Que paren la campaña, que me bajo

Dicen los analistas que las campañas, al menos tal como se diseñan y desarrollan en España, sirven para bien poco. Y que resultan escasos los ciudadanos que modifican su voluntad y cambian el voto como consecuencia de ese bombardeo.

Desde el PSOE, sin embargo, lo que se les escucha es que a ellos sí les son imprescindibles. ¿Para dar a conocer mejor el programa? ¿Para convencer a alguien de que les vote? No. Para mover a sus bases a que acudan al colegio electoral y depositen la papeleta. Necesitan agitar a la clientela, que por lo visto se muestra muy fría. 

“Nos conviene la tensión”

Necesitan, pues, calentar el ambiente. En ese ‘calentar’, en su sentido más crudo, hay que situar unas cuantas estridencias. Por lo visto, sigue siendo válida la secreta confesión de Zapatero, a micrófono cerrado, ante Iñaki Gabilondo, cuando dijo “nos conviene la tensión’. Les conviene.

Ahí habría que ubicar la invocación desde el PSOE a que viene la derecha, la derechona, la derecha más radical de Europa, dicen. Ésa fue, por ejemplo, la cantinela de Tomás Gómez durante el debate de Telemadrid.

A lo que añadió provocaciones a Esperanza Aguirre (infructuosas, porque ella no entró al trapo) acusándole de privatizar para ‘colocar’ y enriquecer a sus amigos.

Zapatero y los “bellacos”

En la meta de ‘calentar’ se ubica la irrupción de Felipe González. Que, por cierto, y a propósito de si el terrorismo es o no arma electoral, volvió a hablar de su vinculación con el GAL al referirse al destino de Osama Bin Laden, muerto en Pakistán. Y lo mismo su definición de ‘el inmundo’ hablando del diario dirigido por Pedro J.

Y en el “nos conviene la tensión” habría que colocar el calificativo de ‘bellacos’ lanzado por Zapatero contra quienes sostienen que el Estado de bienestar ha quedado laminado con su gestión. Que pregunte a los casi cinco millones de parados. O a los jubilados a los que ha congelado la pensión.

 

En ese cesto entra la comparación que Barreda ha hecho de María Dolores de Cospedal con la norteamericana Sarah Pallin, diciendo que ‘tiene mejor aspecto’ pero también está vacía de ideas. Aparte de la alusión machista, olvida que una es abogado del Estado y la otra ama de casa.

Sin perder de vista el artículo de Gregorio Peces Barba calificando de ‘casposos’ a los populares.

El abuelo de ZP

Claro que algunos dentro del PP no les van a la zaga, lamentablemente. Ahí están la penosa invocación de Francisco Camps al abuelo fusilado de Zapatero, y las críticas de González Pons a los magistrados del TC, diciendo que se atreven a legalizar Bildu porque no viajan al País Vasco y porque tienen guardaespaldas.

Con lo que contradicen, evidentemente, la deliberada actuación de Mariano Rajoy de no entrar en ningún cuerpo a cuerpo. Llevada, eso sí, hasta el extremo de no decir media palabra sobre la autorización a los batasunos para estar en las elecciones a través de Bildu.

A todo esto hay que sumar la insufrible imposición legal que condiciona las imágenes que dan las televisiones, suministradas por los propios partidos, y la información minutada en función de los resultados electorales y no del interés noticioso. Que, además, deja fuera a partidos como UPyD con el argumento de que no se presentaron a los comicios anteriores.

Debates con truco

Y la práctica inexistencia de debates electorales televisados. Y los que se han organizado estaban trucados, con lo que apenas han servido para nada.

Ocurrió con el celebrado en Telemadrid, que presentó una estructura tan rígida que fue todo menos un debate. O el celebrado en Canal Nou, en el que los candidatos no podían dirigirse a los otros contendientes, e incluso estaba prohibido que se miraran.

Todo muy insatisfactorio.

Dos últimas reflexiones. Producen vergüenza los codazos de los políticos por dejarse caer en Lorca a como diera lugar, tras el terrible terremoto sufrido. Y causa desazón el incumplimiento de aquella promesa de debatir en esta campaña sobre los temas cercanos, que son los que tienen que ver con unas elecciones locales y autonómicas. Era mentira.

Comentarios