¿Deprimirse? ¡Vaya tontería!

                Estas líneas están dedicadas a E., el último día estuvimos trabajando entre lágrimas, con la ilusión de que se convenza de que lo que le pasa no es culpa suya, aunque sí sea ella la protagonista de su recuperación.

                Edurne Pasabán, esforzada mujer alpinista ha coronado la cumbre de 12 ocho miles, ha bajado al infierno de la depresión. Joaquín Sabina, cantautor amante de todos los placeres, ha subido a las cumbres del sufrimiento de esta enfermedad. Entre estos dos extremos tan dispares, se encuentran los 18,4 millones de personas que cada año padecen una depresión en la Unión Europea.

                Las clasificaciones internacionales de la OMS y de la Asociación Americana de Psiquiatría nos informan de que es una enfermedad caracterizada por un estado emocional –que dura más de dos semanas- en el que nos encontramos vitalmente apagados. Hay pérdida de interés o de la capacidad para experimentar placer, alteraciones del humor, tristeza, baja autoestima, pensamientos negativos y sentimientos de inutilidad o culpa excesivos. Suele acompañarse de insomnio o hipersomnia (exceso se sueño), agitación o enlentecimiento, disminución o aumento de peso, dificultad para concentrarse y pensamientos recurrentes de muerte.

                Puede variar de intensidad entre leve, moderada y grave, según el número de síntomas que se presenten y las limitaciones en el desarrollo de las actividades cotidianas que generen.

                Los trastornos del estado de ánimo constituyen la principal causa de discapacidad entre los trastornos mentales, destacando la depresión mayor, que ocupa el cuarto lugar en cuanto a causas de discapacidad y se prevé que para el 2020 pase a ser la segunda causa. Sin embargo es muy frecuente que escuchemos afirmaciones sobre la depresión que encierran ignorancia y dificultan que las personas se recuperen cuanto antes.

                En una encuesta que he realizado entre 70 profesionales de la salud mental, médicos, psicólogos y enfermeras, he podido recoger más de 40 mitos sobre la depresión, escuchados en las consultas, que nos pueden dar facilidades para comprender mejor esta enfermedad y ayudar a aquellas personas que la padezcan. Los he dividido en nueve grupos:

1. La depresión no existe.

                Así de radical lo llegan a afirmar algunos: "esa enfermedad no existe" o "es un cuento...no le pasa nada...". No parece que esto sea coherente con los datos recogidos en el European Study of the Epidemiology of Mental Disorders en el que la depresión unipolar figura como tercera causa de carga de enfermedad, detrás de la isquemia coronaria y de los accidentes cerebrovasculares, explicando el 6% de la carga causada por todas las enfermedades.

2. Es un problema de la voluntad.

 

                Hay quienes piensan que los que se deprimen “no tienen carácter” o “que su personalidad es débil e inmadura y por eso se deprimen” o que “está deprimido/a porque no le echa narices”. ¿Qué les diremos entonces a aquellos cuya depresión está originada por alguna enfermedad “más aceptada socialmente”?

                Hay suficientes datos científicos para afirmar que la biología está influyendo en el origen de las depresiones: la genética (tener antecedentes familiares), la cantidad de sustancias que utilizan nuestras neuronas para comunicarse (neurotransmisores), las sustancias que estemos consumiendo (medicamentos, drogas, alcohol) y algunas enfermedades médicas (problemas de Tiroides, Suprarrenales y Paratiroides, Diabetes, infecciones, intoxicaciones, Artritis Reumatoide, Lupus Eritematoso, Cáncer, Parkinson, Demencia Senil y otros trastornos del Sistema Nervioso Central).

                Pero todavía hay gente que piensa que es cuestión de esforzarse mucho: “los que se deprimen no han hecho el servicio militar” o es que “tiene mucho tiempo libre”. Ojalá fuera por eso.

3. Es consecuencia de la falta de valores morales.

                Aunque es cierto que la práctica de alguna religión y la presencia de valores que apoyen el desarrollo de la persona, pueden resultar factores protectores frente a la depresión, por mucho que se rece, se crea en Dios, se practique el voluntariado o se tengan unos valores sólidos, no estamos exentos de padecerla.

                Sin embargo algunos opinan que “no tiene valores” o que “si pensara más en los demás y menos en sí mismo, seguro que no se deprimiría". También se culpan a sí mismos como si fueran omnipotentes: “la culpa la tengo yo, que le he consentido mucho".

                Nos proponen lecturas como “Más platon y menos Prozac“ o intentan darnos soluciones espiritualistas a problemas que requieren remedios humanos y materiales “más dirección espiritual y confesión y menos psiquiatra”. Mejor a Dios rogando y con el mazo dando.

4. Está así porque quiere.

                Es frecuente escuchar a los padres que te dicen "se pasa todo el día en la cama porque quiere", "lo hace para llamar la atención", “la tiene porque quiere, y se sale de ella con dos c....” o "lo hacen a propósito para evitar responsabilidades". Quizá podemos pensar que “él se lo ha buscado” o que “el problema es que no pone de su parte” pero no son así las cosas, ya hemos visto que influyen factores biológicos, sociales, psicológicos, etc.

