Cómo deslegitimar a este Gobierno

Se avecina un otoño muy caliente, azuzado por las centrales sindicales, pero también protagonizado por movimientos callejeros de todo tipo, en la línea de los 15-M, sindicato de estudiantes y demás.

Y hay que relatar que detrás de esa previsible marea de movilizaciones, cortes de tráfico, altercados de orden público más que probables… se oculta un objetivo político de amplio calado.

Porque determinados sectores de la izquierda, incluidos los socialistas (aunque estos, por ahora, de forma vergonzante) se aprestan a aprovechar esos desórdenes para lanzar el mensaje de que el Gobierno está deslegitimado.

Argumentarán que no controla la situación, que ha tomado medidas de tal calado que han colocado a la población en su contra, que el país ya no le apoya, y, por supuesto, que ha traicionado las promesas con las que ganó las elecciones de 2011.

Por tanto, y como conclusión, proclamarán que el Gobierno de Mariano Rajoy ha quedado deslegitimado.

Afirmación en sí misma harto peligrosa para la normalidad democrática del país. También porque utiliza razonamientos falsos.

Los Gobiernos rinden cuentas al final de su gestión, no a medio camino. O sea, que el examen no toca ahora: se dilucida al terminar la legislatura. O sea, en principio cada cuatro años

Igualmente, la prudencia más elemental aconsejaría esperar a ver si las medidas tomadas, ahora traumáticas y aparentemente inútiles, logran solucionar los problemas o no.

En todo caso, el actual Gobierno está legitimado, sin ninguna duda, por el aplastante resultado de unas elecciones generales muy recientes. Y por una cómoda mayoría parlamentaria.

 

En democracia, la legitimidad la confiere el Parlamento que sostiene a un Gobierno. Y no, en absoluto, la calle.

Hay que concluir, por tanto, que, por más que calienten el otoño, y aun el invierno, el Gobierno está legitimado. Y sostener lo contrario, sobre todo por fuerzas políticas relevantes, me parece peligroso, además de escasamente democrático.

Rodríguez Zapatero aprobó medidas que no figuraban en su programa electoral, e incluso contrarias a sus promesas, y sufrió igualmente un tremendo desgaste popular que le enajenó el aprecio de los ciudadanos. Pero a nadie desde la oposición se le ocurrió decir que estaba ‘deslegitimado’.

Aviso a caminantes: con estas cosas no se puede jugar.

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Twitter: @JoseApezarena

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