José Apezarena

La bandera, a la papelera

Una bandera de España

Diversas épocas y distintos lugares de este país han sido escenario de lo que se denomina “guerra de banderas”. Si se teclean en Internet esas tres palabras, los resultados que aparecen resultan muchos y variados, por ciudades, tipos de enseñas, protagonistas…

Por citar un ejemplo, “guerra de banderas” se calificó la iniciativa del ayuntamiento de Madrid de colocarla, con grandes mástiles, en los distritos de la capital, mientras los consistorios socialistas se mostraban reacios a seguir ese ejemplo.

Y así se denominó también el episodio que se produjo en Barcelona el 16 de septiembre de 2021, con ocasión de la mesa de diálogo sobre Cataluña. Durante la rueda de prensa de Pedro Sánchez en la Generalitat, a su espalda aparecían dos banderas, la española y la de Cataluña. Pero, en cuanto concluyó, y antes de que diera comienzo la intervención del president Pere Aragonés, se procedió a una apresurada retirada de la bandera de España.

La bandera de España causa sarpullidos. Tal se deduce de la animadversión que muestran los independentistas catalanes, y de la rapidez con que se mueven para prescindir de ella.

La retirada de la bandera de España casi se ha convertido en un tic de los dirigentes de Junts. Ya la apartó en su día la ínclita Miriam Nogueras, con toda desfachatez, en el escenario del Congreso de los Diputados.

Cataluña se ha especializado en manejos de los ayuntamientos para eludir la ley 39/1981, que obliga a colocar en sus balcones la bandera de España. Los incumplimientos han ido, desde poner la enseña catalana y la del pueblo, colgar solamente la ‘senyera’, no colocar ninguna…

La “guerra de banderas” de septiembre de 2021 ha vuelto a repetirse, en el mismo lugar, con los mismos protagonistas, igual escenificación y por idénticos motivos, el 21 de diciembre, en la visita de Pedro Sánchez a la Generalitat para entrevistarse con Aragonés. Después de su intervención, quitaron la bandera de España que había lucido junto a la catalana.

Como resulta bien conocido, en este tipo de encuentros al máximo nivel, los protocolos se negocian y pactan previamente en todos sus detalles. Precisamente para que ninguna de las partes se encuentre con situaciones indeseadas. Es decir, que Pedro Sánchez supo con anticipación, tanto en septiembre de 2021 como ahora, qué se iba a hacer con la bandera de España. Y, por tanto, lo consintió. Así es, por mucho que intenten esconderlo o silenciarlo.

Lo ha tolerado el mismo Pedro Sánchez que, en 2015, abrazó una enorme bandera de España cuando, al más claro estilo yankee, se presentó junto a su mujer, Begoña Gómez, como candidato a las elecciones generales. Entonces se le acusó de “envolverse” en la enseña nacional.

 

Y ahora, recientemente, para tapar el ruido de sus pactos con el independentismo y de la ley de amnistía, un patriótico PSOE ha incorporado la bandera de España a la imagen del partido, como se apreció en la última reunión de la cúpula de Ferraz.

Bandera sí, bandera no, según convenga. Lo de tener principios es algo coyuntural.

Aparte de otras consideraciones, históricas y recientes, no conviene olvidar que por esa bandera perdieron la vida en el País Vasco no pocos guardias civiles y muchos resultaron mutilados. ¿Qué estarán pensando ellos o sus familias.

En noviembre de 2022, el Tribunal Constitucional consideró un delito de ultraje a la nación la quema de una bandera de España. Seis meses después, el pasado mayo, una juez de Barcelona absolvió a un independentista por quemarla, al considerar que eso forma parte de la libertad de expresión.

La bandera de España, lo mismo se alza en el escenario si conviene, que se tira a la papelera cuando puede molestar políticamente. Se llama tener principios.

editor@elconfidencialdigital.es

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