Garzón “corta trajes” en Valencia y Aído se instala en la macabra igualdad del aborto

Mi abuela decía aquello de ‘cortar trajes’ cuando se criticaba a alguien, se ponía ‘verde’ a un ausente o se secreteaba sobre la fama de los conocidos. El auto de Garzón y la perdiz mareada durante toda la campaña electoral tiene mucho de ‘cortar trajes’, y no solamente por la broma a costa de la indumentaria de alguno de los ‘empitonados’ por Garzón.

Estaba en el guión que, tras las elecciones y una vez ‘cortado el traje’, el juez se inhibiera. Y se ha inhibido, no sin antes dejar encima de la mesa los folios del sastre, de los cohechos, de los documentos falsos y, sobre todo, de sospechas y sospechas que después se confirmarán o no pero que ya están ahí perfectamente instaladas en la opinión pública.

Garzón ya ha hecho el trabajo. Que cada uno piense lo que quiera. Y hasta es posible que del auto del juez se desprendan irregularidades y delitos que la justicia se encargará de sustanciar como se merezcan, pero el ‘trabajo’ del juez tiene muchas lagunas procesales como para pasarlas por alto. El retraso, las filtraciones, las ambigüedades, el acusar sin nombres y sin acusaciones, y la resistencia a abandonar el caso en manos de otros tribunales hasta que se ha creído conveniente y oportuno, son demasiado llamativos.

Si a lo anterior se añade la cacería, no la de políticos del PP sino la de animales en tierras jienenses, el cuadro está completo.

Anuncia querellas el PP de Valencia, dimiten alcaldes populares en Madrid y los aforados, cesados previamente o no, afloran con demasiada velocidad.

Pero así es la política española y no parece que lleve camino de normalizarse.

En Euskadi se vive en un continuo contrasentido. Un partido que lleva treinta años gobernando y que ve las orejas al lobo de acuerdos que alcancen los escaños suficientes como para relevarle en el gobierno, califica esa posibilidad de ’golpe institucional’ y de acción ‘contra natura’. A eso se le llama amor a la democracia.

Mal servicio hacen el PNV y su jefe Urkullu a la vida política vasca. Nadie niega que el PNV es el partido con más escaños, pero nadie, ni siquiera los nacionalistas, puede negar a otros partidos su derecho a obtener el poder mediante cualquier tipo de acuerdos basados en la sentencia de los ciudadanos en las urnas.

Como en el caso de Garzón, si se miran otras situaciones que el PNV ha provocado y circunstancias en las que el partido nacionalista gobierna en pueblos y diputaciones, la frase ‘contra natura’ se antoja –cuando menos- humorística.

 

Percibe la población un cierto apego de los políticos al poder. Y, aunque parezca lo mismo no lo es, una cierta resistencia a abandonar el poder, vaya usted a saber por qué. Cuando un político o un partido patrimonializa el poder, da demasiado que pensar sobre cómo ha ejercido ese poder y las cosas que pueden encontrarse en los despachos tanto tiempo ocupados por los mismos.

En Galicia todo está más claro. Hay dudas sobre quiénes serán los nuevos consejeros, y Génova, disimuladamente, mete el cazo o quiere meterlo. Si Feijoo consigue vender el ‘supercoche’ habrá dado –es broma- un gran paso para gobernar con acierto. Todo apunta a un sentido común, por ejemplo en la cuestión del idioma, del que los gallegos estaban muy necesitados, más ahora que Blanco se ‘escaquea’ y manda a Galicia a Leire Pajín a arreglar el desaguisado de los socialistas.

Y Aído, a lo suyo. Esta buena mujer se ha instalado en la macabra verbena del aborto libre y no la va a abandonar ni con agua caliente. Ahora ha decidido que la ley del aborto ‘protege a las mujeres para que puedan ejercer su libertad’. Ahí queda eso. Todo un tratado de igualdad, de consecución de derechos individuales y de buena gestión política. Aunque en su otra gestión, por ejemplo en la violencia contra las mujeres, no haya conseguido demasiadas cotas de igualdad. La ministra -así como el alcalde de Alcaucín tenía los euros en el colchón- debe de tener debajo de la cama una serie de leyes preparadas y las va sacando. Lo que pasa es que algunas, como la del aborto, huelen mal. Y es que hay ministros que no dan la talla y leyes que se pudren debajo de cualquier cama.

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