                Pero la depresión no es “una enfermedad voluntaria", como si la gente se levantara un día por la mañana con el propósito de diseñarse una vida en la que esté permanentemente fastidiado, eso sería otra enfermedad, ¿estupidez, quizá?

5. Si todo te va bien, no te deprimes.

                Hay personas que se sorprenden al enterarse de que alguien conocido tiene una depresión, “si lo tiene todo, ¿por qué se deprime?”, “qué le habrá pasado, si no tiene problemas importantes en la vida”. O si es un personaje famoso se extrañan porque "los ricos no se deprimen porque tienen todo".

                Está bien estudiado que los desencadenantes no necesariamente han de ser circunstancias como una separación o divorcio, un despido laboral, a veces el desencadenante puede ser algo positivo, como un ascenso en el trabajo, una mudanza a una casa mejor. Son cosas que deberían ser positivas pero que producen stress y facilitan la aparición de la depresión, pero no son ellas las causantes primarias.

6. La depresión es algo natural y se cura de forma natural

                Afortunadamente la depresión no es “algo propio de la maduración de los adolescentes y de la tercera edad” sino que es un estado anormal en cualquier etapa del desarrollo humano y que merece ser atendida por un profesional.

                Aunque algunos digan que “no se cura”, siempre hay gente que tiene remedio para todo y proponen el sexo, “si su mujer/marido le diera más sexo no estaría deprimido”; el alcohol, “yo le arreglo la depresión con dos copas”; la alimentación, “si comiera mejor se le pasarían todos los males"; la violencia, “con un par de tortas a tiempo”; ideología de género “un hombre puede con eso y más” o el buen rollito, “solo hay que pensar positivamente”.

                La realidad es que existen tratamientos eficaces, tanto farmacológicos como psicoterapéuticos. No es cierto que “los fármacos son adictivos, te dejan tonto y te cambian de forma de ser” ni que “la psicoterapia es una chorrada que se inventaron los psicólogos para poder ganar más dinero”.

                Algunos creen que “los profesionales no les entendemos porque, no lo hemos pasado. Además de que las personas que trabajan en el sector sanitario se deprimen más, a estos profesionales no nos exigen padecer todas las enfermedades que estudiamos para poder atenderlas, ni probar todas las drogas para saber cómo funcionan, como al abogado no se le exige que delinca para saber llevar bien el proceso.

                ¿Son los médicos unos pastilleros? Si nos recetan unas pastillas es porque las necesitamos; son como las gafas para un miope, nos ayudarán a ver mejor la realidad. Pero no se trata de ir “empastillado” durmiéndose por las esquinas, con dificultad para concentrarse o sufriendo los efectos secundarios en cualquiera de los aparatos de nuestro cuerpo. Si esto ocurriera, lo que debemos hacer es ponernos en contacto con el médico para que cambie la dosis o el medicamento si fuere necesario. Tomar pastillas no significa estar loco. La locura podría ser dejar de tomarlas con este argumento. Y también es cierto que se puede salir de algunas depresiones sin fármacos, pero con tratamientos psicológicos

7. La depresión es algo de nuestra época y de nuestra sociedad.

                Que se lo digan al rey David y se le quitaría la tontería, pero no es cierto que "antes no había tantas depresiones" ni que “la culpa de la depresión la tiene la sociedad” porque “la sociedad actual hace que no tengan otra cosa en qué pensar” y “en el tercer mundo la gente no se deprime”. Si fueran así las cosas todos en España estaríamos deprimidos, debe ser que hay más factores y causas y no sólo "siendo del Atleti y con este gobierno...".

8. La depresión es una cosa de mujeres.

                Curiosamente se ha visto que el personal sanitario tiene mayor tendencia a diagnosticar depresión a mujeres que a hombres y es cierto que la prevalencia es algo más alta en ellas, pero no es verdad que “la depre es poco masculina” o que “los hombres no se deprimen”. Aquí estamos con Bibiana, todos por igual.

9. Los depresivos son peligrosos

                Algunos en un ataque de eugenesia hitleriana piensan que “no deben tener hijos” o que “no pueden ocupar puestos de responsabilidad”, pero la depresión no es un estado continuo e infinito sin solución ni remedio, sino una enfermedad que es tratable y que debe ser tratada, pero no para proteger a los demás como si fuera contagiosa, sino pensando en la recuperación de los que la padecen, no sólo por su estado mental, sino por su salud global pues como sugiere una reciente investigación publicada en el British Journal of Psychiatry, estar deprimido podría plantear un riesgo de muerte equiparable al tabaquismo.

                Vemos por tanto que la depresión no es un cuento sino una enfermedad. Más de la mitad de las personas que necesitan tratamiento no lo reciben y de las que están en tratamiento, un porcentaje significativo no recibe el adecuado. Así que si conoce a alguien con depresión anímele a ir al médico, esa es la mejor ayuda.

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