Y Zapatero cogió su extintor en Galicia, aunque también hay humo en el Congreso de los Diputados

La prueba más evidente de la inoperancia del Gobierno en los fuegos que arrasan Galicia es la llegada precipitada, pero tardía, del Presidente del Gobierno. Era como si con su extintor personal hubiera querido sacar del atolladero a Pérez Touriño y a Cristina Narbona de una sola tacada.   La tardanza en el desplazamiento puede ser la prueba de que no estaba previsto y -supuesto que las soluciones no iban a variar- es de suponer que el “apagafuegos” iba más bien destinado a salvar la cara de la Ministra y del Gobierno –escindido- de Galicia.   Mientras los gallegos intentan salvar sus bosques, sus tierras y hasta sus casas. Las imágenes son escalofriantes y una voz en off, la del presidente de la Xunta, nos explica que todo está controlado.   Cuando a Rajoy le parezca el momento oportuno a lo mejor nos enteramos de qué es lo que ha pasado. Es evidente que hay pirómanos. Algunos de ellos pueden ser los rechazados por la Xunta por no dominar el idioma de Rosalía de Castro –la boquiflojera de Narbona al acusar indiscriminadamente es suficiente para apartarla del Gobierno- y además la sequía y los vientos han contribuido a la catástrofe, pero no es menos evidente que la imprevisión, la falta de reflejos, el abandono de la vigilancia y, en definitiva, la mala administración en materia de bosques y de prevención han tenido mucho que ver en lo que está ocurriendo.   Llega Rodríguez Zapatero y hace una pasada de extintor. Promete un Consejo de Ministros, ayudas, saluda y se va. No es mucho.   Y el humo ha llegado hasta el Congreso de los Diputados, donde las comparecencias de la ministra de Fomento y del ministro del Interior a propósito de lo ocurrido en el aeropuerto barcelonés de El Prat han sido poco más que humo. La culpa es de Iberia y de los trabajadores de Iberia que no se han comunicado bien y el ministro del Interior se ha limitado a seguir los consejos de sus asesores, se supone que en materia de bloqueo de pistas. Y se acabó. Montilla a lo suyo que es la Generalitat.   No se quejará, el todavía ministro de Industria y Turismo, ahora que Maragall le ha dejado Cataluña como una patena.  Una Cataluña que “es casi un Estado”. Una Cataluña en la que el Estado español es casi “residual”. Vamos que más no se le puede pedir al Estatuto que ya está en vigor.   Y mientras Batasuna y Pernando Barrena y Otegi a lo suyo. Si hay algún ciudadano o ciudadana, sea a o no sea vasco o vasca, que se haya enterado de lo de la manifestación de este domingo en San Sebastián, que levante la mano.   Se convoca por un particular que la desconvoca. Los carteles van con las siglas de Batasuna pero “a título particular”. Interviene el juez Garzón y llama a declarar a los que no han convocado la manifestación pero animan a ir a ella a todos los que puedan. El juez amenaza a los “no convocantes” con la cárcel si se les ocurre ir a la manifestación que ha sido convocada por uno, pero que ahora ha vuelto a ser convocada por otra ciudadana. El Gobierno de Euskadi dice, pero sin decir, y el alcalde de San Sebastián, el inefable Odón Elorza, afirma que la manifestación es perfectamente legal en democracia.   Todo muy claro. Mientras Otegi declara que si se persigue a quienes, supuestamente, están cometiendo delitos, el proceso de paz se está entorpeciendo. Y la Vicepresidenta deja entrever en Sudamérica, en su reciente viaje, que el proceso ya está en marcha.   No es fácil llegar a conclusiones medianamente coherentes con la semanita política que hemos vivido.   Si acaso dejar constancia de que en España no sólo arde Galicia y que hay demasiado humo, por demasiados sitios.

 
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