José Apezarena

Las encuestas están desnudas

Emmanuel Macron.
Emmanuel Macron.

En vísperas de unas elecciones presidenciales en Francia, Luc Bronner, reportero de Le Monde, ha asumido identidades falsas para participar en gran número de encuestas electorales, con el fin de desvelar las interioridades, y la verdad, de los paneles

En las últimas seis semanas, participó (fue preguntado) en más de 200 encuestas, de los institutos de opinión más prestigiosos que operan en Francia: Ipsos, IFOP, Kantar, BVA, OpinionWay, Harris Interactive, GfK...

Unas veces era Ludivine, otras Karim, Louis o Géraldine. Según los casos, tenía 19 años, 26 años, 47 años, 73 años, y dijo que vivía en los suburbios de París, en Bretaña, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, el Grand-Est. Se presentó como un hombre, una mujer, un empleado, un jubilado, un maestro, una profesión liberal, un artesano, un técnico.

Desde una docena de cuentas registradas bajo identidades falsas, respondió a innumerables preguntas sobre sus hábitos alimenticios, ropa, política, ingresos, salud, gustos, últimas compras, coche, gatos y perros, hijos.

Inventé respuestas -cuenta- sobre encendedores desechables, dibujos de piruletas para bebés, un futuro anuncio de la marca System U, envases de chocolate Lindt, los lemas de Orange Bank, de Meetic, la imagen de Air France, los trailers de películas que se estrenarán en marzo de 2022, las cualidades de los actores británicos Robert Pattinson o Benedict Cumberbatch,  los mejores ketchups, los mejores juguetes sexuales, la imagen personal de Michel-Edouard Leclerc, la política francesa de vacunas, las cervezas artesanales, los protectores solares, una comedia francesa que debería llamarse Medellín, el elenco de la futura serie de Amazon The Peripheral, pero también sobre Anne Hidalgo, Michel Barnier, Xavier Bertrand, el Congreso republicano, Eric Zemmour, Emmanuel Macron y las elecciones presidenciales.

El periodista denuncia que detrás de los institutos de encuestas, de las empresas de investigación de mercados, se esconde un sistema particularmente opaco: el uso de paneles de consumidores reclutados en Internet, sin control ni regulación real, personas que, a cambio de una remuneración modesta, opinan sobre todos los temas imaginables. Y sus datos se han vuelto decisivos en la conducción de políticas públicas por parte de los Estados, en la batalla de las campañas electorales, y en particular en la elección presidencial.

Oficialmente, estas bases de datos, llamadas "paneles de acceso" en la jerga de los encuestadores, ofrecen calidad y fiabilidad. En realidad, según expertos independientes, estos estudios no son muy transparentes,  aunque tienen la ventaja de ser menos costosos, en un momento y un sector donde la competencia de precios es extremadamente fuerte.

Las personas pueden registrarse en una de estas bases simplemente dando un correo electrónico, una dirección (no verificada) e indicaciones (tampoco verificadas) sobre su vida, sus gustos, sus ingresos.

Pueden responder honestamente, o no, tomarse tiempo y sopesar sus opiniones. Pero también pueden hacer clic rápidamente, inventar respuestas y completar los cuestionarios con la esperanza de ganar más puntos, que luego convierten en cupones en sitios comerciales. Pueden completar un cuestionario al año o docenas. Tampoco está previsto nada para evitar registros en varios paneles con la misma dirección de correo electrónico, y mucho menos con diferentes direcciones.

 

En los últimos veinte años -sigue diciendo el periodista de Le Monde- , el uso de tales paneles ha ido creciendo, hasta el punto de que las 69 encuestas publicadas para las elecciones presidenciales de 2022 en Francia se han realizado en línea.

Y eso por dos razones: la creciente dificultad de los encuestadores para realizar encuestas telefónicas debido al uso masivo de teléfonos inteligentes y la explosión en el número de usuarios que se niegan a responder llamadas de este tipo; en segundo lugar, porque no hay que llamar o viajar a los hogares de los encuestados (el llamado método "cara a cara"). Donde antes se necesitaban docenas de trabajadores temporales durante varios días para realizar una encuesta a 1.000 personas, ahora solo se necesita un puñado de técnicos para programar los estudios y luego analizarlos.

Escribiendo "encuestas pagadas" en un motor de búsqueda -relata Bronner-, aparecen ofertas para registrarse en los principales administradores de bases de datos.

A esto añado yo que, en efecto, he probado poner en el buscador esas palabras y he encontrado empresas que se anuncian con estos mensajes: “Cobra por tus opiniones”, “Cómo ganar dinero con las encuestas pagadas”, “Gana 75 euros a la semana en línea”, “3-5 euros por encuesta completada”, etc.

En Francia, Bilendi ofrece a los institutos demoscópicos más de 700.000 panelistas, y dice que tiene una base de datos de 2,2 millones en Europa. El operador estadounidense Dynata anuncia 10 millones de panelistas en Europa.

Cierto es que los institutos tienen sus propias bases, pero recurren a suministradores cuando carecen de ciertas categorías de individuos. Los jóvenes son menos fáciles de reclutar. Cuenta Luc Branner que sus avatares jóvenes recibieron más solicitudes que los de mediana edad. Y, en general, los más rápidos en responder tienen más probabilidades de ser seleccionados para una encuesta.

La investigación del periodista francés es mucho más extensa -animo a leer el artículo- y plantea cuestiones como la aparición de “panelistas profesionales”, habituales de las encuestas, que con ello falsean la calidad de la muestra estadística. Cuenta que pudo completar hasta cuatro cuestionarios en veinticuatro horas en Ipsos; en Harris-Toluna pudo comenzar once encuestas y completar tres en una mañana; y en Dynata completó tres encuestas diferentes al día.

El relato de Luc Bronner pone los pelos de punta. Porque a partir de los resultados de esas supuestas encuestas se están tomando decisiones comerciales de calado, y, sobre todo, diseñando estrategias políticas y electorales. Aparte del engaño que suponen para la población cuando las conclusiones de tales sondeos se publican en los medios.

Como en la fábula del rey desnudo, el trabajo de Bronner deja ver también que las encuestas están desnudas.

editor@elconfidencialdigital.com

Más en Twitter

Comentarios