José Apezarena

"Yo derroté a ETA" (Pedro Sánchez)

Pedro Sánchez, en el Pleno del Senado del 16 de mayo último

En el año 2006, cuando ETA agonizaba, perdida prácticamente su capacidad de golpear, acorralada en España y en Francia, sin dinero y sin la llegada de nuevos pistoleros, José María Calleja e Ignacio Sánchez-Cuenca publicaron el libro “La derrota de ETA. De la primera a la última víctima”.

Editado por Adhara Publicaciones, ofrecía un índice exhaustivo sobre las víctimas del terrorismo, de la primera a la última, relataba cómo murieron, y el clima político y de opinión en el que ETA llegó a asesinar a casi un centenar de personas en un año. Era una historia de lo que había ocurrido, pero confirmaba ya la derrota. Cinco años antes del abandono ‘oficial’ de violencia por parte de la banda asesina.

En efecto, el 20 de octubre de 2011, ETA anunció el abandono de las armas. La banda había sido derrotada.

Seis años después, en noviembre de 2017, el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo publicó, con la firma de Florencio Domínguez, uno de los principales expertos en la banda terrorista, un artículo titulado “Las claves de la derrota de ETA”.

El texto sigue disponible, se puede acceder a él por Internet, pero no me resisto a recoger algo de su contenido.

En octubre de 2011, ETA intentó presentar el abandono de las armas como una decisión voluntaria, tratando de disimular que en realidad era la aceptación de “la derrota -escribe Florencio Domínguez- provocada por el Estado democrático mediante el empleo de las fuerzas de seguridad y la justicia con la colaboración de las autoridades de Francia”.

Lo que en realidad hizo la banda fue “reconocer su impotencia para sostener su enfrentamiento contra el Estado, una impotencia que arrastraba desde una década antes, desde finales de 2001. A la banda terrorista le costó diez años asumir que había perdido su pulso con las instituciones democráticas”. Es decir, Florencio Domínguez explica que ETA había sido ya derrotada en 2001.

“La actuación del Estado forzó a ETA a renunciar al terrorismo”. Y hay que mencionar -añade- “la resistencia ejemplar desarrollada por los cargos públicos amenazados, por los grupos cívicos que se enfrentaron al terrorismo, por los intelectuales comprometidos en este combate ideológico, por todas aquellas personas que soportaron (...) las pretensiones etarras de acallar las voces disidentes en el País Vasco. Aquellos militantes de partidos constitucionalistas que dieron el paso para ocupar los puestos dejados por compañeros asesinados, aquellos otros que hicieron frente a las amenazas y peligros para mantener en circunstancias adversas la representación popular que habían obtenido en los ayuntamientos o en otras instituciones, los que sacrificaron su bienestar personal y el de sus familias por defender sus ideas frente a los violentos, dieron un ejemplo político y moral que no debe ser olvidado”.

Las víctimas del terrorismo, todas ellas, confiaron en el Estado de Derecho, y su sufrimiento contribuyó y sigue contribuyendo a la deslegitimación de la violencia etarra.

 

“Su presencia pública -escribe Florencio Domínguez- sigue siendo necesaria en un escenario sin ETA para mantener la memoria viva del pasado y para contribuir a afianzar una nueva sociedad en la que el terrorismo quede deslegitimado ante las nuevas generaciones gracias al testimonio permanente de los afectados directamente por la violencia y de sus allegados”.

La victoria policial sobre el terrorismo es “el resultado del trabajo continuado de los sucesivos gobiernos que hicieron frente a una banda terrorista que prolongó su actividad durante décadas”.

Sobre la cooperación policial y judicial de Francia, sostiene que fue un factor decisivo. “Sin la ayuda de las instituciones francesas no habría sido posible acabar con la banda terrorista de la forma en que se ha hecho”.

Cita Florencio Domínguez tres iniciativas políticas, adoptadas entre 2000 y 2003, que tuvieron un papel clave en la derrota de ETA: el Pacto Antiterrorista negociado entre los dos grandes partidos nacionales, el PP y el PSOE, la Ley de Partidos, y la ilegalización de HB como consecuencia de la aplicación de esa ley.

Miremos la historia. ¿Quién gobernaba esos concretos años, entre 1996 y 2004? José María Aznar.

Aunque ETA tardó diez años en asumirlo y reconocerlo, la banda estaba derrotada desde 2001, merced el esfuerzo, el sacrificio, el dolor y la determinación de todos los que se han citado.

No es esa la versión que vende Pedro Sánchez.

Durante la moción de censura presentada por Vox en octubre de 2020, destacó que a ETA la derrotó “un gobierno socialista”.

Y un año después, en el 40 congreso del PSOE, celebrado en Valencia en octubre de 2021, afirmó en su discurso: "Hace diez años un gobierno socialista con José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba acabó con el terrorismo de ETA y no fue por casualidad",

Ahora ha dado un paso más, y lo ha proclamado, en sede parlamentaria, precisamente la víspera de la campaña electoral, durante el debate con Núñez Feijóo celebrado en el Senado.

Ha tratado de vender a los españoles, con la única mira de ganarse su voto, que a ETA la derrotaron los socialistas. Ellos solos. Sin nadie de los que cita ampliamente Florencio Domínguez. Los derrotó, en fin Pedro Sánchez.

Reescribir la historia es uno de las más reprobables fraudes que cabe cometer contra los ciudadanos, contra la sociedad, contra un país. Pero mucho más cuando lo que se manipula y tergiversa (se esconde) dice relación con asesinatos, extorsión y secuestros. Con víctimas y con genocidio. Con terrorismo, en fin.

editor@elconfidencialdigital.es

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