Identity dancing

                Es difícil evitar un suicidio pero ella lo hizo. Un día de junio de este año me envió el siguiente mail:              

                “Hola Carlos, quería compartir contigo algo que me sucedió este viernes de madrugada. Volviendo a casa a eso de las 4 de la mañana después de una fiesta de cumpleaños, pasé en coche por delante de una chica que estaba en posición de tirarse desde un puente que separa Moratalaz de Vallecas, y bajo el cual pasa la A-3.

                Paré el coche, me acerqué a ella, me presenté y después de un momento de máxima tensión -pues lloraba y me gritaba que la dejara- terminé haciéndole la barra de ballet en la barandilla, a lo cual reaccionó cruzando la barandilla que le separaba de una muerte que decía desear. 

                En fin, me acordé de ti, copié malamente la forma en que tú me hablaste cuando llegué hace unos meses a tu consulta. Terminamos abrazadas. Me emocionó la fragilidad de aquella menudita chica que no paraba de llorar.

                Llegaron 4 coches de policía y una ambulancia. ¡Menos mal! El caso es que se la llevaron al Hospital, según me dijo la Policía Nacional que vino el día siguiente a mi casa a ver cómo estaba yo y a pedirme otra vez los datos como testigo”.

                Es difícil prevenir un suicidio, pero ella lo hizo porque se comportó como quién era ella e hizo lo que sabía: ballet. Hizo ballet en un puente sobre la A-3 a las cuatro de la mañana. Para muchos resultará absurdo, pero sólo cuando dejó que reinara en ella su verdadera identidad consiguió establecer comunicación con quien le necesitaba en ese momento.

                Identidad en la danza. Algo así relata Paloma, la protagonista de La elegancia del erizo cuando ve a los All Blacks bailar el Haka: “Se me hizo la luz cuando los del equipo neozelandés empezaron su haka. Entre ellos había un jugador maorí muy alto y muy joven. Era éste el que había atraído mi atención desde el principio, sin duda por su estatura primero, y luego también por su manera de moverse. Un tipo de movimiento muy curioso, muy fluido pero sobre todo muy concentrado, quiero decir muy concentrado en sí mismo. La mayoría de la gente cuando se mueve lo hace en función de lo que tiene alrededor. Cuando empezó el haka, yo sobre todo lo miraba a él. Saltaba a la vista que no era como los demás (…) Tenía hipnotizado a todo el mundo, pero nadie sabía exactamente por qué. Sin embargo, el motivo se hizo patente durante el haka: se movía, hacía los mismos gestos que los demás (…) pero, mientras que los gestos de los demás se dirigían hacia sus adversarios y hacia todo el estadio que los estaba mirando, los gestos de este jugador permanecían en él, estaban concentrados en él mismo, y ello le confería una presencia y una intensidad increíbles”.

                Ella bailó en el puente. Hace sólo unos meses era una bailarina varada al borde del camino. Había perdido su identidad y ya no bailaba. Quizá fuera debido a tantos años consumiendo cannabis y a la depresión que tenía desde hacía mucho tiempo. Se encontraba congelada al borde del camino de la vida. Una prima suya que pasaba por allí le dio un empujoncito, se metió en el camino de la vida y empezó a caminar y a reponerse.

                Como los “sin-techo” del anuncio de Aquarius “Reponte y camina” que hacen el Camino de Santiago, puede decir que ha valido la pena el camino: “Pero sobre todo porque ahora volvemos a creer en nosotros mismos” dicen los del anuncio. Ella hizo al revés, cuanto más caminaba más se reponía y más se encontraba consigo misma hasta el punto de retomar su proyecto personal, profesional y la relación con amigos y familia.

 

                Medicación mas psicoterapia y su actitud hacia el cambio le hicieron reconocerse y empezar a comportarse conforme a quién es de verdad. La última vez que nos vimos me contó que además de todo lo demás, tenía como objetivo para este verano hacer el pino-puente. Quizá pueda parecer una cosa pequeña y pueril, pero todos tenemos un fondo que sacar de nosotros mismos y comportarnos como quien realmente somos, seguir nuestras ilusiones, nuestros sueños. Aquellos proyectos que nos hacen ser más nosotros mismos, sin disfraces, sin mascaras. Creer en nosotros mismos y hacer ballet donde haga falta.

                A veces nos justificamos y decimos que no andamos por ese camino porque no es el nuestro. Hay caminos personales, familiares, sociales, laborales, de servicio a los demás, de crecimiento que nos piden ser andados y andados por nosotros mismos con nuestros pies sobre ese camino, con voluntariedad actual en cada paso, y en cada paso nos hacemos más nosotros mismos. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Caminante hay camino y te haces tú mismo al andar. Golpe a golpe, verso a verso.

                Baile a baile. Como el jugador de los All Blacks: “Y como consecuencia de ello, el haka, que es un canto guerrero, adquiría toda su fuerza. Lo que hace la fuerza del soldado no es la energía que emplea en intimidar a su adversario enviándole un montón de señales, sino la fuerza que es capaz de concentrar en sí mismo, centrándose en sí, sin salir de sí mismo. El jugador maorí se convertía en un árbol, un gran roble indestructible con raíces profundas, que irradiaba una fuerza poderosa, de la que todo el mundo era consciente. Y sin embargo, uno tenía la certeza de que ese gran roble también podía echar a volar, que iba a ser tan rápido como el viento, a pesar de o gracias a sus grandes raíces”.

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