue usted una pionera… ¿Con mujeres en sus puestos la justicia será más justa?

Efectivamente, cuando nació Lola MacHor no había ninguna mujer en el Supremo. Lo hice a conciencia. En los tribunales donde juzga una comisión, la diversidad hace que la realidad se coloque en su sitio. Si todo el Supremo estuviera formado por mujeres, tampoco sería sano para la justicia. La diversidad permite ver los casos en 360 grados, porque la interpretación de la ley tiene unos matices que cada cual capta en función de su idiosincrasia.

¿Le azora ser una Azorín? ¿Considera la necesidad de estar a la altura cada vez que se pone a escribir?

Al principio, me agobiaba mucho pensar que lo que estaba escribiendo iba a ser juzgado por miles de personas, pero cada vez me siento más libre. Tengo asumida la profunda verdad de que nunca seré perfecta, y cuando sabes que te equivocas igual que el resto, se avanza con más naturalidad. Eso no significa que baje mi nivel de calidad. Sigo haciendo casi veinte versiones por página… Lola me ha ayudado a ser más fresca y a que las cosas fluyan.

¿20 versiones por página? Es usted más exigente que sus editores, entonces…

Tengo unas magníficas correctoras de estilo y temática en Planeta, pero, sí, no creo que sea de las que más les hace trabajar. Me curro mucho cada novela, porque me apasionan. Pero, más allá de las erratas, que al final no son muchas, siempre es importante que alguien se enfrente con objetividad al texto definitivo. Soy crítica con mis novelas, porque sé que el precio de un libro da para mucho. Al lector que lo compra, sobre todo en papel, hay que darle lo que está pagando.

¿Caerá algún día una novela negra sobre premios literarios con Lola en el jurado, o la ficción supera a la realidad en esos lares?

No es un tema que me apetezca mucho, porque sería una trama muy lineal. Mi experiencia con los premios literarios está exenta de cualquier tipo de misterio. Me interesan las historias un poco más complicadas.

Azorín también es periodismo. Cuando se pone a investigar y a documentar sus libros, ¿se encuentra muchas exclusivas periodísticas por el camino?

Sí… Tuve una columna en un periódico, pero no me sentía suficientemente libre. Ahora participo en una tertulia radiofónica para hablar de Economía y me documento exactamente igual que para una novela. El periodismo va muy rápido y caduca muy pronto, y a mí me interesa más la condición humana latente en las historias, algo que no tiene fecha de caducidad.

Una de las características de sus novelas es poner también el foco en las buenas personas y en las buenas acciones. ¿Eso es ir ya demasiado a contracorriente?

Cada autor tiene su sello. El mío es reflexionar durante el relato sobre por qué hacemos las cosas, incluso por qué las hago yo. Quizás mi visión positiva de la condición humana no es una tendencia en el mundo de este tipo de novelas; por eso, las mías, siendo negras, son más luminosas. Los humanos somos capaces de los mayores horrores, pero también de grandes virtudes. Somos los egoístas más profundos, pero también altruistas sorprendentes. Ese contraste entre el negro y el blanco nos posiciona a los demás en los grises. Procuro patinar mis páginas negras con blanco, porque me parece que así es la realidad.

¿Qué valores de nuestro tiempo le sorprenden más gratamente, al analizar a las personas con sutil disección forense?

Cada día me sorprende más la juventud. Los jóvenes de nuestro tiempo tienen de todo a su alcance –información, viajes, idiomas, y a todo ese mundo global que se les ha quedado pequeño- y, en vez de convertirse en personas pequeñas, gordas y egocéntricas, yo les veo más libres, más solidarios, más conscientes del mundo que les rodea… Lo contemplo en mis hijos, en mis estudiantes, y es un punto de esperanza para la sociedad que no se lee en los periódicos. Brilla mucho talento, mucha imaginación y mucho arte. El arte nos hace diferentes del resto de los seres vivos.

Experta criminalista y filósofa: ¿Por qué matamos el lado bueno de nuestra sociedad? ¿Estamos cansados? ¿Somos cínicos? ¿Necesitamos defendernos de nuestras miserias apuntando al corazón ajeno?

