Duran i Lleida, el funambulista

Funambulista, dicho sea sin la menor intención peyorativa. Para unos el político catalán se ha convertido en el salvador. El salvador de Rodríguez Zapatero, el salvador de la economía, el salvador de la Bolsa, el salvador de nuestro crédito internacional, el salvador del euro y, en fin, el salvador de la patria.

Para otros, todo ha sido para salvar el pellejo de su coalición de cara a las elecciones catalanas, para mantener la zanahoria delante del presidente del Gobierno y para que le deban favores que Dios sabe en qué cobrará. En fin, que ha ido a lo suyo o, todo lo más, a lo de los suyos.

Como en política todo vale hay que concluir que la abstención de Durán y Lleida y sus posteriores explicaciones ha sido todo un ejercicio de funambulismo político de la más alta escuela. Lo haya hecho bien o mal, el resultado está ahí y gracias a él Rodríguez Zapatero, en palabras de José Blanco, es un muerto muy vivo. Y todos contentos.

Pero unos más contentos que otros. Para quienes la votación del decreto de los recortes era la ocasión de acabar con un presidente desnortado y con un Gobierno sin rumbo no cabe la menor duda de que se trata de una ocasión fallida y que el culpable es Duran i Lleida. Para quienes hablan de responsabilidad y de sentido de Estado tampoco hay dudas acerca de lo coherente de la actitud del catalán.

Pero en estos casos lo problemático suelen ser las explicaciones. Y si esas explicaciones son tan explícitas como ‘después de las catalanas hablamos y usted convoca elecciones’, la cosa empieza a coger una forma no demasiado favorable a la abstención.

Parece seguro que Rodríguez Zapatero ha tomado aire, un oxígeno que le va a servir para remodelar el Gobierno, reducir ministerios, soltar lastre y presentarse con mejor vitola ante la opinión pública en el momento que piense que le vienen mejor dadas. Si es así, hasta puede que le baste con ‘los otros’ y no se acuerde de Convergencia i Unió.

De momento, las encuestas -algunas son demoledoras- van a servir entre otras cosas para poner en pie de guerra a las huestes socialistas que ya ven al lobo entero y no sólo las orejas.

¿Y España? Pues es de suponer que rumiando la tristeza de estar en manos de un político funambulista –otra vez sea dicho sin ánimo peyorativo- que tiene 11 escaños y 774.317 votos.

 
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