José Apezarena

Mascarada en el Parlamento

Lo he escrito en otras ocasiones, pero la mascarada montada ayer a propósito de la validación de la ley de abdicación del rey me empuja a volver sobre lo mismo.

La escenificación de patochadas y hasta bufonadas en el pleno del Congreso fue de récord: casi todos se sintieron en la obligación de montar su particular número, en una extraña competición de dislates.

Unos dando vivas a la república, otros exhibiendo carteles y luciendo escarapelas con sus colores, aquel pidiendo la independencia del País Vasco y gritando el “Gora Euskadi Askatuta” mientras sacaba una ikurriña, el otro proclamando (en catalán) la república…

Lo de ayer constituyó una juerga, que hasta sería divertida, salvo por el detalle, nada pequeño, de que el escenario era una de las cámaras legislativas de este país.

Esas intervenciones serían quizá tolerables en una asamblea de facultad, o en una tertulia tabernaria, y hasta en las fiestas de cualquier pueblo, pero montarlas en el Congreso me parece que constituyen una falta de respeto a la ciudadanía, a todos nosotros. Y a ellos mismos también, por supuesto.

¿Qué soy un estrecho? Dice nuestra Constitución que la soberanía reside en el pueblo español, dueño y señor de los destinos de este país llamado España, por encima de reyes, de gobiernos, de partidos y de políticos.

Y esa soberanía la ejercita mediante el voto, por el cual coloca en las Cortes a unos señores que, llamados diputados, que son sólo los delegados y representantes del pueblo. Los súbditos de los españoles.

Por tanto montar espectáculos circenses en las Cortes es lo mismo que pisotear el buen nombre y la dignidad de la democracia. Como suena.

Los españoles no nos merecemos personajes como los que buscaron ayer protagonismo en el pleno del Congreso.

 

¡Luego, se quejarán de que los políticos son percibidos por la ciudadanía como uno de los problemas más importantes que tiene este país!

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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