Rubalcaba y las elecciones anticipadas

¿Se acuerdan ustedes cuando hace poco más de un año, por fin reconocida la crisis económica, decía el Sr. Rodríguez Zapatero que su responsabilidad “es pensar en España”? Es evidente que no ha sido así y lo más grave de todo es que el tiempo que estamos perdiendo sin poder ofrecer una imagen de gobierno fuerte y fiable, el que buenamente salga, eso acrecienta la desconfianza de incluso nuestros principales socios europeos, y nos ennegrece aún más el porvenir a cada uno de nosotros.

Por eso, coincido con los razonados argumentos del Sr. Artur Mas, ahora presidente de la Generalitat catalana, que también hace un año dijo “Zapatero está acabado y debe ser sustituido”. Y es que el lunes pasado, en el Fórum Europa Tribuna Catalunya, dio a entender que es el momento de que Zapatero convoque elecciones anticipadas.

De idéntica forma lo afirman destacados socialistas, aunque sólo lo reconocen en privado. ¿Acaso es P. Rubalcaba el que tiene la última palabra? No creo que ese privilegio se lo hayan cedido también. Pero sí es él quien podría presionar con eficacia al presidente del gobierno pues, al fin y al cabo, P. Rubalcaba es quien se va a jugar el tipo.

Sí, debería ser él quien pensase por Zapatero. Sería un bien para todos que fuese él quien superase el mero plazo legal permitido, con la determinación por conseguir el bien común que conllevaría un inmediato adelanto electoral.

No trato de enemistarme ni de congraciarme con nadie, pero este país necesita elecciones anticipadas, ¡ya! Y, sea cual sea el resultado, quien vaya a gobernar debería ofrecer, si no un gobierno de concentración sí unos amplios acuerdos a largo plazo, unos pactos de gran consenso en lo económico e institucional, que salvaguarden nuestra dignidad individual y colectiva.

Pues venga, ¡a grandes males -y son tantos- grandes remedios! Para ello, generosidad y menos cálculos partidistas.

Ya es hora de quitarnos de una vez las legañas políticas. Y de desprendernos de la modorra del “gratis total”, del “vivan las caenas”, o del “mantente mientras cobro”.

Y, por supuesto, que nadie pretenda aquello de Pablo Iglesias, como me decía hace poco, fuera de sí y con similares palabras, un socialista todavía prepotente: “Permanecer en la legalidad si nos conviene y quebrantarla si no nos resulta conveniente”.

Es el momento de la libertad y de la responsabilidad; de reconocer la realidad y de reaccionar con fortaleza; del sentido común y del sentido de Estado.

 

¿Quién se apunta?

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