Incertidumbre en el callejón del gato

Hay en Madrid, cerca de la Puerta del Sol, un callejón o –por mejor decir- una calle llamada de “Álvarez Gato”, que pasó a la historia del callejero en las “Luces de Bohemia” de Valle Inclán por la presencia en uno de sus muros de unos espejos que deforman la realidad.   Hay en Madrid, algo más apartado del centro de la capital, un político que se ha metido en un callejón sin salida y que, además, sin necesidad de espejos, deforma y manipula constantemente la realidad.   Las últimas declaraciones de José Luis Rodríguez Zapatero –esta vez en Turquía- diciendo, en relación con el llamado proceso de paz con la ETA, que “con violencia, nada de nada” empiezan a sonar, no ya a falso, sino simplemente a deformación de la realidad.   La situación es de tanta incertidumbre, de tanta confusión y de tanto desconcierto que, en este momento, los juicios no se hacen en relación a la posible falacia de Zapatero sino que la preocupación trasciende y se comienza a pensar que estamos ante alguien de buenas intenciones, ante un político que empieza a creer sinceramente en el proceso y que sus objetivos trascienden los de una mera campaña política para mantenerse en el poder a toda costa.   Hay quien piensa ya que estamos ante alguien que se ha acabado creyendo su propia historia. Y la gravedad del asunto es que, en esas condiciones, la rectificación del rumbo se hace muy difícil.   Cuando alguien pretende engañar a los demás es posible –aunque difícil- que las circunstancias le pongan en el disparadero de contar la verdad y admitir el error, pero cuando ese personaje comienza a creerse lo que dice, la rectificación es harto improbable.   ¿Estamos en esas? Pues, a la vista de las declaraciones del Presidente y a juzgar por lo que hace, hay que empezar a pensar que se ha creído su propio cuento. Que se cree que no hay violencia, que está sinceramente convencido de que la ETA quiere la paz, que piensa que puede mantener las riendas del proceso, y que mantiene la idea de que los que no están de acuerdo con él están equivocados o tienen intereses inconfesables.   Y si a todo eso le unimos la cohorte de “asentidores” que todo Presidente del Gobierno tiene a su alrededor, nos encontramos ante un hombre con poder, con todo el poder en sus manos, totalmente equivocado y, a lo mejor, equivocado de buena fe.   Un callejón sin salida con espejos que deforman la realidad. Porque si Rodríguez Zapatero tuviera los pies en el suelo -aunque intentara cambiar las cosas a su antojo- sería menos peligroso que estando con los pies en el aire convencido de su mesianismo.

 
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