Vencedores y vencidos

Una vez más, un año más, una ocasión más, todos nos hemos apresurado a dar por vencedores o por vencidos a los políticos participantes en el debate sobre el estado de la Nación. Aunque uno no entiende muy bien por qué en un debate en el que lo que hay que debatir son situaciones,  problemas y soluciones o propuestas para esas situaciones y esos problemas, tiene que hablarse de quién ganó o de quién perdió, es imposible  sustraerse a la lectura de las encuestas o a las opiniones de quienes dan su veredicto, dedo arriba, dedo abajo.

Sí que extrañan las diferencias de encuestas y opiniones. Extrañan hasta que uno examina el pie del que cojea cada cual y, una vez examinada la cojera, puede recitar con los ojos cerrados y sin temor a equivocarse, lo que va a decir el interfecto y cuál será su veredicto sobre quién ha ganado o quién ha perdido.

También llama la atención, una vez más, un año más y una ocasión más, el escaso papel de los partidos pequeños, el ‘ninguneo’ al que son sometidos y la falta de interés que despiertan sus representantes. Y llama la atención por cuanto las encuestas –siempre las encuestas- de intención de voto nos ponen encima de la mesa, un día sí y otro también, la subida de esos pequeños partidos en detrimento de las dos grandes formaciones.

Son esas dos grandes formaciones las que han protagonizado el debate y es en sus líderes en los que se centran las opiniones en torno a quién ha ganado y quién ha perdido.

Dicho lo cual, si alguien ha sacado alguna conclusión de lo debatido que no estuviera prevista o que no sea estrictamente política, en el sentido que le dan a la palabra los partidos, que levante la mano.

 
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