Lavado de cara

Ya estamos en plena campaña electoral. Habría que esperar el aluvión de promesas, el “vamos a hacer” y “vamos a conseguir”, pero mucho hay que temerse que los tiros no van a ir por ahí. Naturalmente que va a haber promesas, e incluso algo más que promesas tipo “dos mil quinientos euros”, pero estamos fundamentalmente ante una campaña de imagen.

Cada vez hay menos carga ideológica en las ofertas de los partidos porque a los ciudadanos –para bien o para mal y salvo excepciones- las ideas les dicen poco y les atraen menos. Las elecciones se juegan en un hipotético centro, no ideológico, sino formado por ciudadanos indecisos que mueven sus votos al “compás” de los tiempos. Estamos ante un voto coyuntural y ese voto hay que irlo ganando poco a poco con el caldo de cultivo de una imagen dialogante, moderada, de aspecto moderno y ayuna de cualquier carga intelectual –de intelecto, se entiende-.

A ello se van a aplicar los dos grandes partidos, cada uno desde su vertiente. El Partido Socialista hará esfuerzos de moderación con planteamientos que no asusten demasiado a la derecha, sobre todo a la económica, y con propuestas más menos recatadas en las áreas que rocen con la moral o con la familia y el matrimonio para quitar al Partido Popular esa bandera y no alarmar, en este caso, a la derecha sociológica, aunque con nombramientos como el del flamante Ministro de Sanidad, la liebre puede saltar en cualquier momento.

Por su parte, el partido que lidera Mariano Rajoy se acercará a ese supuesto electorado de centro con una imagen menos apocalíptica, evitando catastrofismos y proyectando unas maneras de moderación frente a radicalismos que hasta ahora no le están dando ninguna renta política en forma de intención de voto. Precisamente por eso se anuncian incorporaciones –que no ceses- para reforzar la nueva imagen de “progresía y de futuro”.

Las dos formaciones políticas van a tropezar con los mismos dos obstáculos en esa carrera en pelo por conquistar a quien todavía no está conquistado:

El primer obstáculo será, sin duda, el de las hemerotecas y la memoria de los ciudadanos que no olvidarán fácilmente una gestión de gobierno sectaria y radical en muchas de sus realizaciones por parte del PSOE. En la otra orilla tampoco se perderá en la memoria colectiva una oposición ciertamente crispada, agria y en algunos momentos excesivamente pesimista.

La confrontación en estos tres años de Gobierno Socialista ha sido demasiado áspera como para recuperar talantes moderados e imágenes más tranquilas.

Y el otro obstáculo será el topiquero “nadar y guardar la ropa”. Ambas formaciones tienen que intentar un lavado de cara hacia la moderación sin que sus incondicionales se sientan frustrados. Tanto los votantes socialistas como los populares van a pedir “más caña”, van a exigir a sus candidatos una beligerancia que no facilitarán los respectivos caminos de la izquierda y de la derecha hacia el centro en el que está el mayor saco de votos.

Pero que nadie olvide que se trata sólo de un lavado de cara con vistas a las urnas y que desde ahora toda la actuación del Gobierno y de la Oposición va a estar centrada en arañar votos de donde sea y como sea.

 

Otra cosa será la actuación posterior una vez conseguido el poder. Es en ese momento en el que deben pensar los ciudadanos a la hora de elegir a quién van a votar.

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