En todos los humanos late una alta dosis de morbo. Siempre recuerdo las crónicas de los sanfermines, y cómo a veces parece que el único interés es si ha habido heridos… Leo textos en los que dicen que no ha habido que lamentar daños físicos, y parece que lo escriben con pena… Ese es el morbo que estamos acostumbrados a encontrar en los medios de comunicación, especialmente en algunos programas de televisión. Nos producen morbo las muertes extrañas, las personas que quedan en evidencia, las comparaciones odiosas. Ese lado oscuro de las personas que viven viendo sufrir a otros es una desagradable diversión que va pareja a la condición humana, por desgracia.

Su trayectoria literaria va de Las lágrimas de Hemingway a Clave Matisse. ¿Alguna metáfora de su evolución entre ambos referentes culturales?

No sé ya el número de veces que he leído El viejo y el mar, de Hemingway: una historia de luces, sencilla, fresca e intimista. Pero hay un Hemingway que es muy Matisse: el de Fiesta, ¡y es el mismo autor! Eso es lo que tiene la condición humana. El Matisse de la explosión de color es el mismo que el Matisse de las mujeres que no sonríen, el atribulado, el que está rodeado de supuesta alegría en zonas tristes de recreo… Los dos representan muy bien esos negros y esos blancos con los que escribo. Tanto Hemingway como Matisse reflejan bien con sus vidas y trayectorias el espíritu de contraste entre el quiero y no quiero, entre el me gustaría y el no sé cómo, entre la felicidad y las lágrimas.

Más allá de sus páginas de novela, en su ordenador habrá también muchas páginas de estudios, tesis, análisis… ¿Quien plagia la sabiduría ajena es más personaje que persona?

Si lees mucho, a veces te acabas apropiando de ideas de otros. Eso no me parece un plagio, porque es, al fin y al cabo, el espíritu de la ciencia. Pero el plagio de apropiarse del trabajo de otro de manera espuria, sin haber hecho avanzar en nada la ciencia, es el que criticamos con dureza. Por si acaso, cuando escribo novela negra no leo novela negra. Me da miedo tomar, sin querer, cosas de otros. El plagio vil es un desprecio por el esfuerzo de los demás, por las veinte versiones por páginas, por el tiempo que tarda una persona en escribir una conferencia… Improvisar cuesta mucho. El plagio que es un robo es miserable, porque se hace siendo conscientes de que se distrae –en sentido jurídico-  conocimiento ajeno sin el más mínimo reparo.

Lo digo porque hemos empezado el curso con tesis presuntamente plagiadas y másteres sin esfuerzo en el epicentro político nacional… Usted, que ha sido decana de una facultad de Económicas, y que conoce bien el contexto universitario español, ¿qué piensa cuando lee sobre estos desfalcos intelectuales?

Más allá de los plagios y los másteres de dudosa ejecución, la Universidad exige un replanteamiento en los tiempos de Google. Deberíamos repensar para qué está la Universidad, y si cumple sus objetivos sociales; si la formación profesional tiene el realce debido… Debemos adecuarnos a los nuevos contextos sociales. De todas formas, no creo que esas excepciones sonadas sean el verdadero reflejo de la Universidad. No hay más que ver el trabajo de nuestros científicos, pegados a sus puestos de trabajo y generando ciencia. O la cantidad de esfuerzo y de horas de trabajo que acompañan, por lo normal, a una tesis.  Esa excelencia necesita una cultura que se debe respetar.

Quien se decide a emprender una carrera universitaria sigue siendo junior más allá de los treinta y pico años. Si la educación es lo más importante para una sociedad, hay que evitar que la carrera universitaria siga siendo tan precaria. Como dice un colega, parece que un docente universitario tiene voto de pobreza. Lo que vemos en este arranque de curso son solo síntomas de un problema estructural. La Universidad no la representan los que intentan diagnosticar a su vecino después de leer tres artículos en internet. Es posible que hayamos banalizado la carrera académica.Reyes Calderón_2 Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Entre esos estudios, usted se orientó en su día por las buenas prácticas de gobierno corporativo. ¿Mucho humo entre protocolos? ¿Mucha responsabilidad social corporativa más falsa que Judas?

