Nos falta lo épico

Nos falta en este siglo XXI un mayor amor a lo épico. Parafraseando al gran Jorge Luis Borges, una épica que nos inspire, que nos lleve a dar felicidad mediante nuestra tarea cotidiana. Es así que me viene a la cabeza el “impactante” descubrimiento que tiempo atrás me explicó un buen amigo.

El caso es que se había organizado mejor para ajustar su ya denso horario laboral y así poder estar más tiempo con su esposa e hijos.

No todo fueron más horas de esfuerzos y atenciones por su parte. También pudo él disfrutar con intensidad del tiempo libre en familia.

Y hete aquí que, conocer en esos días algo tan trivial como el color del cepillo de dientes de su hija pequeña —asunto muy importante para la niña-, le animó a reflexionar sobre otros muchos detalles relacionados con los demás. Detalles vistos y vividos al momento, «in situ», ilusiones y dificultades de cada uno, trato directo.

 

Aparecieron al detalle las aficiones, cualidades, inquietudes y necesidades de todos; también de él mismo, pues fue capaz de mostrar una paciencia infinita para ayudar a montar un barquito de juguete, ensayar teatro con la hija mayor o cocinar “casi” al gusto de todos.

 

Vale la pena pensar si en la intimidad familiar o en las actividades de relación social y profesional podemos mostrarnos como somos, con naturalidad. En esa convivencia vamos a encontrar mil ocasiones para ayudar y dejarnos ayudar, para cuidar los pequeños detalles que hacen la vida más agradable a los demás.

Seguro que todos buscamos la autenticidad de nuestros adolescentes y jóvenes, y la nuestra propia. He aquí un medio, pues la presencia de los otros es regalo y tarea para todos, en la familia y en el medio en el que nos movamos habitualmente.

 

¿No os parece un genial punto de partida para mejorar la vida social de las personas?

Para todo lo antedicho, vamos a necesitar constante formación, preparación, entrenamiento. Para ello, será conveniente cierta tensión, empuje, determinación: un espíritu deportivo y alegre en la lucha cotidiana.

A modo de concreción y para no quedarnos sólo en emociones, a ver qué os parecen estos once puntos, que considero clave para poder aplicar en la tutoría-entrevista entre padres, profesores y alumnos (perfectamente aplicables, adaptados, a la empresa o a las relaciones institucionales):

1. Mostrar clara confianza hacia las personas a quienes encargamos la educación escolar.

2. Intentar “hablar el mismo idioma” desde el primer momento: objetivos, expectativas, medios idóneos, disponibilidad, capacidades y posibilidades reales de todos los implicados en el proceso educativo, etcétera.

3. Tener en cuenta la libertad y capacidades de cada criatura, como ingredientes necesarios en la intervención educativa, evitando fijar el rendimiento académico como un fin en sí mismo.

4. Las buenas calificaciones serán el resultado lógico del esfuerzo y la constancia, aunque en algunos casos sea preciso poner medios extraordinarios.

5. Tener claro que el tutor, profesores y demás expertos no son los protagonistas. Son unos colaboradores estupendos en la educación de las criaturas e incluso pueden orientar en las dinámicas familiares, pero los primeros educadores son los padres.

6. Aceptar de buen grado los datos objetivos que se intercambien padres y tutores: Es preciso trabajar en equipo, ser muy pacientes y constantes, decir lo que nos preocupa, empujar en la misma dirección.

7. Evitar la búsqueda de recetas mágicas: Pensemos que cada hijo es diferente y lo que a uno le fue bien, a otro quizás le sea contraproducente.

8. Reconocer que es laboriosa la tarea de educar, pero fácil –con numerosos e imprescindibles sacrificios- si ponemos los medios necesarios y nos dejamos ayudar.

9. Valoremos la participación necesaria -de la madre y del padre- en reuniones, cursos de orientación y tutorías.

10. Utilizar medios para comunicarse, puntualmente, con facilidad y sencillez. Así mejora el seguimiento y evaluación de los objetivos planeados en tutorías con padres y alumnos.

11. Solicitar bibliografía idónea para ampliar formación sobre los temas más necesarios en cada caso y edad.

Evidentemente, son ideas que cada uno puede aprovechar según sus circunstancias particulares.

Todo sea por la buena convivencia, pues en ese cuidado ambiente familiar y social no sólo educaremos con las palabras, sino también con la propia vida.

¡Y, por supuesto, sabremos de qué color es el cepillo de dientes de la peque o el peque de la casa!

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