Europa hoy: reducidos a cenizas

Ya se están tirando los trastos a la cabeza. Una vez más, en cuanto surge un problema, Europa da el espectáculo de la desunión, del ‘yo a lo mío’, de los intereses particulares de cada país y, lo que es más grave, de la falta de elementos de organización para hacer frente a cualquier emergencia.

Ahora ha sido el volcán islandés. Mañana será una huelga de estibadores en la cuenca del Ruhr, pasado los flecos de la crisis económica, y al otro las elecciones en Gran Bretaña. Una vez más, el ‘funcionarato’ de Bruselas no ha dado la talla.

Ver los informativos de la televisión, escuchar las declaraciones de los damnificados –porque son damnificados- o releer las informaciones de la prensa escrita sobre el caos de los aeropuertos era estremecedor.

Puede haber muchas razones y, de hecho, la seguridad en el transporte aéreo debe de ser el principal objetivo, pero junto a eso la inoperancia de quienes están llamados a solucionar situaciones como esta es más que preocupante.

En pleno siglo XXI, con las nuevas tecnologías a flor de piel, con el hombre transformando el clima, con los cultivos transgénicos, con la creación de robots y con la tecla a la orden del día, resulta que la erupción de un volcán en una isla paraliza los cielos europeos días enteros y la actividad del continente que quiere ser el más importante de la tierra queda reducida a la nada. Europa hecha cenizas.

En estas condiciones no se trata de ser o no ser pro europeo o declararse euroescéptico. Se trata de que hay que estudiar la incapacidad de una serie de países que se encuentran entre los más avanzados del mundo para ser y constituir una verdadera unidad. Unidad de intereses, unidad de acción y, sobre todo, unidad de propósitos. Causa hilaridad que en plena crisis del transporte en avión, ni siquiera los mandatarios puedan asistir a los funerales del presidente de una de esas naciones europeas de las que se dice están unidas.

A todo esto el mismo ‘funcionarato’, en el colmo de la inutilidad, lo es hasta para buscar alternativas. Las cifras que se barajan como pérdidas dan escalofríos y las mismas compañías aéreas se plantean acciones legales para averiguar de quién, por qué y cómo partieron las órdenes de montar el caos.

Europa, la Pompeya del siglo XXI.

 
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