El gobierno corporativo ha avanzado muchísimo en todas partes, y en España también. Gobernar un país o una empresa no es nada fácil, y menos en un entorno como el que nos brinda la actualidad. Se trata de tomar decisiones complejas, con muchas cuestiones que se deben tener en cuenta y que interactúan al mismo tiempo. Pero esa idea de que todos los gobiernos deben rendir cuentas a la sociedad está muy presente. El impacto social de los gobiernos corporativos asume más protagonismo, y eso es positivo. En países como el Reino Unido ahora, uno de los miembros independientes del consejo de administración tiene que velar específicamente por los trabajadores. El empleo es una de las mayores responsabilidades sociales del empresario, y en esa tendencia hemos avanzado considerablemente.

Sobre la responsabilidad social corporativa, es cierto que en muchos casos es puro maquillaje, pero bienvenido sea. Muchas empresas se adentran en este ámbito con motivaciones cosméticas, pero después entienden lo que están haciendo. El Dow Jones de Sostenibilidad es una foto jugosa para los grandes empresarios, y es una foto interesante para la sociedad; sobre todo porque, cuando sales bien al principio, debes mantener tu posición en el futuro, lo cual acaba cambiando muchas políticas de empresa, especialmente en campos como el medioambiente o la acción social. A mí no me importan tanto las razones que mueven a las empresas, sino el impacto que producen en la calle.

¿La sociedad mira con recelo a los empresarios?

La reputación de los empresarios está bajo mínimos. Y de los de empresas cotizadas, muchísimo peor. Es una desgracia, porque el noventa y tantos por ciento de las empresas son pymes; porque son personas que durante la crisis se han dejado por el camino gran parte de su patrimonio por mantener empleos, y eso es una injusticia. No hemos sabido transmitir a la sociedad qué hace una empresa. Pongamos el ejemplo de una compañía que ganara cero euros. ¿Su impacto social es cero? ¡No! Ha tenido un impacto enorme en sus clientes, en sus trabajadores, en sus proveedores, en sus accionistas…

Si la reputación es lo que los demás opinan de ti sostenido en el tiempo, no hemos sabido comunicar qué aportan las empresas a la sociedad en términos de innovación, de empleo, de bienestar… Las asociaciones profesionales no han sabido liderar esa asignatura pendiente. Por ejemplo, no entiendo cómo la Asociación Española de Banca no tiene un equipo que estudie por qué la reputación de la banca española está tan por los suelos, porque antes no se veía así a los banqueros. Venimos de una crisis tremenda, y las barbaridades que se han hecho con algunas compañías han afectado a todo el sector y todavía no nos hemos recuperado de eso. Yo tengo una hipoteca, y sin la ayuda del banco no tendría casa propia. Ese tipo de servicios de los bancos no los valoramos. Hay que hacer un gran esfuerzo de comunicación, que demuestre que, igual que la familia es la célula básica de la sociedad, la empresa tiene un papel protagonista como célula básica de nuestro bienestar.

También quiso especializar sus enfoques hacia las estrategias anticorrupción. Precisamente casi ha arrancado ya en Andalucía una campaña electoral con los prostíbulos pagados por todos como telón de fondo. ¿El poder eterno y la corrupción van de la mano?

La corrupción es una realidad compleja, que suele ir en red. Es una enfermedad que afecta a la vez a muchos órganos. Cuando aflora la corrupción, hay tres realidades que siempre están presentes: un poder discrecional del que se abusa, como el de los políticos; el logro consecuente de una suculenta renta que supera con creces el capital previo; y la esperanza de la máxima impunidad para delinquir sin ser castigados.

En España, mucha gente con poder discrecional podía obtener mucha renta y con impunidad, un elemento que ha dominado la cultura española reciente. Ahora hay quien está cansado de que en los periódicos haya todos los días casos de corrupción: pues, mientras estén en los periódicos, terminarán en un juzgado y la impunidad estalla por los aires. El coste de estar en los medios y en los juzgados es muy alto, y eso reduce la corrupción.

