José Apezarena

La otra España

Innovación en las campañas electorales.
Un ciudadano deposita el voto en la urna

Avanzada la campaña, a las puertas de la jornada de votación del domingo, y a la vista de los programas electorales de los partidos, no acabo de hacerme una idea completa de qué país quedará si ganan los unos o si lo hacen los otros.

Hay propuestas, promesas, mensajes positivos, mensajes negativos, críticas a los rivales, elogios a los socios... y al final no logro ver claro qué modelo de país tiene cada una de las formaciones competidoras. Con sus leyes, anuncios, cambios ¿vamos a mejorar o, por el contrario, vamos a empeorar?

Me refiero a lo económico, por supuesto, pero no solo. Hablo también de la seguridad, del modelo de sociedad, de los valores que se implanten, del respeto a los derechos de todos, la no marginación, la igualdad de oportunidades, la convivencia de unos con otros, de garantizar la propiedad, de la educación, de proteger el medio ambiente, de cuidar la familia, fomentar la natalidad... Incluyendo, sin duda, la propia pervivencia del país frente a los riesgos de ruptura existentes, que parece que algunos no van a combatir sino todo lo contrario.

Con todas esas preguntas a la vez, me temo que no pocos van a votar a bulto. Por sensaciones, impresiones, sentimientos, rechazos elementales, por simpatías automáticas, por costumbre... pero no con el objetivo de apoyar una propuesta global de país en todos esos terrenos, tal vez porque, como digo, no se acaba de ver.

Es, lo reconozco digo, una intuición mostrenca, a solo seis días de una decisiva cita con las urnas.

Porque, hablando de país, hay que decir que España ha dado este último siglo un paso de gigante, y no quisiera que se produjera una marcha atrás en ningún terreno. Seríamos unos locos suicidas.

Ha sido un cambio que parecería increíble, imposible, si volvemos la vista atrás a lo que éramos hace un siglo.

Acabo de leer una original biografía del pintor Sorolla, en la que el autor, César Suárez, se refiere a la situación de España en el año 1900, y no me resisto a resumir su descripción.

En 1900, España tenía 18.600.000 habitantes. En aquellos momento, una cuarta parte de los recién nacidos no alcanzaba el año de vida, debido en buena parte a las penosas condiciones higiénicas. Las infecciones del aparato digestivo provocaban el 60% de las muertes. La esperanza de vida era de 35 años.

 

Entre los principales males que impedían el desarrollo económico estaba el latifundismo, sobre todo en el Sur. Siete de cada diez españoles trabajaban en el sector agrícola o ganadero en unas condiciones de vida miserables. “El odio de estos labriegos acorralados, exasperados, va creciendo, creciendo”, escribió Azorín en la “Andalucía trágica”.

El 63 por ciento de la población no sabía leer ni escribir (71% en las mujeres, 55% en los hombres), y en algunas provincias, como Jaén o Granada, se superaba el 80%, cuando en Francia esta cifra era del 24%.

Menos de la mitad de las niñas españolas, un 45%, estaban matriculadas en las escuelas primarias, a pesar de que la Ley Moyano de 1857 había establecido la enseñanza obligatoria desde los seis hasta los nueve años. Había una sola mujer doctora en la universidad y apenas cuarenta cursaban bachillerato en toda España.

El desarrollo de la industria era escaso, salvo en Cataluña y en el País Vasco. El transporte y las comunicaciones eran ineficientes fuera de los núcleos urbanos...”.

El autor reproduce una reflexión del rey Alfonso XIII en su diario: “Me encuentro el país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que anhela a alguien que lo saque de esa situación. La reforma social a favor de las clases necesitadas, el ejército, con una organización atrasada, los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes, etcétera. En fin, todos los servicios desorganizados y mal atendidos”.

De allí venimos. Hoy tenemos otra España muy distinta. Muy distinta. Pero que también precisa ser protegida, en todos esos terrenos que he comentado: económico, de seguridad, e igualmente de los valores, incluyendo el respeto a los derechos de todos, la no marginación, la igualdad de oportunidades, la protección del medio ambiente, la educación, la familia, y, en fin, evitar los riesgos de fractura del país.

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