Javier Fumero

Felipe González me ha dejado grogui

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acompañado por los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero inauguran la exposición '40 años de democracia, 40 años de progreso.
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acompañado por los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero inauguran la exposición '40 años de democracia, 40 años de progreso.

Admito que todavía estoy un poco grogui tras escuchar las palabras pronunciadas este lunes por el ex presidente Felipe González, en el marco de una celebración del PSOE y ante la presencia de Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero. Allí, con un desparpajo brutal, desinhibido, sin cortarse un pelo, soltó la famosa frase que ya ha hecho historia: “En democracia, la verdad es lo que los ciudadanos creen que es verdad”.

Es la admisión pública de una visión del mundo terrorífica, a mi modo de ver. Allí donde la verdad no existe porque impera el relativismo se produce una degradación social imparable, perniciosa y destructiva.

Recuerdo cuando hace unos años se le preguntó a un representante de Podemos por la alianza con Pedro Sánchez después de que el líder socialista hubiera dicho que jamás dormiría tranquilo con ellos cerca. Respondió en la misma línea que Felipe González: no pasaba nada porque en política existe la posibilidad de volver hacia atrás y cambiar. Es decir, se puede lograr que lo dicho no signifique nada, que no deje poso. Da igual el pasado. Lo importante es el presente. Se pueden redefinir los hechos, lo sucedido, sin que la realidad nos encadene.

Es el relativismo político en su máximo esplendor. El marxismo de Groucho Marx en su versión parlamentaria: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”. Porque no hay nada inmutable, real, verdadero. Por eso, aquel asesor de Pablo Iglesias remataba: “la política es una puesta en escena”, como un teatrillo donde nada es lo que parece porque los hechos no remiten a verdades.

Sin embargo, si alguien cree firmemente en que cada uno tiene su verdad y considera imposible que exista una verdad objetiva sobre la mayoría de las cosas, no podría dialogar, quedaría incapacitado para realizar una puesta en común constructiva. ¿Para qué? Se podría llegar a pactos, pero no tiene sentido intentar convencer a alguien de algo si cada uno tiene su verdad. Sería un diálogo de sordos.

Ahora, quedaría por preguntarle a don Felipe González qué hacemos con aquellas sentencias (también con derivadas políticas) que sí parecen incontrovertibles: ¿en democracia matar a un inocente es malo o depende de lo que crea la gente?, ¿repartir justicia es bueno?, ¿castigar al malvado es conveniente?, ¿ayudar al que sufre nos hace mejores? Pregunto. Yo creo que sí, que hay verdades indiscutibles. Y por eso, al que no las defiende habría que reprochárselo y perseguirlo si fuera el caso. Como hace también el Partido Socialista. ¿En qué quedamos?

Se dialoga si hay un verdadero afán y esperanza de acceder a la verdad por medio de la inteligencia, si uno tiene el convencimiento de que se puede alcanzar la verdad de las cosas, aunque muchas veces no resulte sencillo. En caso contrario, es la ley del más fuerte.

Más en twitter: @javierfumero

 
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