Tenemos que aprender a no otorgar a ninguna persona un poder discrecional absoluto y sin control, ni en una compañía, ni en un partido político. Y hemos de ser inflexibles con el castigo al corrupto, lo cual no significa actuar con saña, sino controlar el dinero público para que se utilice bien, una asignatura pendiente de la democracia española. Aun así, yo estoy muy esperanzada con el nuevo escenario, porque solo podemos limpiar lo que vemos que está manchado.

Hay un caso que aglutina todas sus perspectivas profesionales: el de Rodrigo Rato, que entrará en la cárcel antes del 22 de octubre. ¿Cómo analiza usted este caso gordo?

En Rato, como en otras figuras que se contemplan en la historia de la humanidad desde Adán y Eva, vemos una ciega y peligrosa entronización de las personas. Cuando uno empieza a ascender, necesita, como los romanos, alguien que le susurre al oído “¡Recuerda que eres mortal!”. Muchos que han ido subiendo, y que posiblemente eran buenos técnicos y buenos profesionales, que incluso, seguramente, tenían grandes valores en origen, no han contado con alguien al lado que les pusiera en su sitio. Si te rodeas de gente cómoda, que te dice solo lo que quieres oír, y te encierras en tu castillo –en La Moncloa, o en el Fondo Monetario Internacional-, terminas en la cárcel casi siempre. Tu conciencia se va haciendo más laxa, y acabas encontrando excusas para cualquier cosa. Hay muchos Ratos y muchos Condes en la política a lo largo de la historia.

Cuando he tenido algún pequeñísimo cargo de autoridad, siempre me he buscado a alguien que me recuerde –cariñosamente- todo lo que hago mal; pero rápido, porque, si no, es fácil perder la perspectiva. El que tiene poder necesita que alguien cercano le diga: “¡Te estás pasando! ¡Te estás comportando como un insensato!”. El “seréis como dioses” está debajo de las grandes crisis financieras, que antes fueron crisis éticas.

En la literatura, donde todo es más subjetivo, ¿es más difícil aceptar que te corrijan los errores?

Dos realidades conviven en el ámbito de la creación literaria: la hoguera de las vanidades, que nos afecta a todos; y lo que decía Santa Teresa de que “la humildad es andar en verdad”. Un escritor tiene que escuchar, pero después toma sus decisiones con la libertad que le imprime su firma.

¿Cuál es su autopsia de la defunción del Banco Popular?

Eso está todavía sub judice y hay que esperar, porque la gente tiene derecho a conocer la historia completa. Solo puedo decir que estuve diez meses en el Banco Popular como consejera independiente, y han sido los diez meses más difíciles de mi vida. He aprendido muchísimo de la gente que tenía alrededor. Me tocó escuchar mucho a unos y a otros, y al final tuve que actuar en conciencia. ¡Y qué difícil es actuar en conciencia!

He leído en alguna noticia que usted ha notado en su nuca el bullyng por su papel en el caso Popular. ¿Exageran las crónicas, o ni siquiera muestran la punta del iceberg?

A lo largo de mi vida le he dado muchas vueltas a lo que significa ser independiente… La independence of mind de la que habla el Banco Central Europeo no solo significa que tú no te lucres de las decisiones que propones, sino que las adoptes con independencia de amigos, de tus objetivos, de tu religión, de tu partido político… Se trata de tomar decisiones pensando exclusivamente en el bien social y en el bien de los accionistas. Tomar decisiones en un banco complejo como el Popular pensando solo en el bien social y en el de los accionistas, independientemente de que te puedas equivocar en lo técnico, no en lo moral, no es fácil y trae consecuencias siempre. Un consejero independiente tiene que ser independiente, y eso desencadena efectos colaterales personales, por supuesto, aunque pensaba que iban a ser menos… Como les enseño a mis hijos, lo que se empieza, se acaba, y hay que apechugar con lo que venga.

¿La gran lección aprendida de esos diez meses en el Popular?

Que tenemos que aprender lo que realmente es la independencia.

¿Lola MacHor llevaría las causas que hagan falta en los banquillos de ese caso?

Si le tocara en la Sala de lo Penal, sí… Pero este caso se lleva en la Audiencia Nacional.

¿Lola MacHor será una estrella del cine?

José Antonio Escrivá está preparando los guiones… Me haría mucha ilusión ver a Lola en pantalla. Me da un poco de reparo pensar quién la interpretará, aunque tengo claro que en España tenemos actrices estupendas.

¿Sería más película que serie?

A mí me gustaría más una serie. Una de las cosas de mis novelas es que se leen rápidamente, pero tienen muchas tramas; por eso creo que encaja bien en el formato serie. Además, desde la primera hasta la última novela Lola ha ido cambiando de juzgado, pero también como persona, de situación particular, etc.Reyes Calderón_3 Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Diez libros. Nueve hijos. Profesora. Consejera. ¿El tiempo es oro o vida?

El tiempo es lo más valioso que tenemos, y lo más escaso. Es flexible y se amolda a las circunstancias, a las ilusiones, a las prioridades de cada cual. Debemos ser conscientes del regalo que supone cada minuto, para aprovecharlo bien. Como luego vas y te mueres, hay que ser buena gente aquí y aprovechar el tiempo, no solo para engordar, sino también para hacer cosas por los demás. No se trata de quitar de lo que me sobra, sino de lo que puedo aportar para construir a mi alrededor un mundo realistamente mejor. Cada vez que corrijo una escena de un libro por enésima vez, pienso en que merece la pena si ese texto acaba alegrando la vida de alguien.

¿Ser madre de nueve hay que llevarlo con discreción en una sociedad acostumbrada a otras cifras? ¿Se siente mirada de reojo?

Una vez, paseando con varios hijos míos por Francia, me pararon para darme la enhorabuena. Eso en España no me ha ocurrido jamás… Siempre me he sentido un poco incapaz de ser una buena madre, y educar en equipo ha sido mucho más fácil. Mis hijos mayores han sido mejores madres y padres de sus hermanos que nosotros. Para mis hijos, nuestra familia ha sido un gran semillero de imaginación. Ahora están dispersos por el mundo, pero nos seguimos reuniendo en torno a una guitarra y a un plato de macarrones. Disfrutamos mucho juntos de la vida sencilla. Esta sociedad necesita macarrones, guitarra y el placer de las cosas corrientes, y, quizás, menos cruceros…

En los ámbitos literarios siempre me hacen la misma pregunta: ¿Nueve hijos? ¿Pero de cuántos maridos? Hay quien ve más excéntrico que todos mis hijos tengan el mismo padre. La sociedad cambia, pero mis principios continúan. Yo he sido muy feliz. Mi casa ha sido una sola mesa rodeada de mucha variedad, aunque toquemos a menos…

Después de leerse unas cuantas actas de exorcismos para ambientar con criterio sus novelas, ¿el demonio existe? ¿Se viste de Prada?

El mal existe, y no está solo en el internet profundo. Se viste de lo que haga falta.

¿La desesperanza es el demonio más común en nuestras calles?

El más común es la mentira, uno de los virus más dañinos de la sociedad. Pero la mentira acaba convirtiéndose en desesperanza. La esperanza es lo último que se pierde, porque es lo que nos hace humanos.

Carmen Calvo quiere obligar por ley a la paridad en las cúpulas empresariales… ¿A una doctora en Económicas estas cosas le ofenden o le dan alas?

Tengo el corazón partido. Lógicamente, apuesto por la diversidad, pero, a la velocidad que vamos, parece que no llegaremos nunca. Si vamos a este ritmo, quizás es bueno el empujón de las cuotas. Muchas mujeres que están en puestos de responsabilidad no respaldan las cuotas, pero yo pienso en la gente más joven y en la velocidad de la aplicación de la diversidad positiva. Preferiría que las empresas fueran conscientes del valor de la diversidad y aceleraran, pero, si no, no pasa nada por impulsarlo con medidas legales.

¿El Ibex 35 es masculino, femenino, neutro o el justo?

El Ibex 35 es masculino, porque tiene una historia masculina y muchas de esas empresas proceden de las privatizaciones de épocas masculinas. Además, el Ibex 35 tiene una edad que no es la de mis hijos. Deberíamos pensar en el siguiente Ibex 35.

¿De quién ha aprendido más en su vida: de sus hijos, de sus alumnos, de sus lectores, de sus colegas consejeros de grandes corporaciones…?

De mi marido.

¿Qué lee cuando no escribe?

Leo poesía y releo a los clásicos. Ando ahora de nuevo con las Novelas ejemplares, con Homero, y todo eso lo combino con Murakami. Me gusta un poco de todo. Soy muy ecléctica con mis lecturas. Todos los libros que empiezo, los termino, aunque no haya acertado en la elección…

Vuelve usted con una novela negra apellidada Matisse, el nombre del color sin fronteras. ¿Guiño o casualidad?

La que hay detrás de la vida de Matisse es tristeza. La portada de la novela es en blanco y negro, salvo el rojo de las letras. Relata la pena que esconde una historia de guerra, que es muerte, pero también es expolio, lucrarse a costa de los que sufren… Hablamos de una guerra que sigue viva en cuanto a expolio artístico se refiere, como vemos en las obras de arte robadas que aparecen con cuentagotas, y también sigue latente desde el punto de vista político, como vemos con la aparición de partidos neonazis, negacionistas del holocausto, las pugnas por cuestión de raza… Todo eso está surgiendo de nuevo como después de un naufragio. La clave metafórica de este libro es combinar la alegría de los colores de Matisse con la tristeza de su propia historia.

Lola MacHor perderá una pulsera y una copia del fovista: ¿Empieza a despojarla de cosas para que quede solo lo importante?

Es una manera de explicar en qué medida somos también nuestra herencia, porque hay herencias envenenadas, como vemos en los partidos políticos; la genética te hace pelirrojo o no, y también las cosas que recibes te pueden conformar así o de otra manera.

¿Qué es lo importante en sus libros?

Que la gente termine con una sonrisa, que el lector se implique en las páginas, y que cualquiera que abra una novela mía descubra nuevas puertas de esperanza.

¿Qué es lo importante en las páginas de su vida?

Que cuando me muera tenga las manos un poco más llenas que cuando nací. Y, si llego a unas puertas de un cielo, que me dejen pasar.

REBOBINANDO

Cuenta que fueron estas, más o menos, las palabras del Cardenal John Henry Newman, hoy beato, un día cualquiera de su coherente biografía:

“Caso de verme obligado a hablar de religión en un brindis de sobremesa -desde luego, no parece cosa muy probable-, beberé '¡Por el Papa!' con mucho gusto. Pero primero '¡Por la Conciencia!', después '¡Por el Papa!'”.

La independencia y la conciencia, dos brindis íntimos, las mejores pastillas contra el dolor de los quebraderos de cabeza, la respiración asistida y la impotencia del merengue sin voluntad que deambula como zombi en dirección contraria a la lógica de la ética.

Cuando la conciencia formada es la piedra de toque de una vida, las cuentas salen claras, los consejos son desinteresados, las páginas son nuevas, las clases son gasolina, los hijos son libres, y los macarrones son menú del día para momentos extraordinarios.

La conciencia impulsa el esfuerzo, estimula la generosidad, acelera el deseo de aprovechar cada minuto, y subraya el para quién de cada acto.

La conciencia libre genera sonrisas perennes, almas sin cadenas, ganas de crear, necesidad de agradecer, y tiende puentes en una sociedad plagada de cruces.

Independencia. Conciencia. El binomio más estructural y más a contracorriente en los rediles de rebaños de renombre.

¿Reyes o Lola?

La tenacidad (independencia, más conciencia, más empeño) está en el ADN de las dos. Pero el mérito no puede ser de la que solo pisa las calles de papel…Reyes Calderón_4 Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

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