Por la boca… Digitalizar la ignorancia

Mariano Rajoy ha dicho ‘no al debate sobre la lengua’ y que lo que hay que hacer es destinar esfuerzos y recursos para digitalizar totalmente la enseñanza y a nuestros estudiantes. Lo dijo a propósito de la que se ha montado con el conato de propuesta del ministro de Educación, en relación a la situación del español en Cataluña. Ha sido anunciar que, a lo mejor, se cumplía la ley en esa materia y, los de siempre, se han rasgado las vestiduras. Era de esperar.

De acuerdo, no al diálogo político sobre la lengua, no a la manipulación política de la lengua, pero sobre la lengua siempre hay que dialogar, enriquecerla, difundirla y darle ese esplendor que se supone que es cometido de la Academia y objetivo básico de quienes tienen la obligación de formar a las nuevas generaciones.

La lengua, sin politizar, es vehículo de entendimiento, de diálogo y de convivencia y acercamiento entre hombres y culturas.

Lo que preocupa ante el panorama de conocimientos de cultura general de nuestros niños y jóvenes –basta darse un paseo por algunos programas y concursos de televisión en los que, por ejemplo, se duda de qué ciudad está más al norte, si Madrid o Viena- es que la solución, la panacea y Eldorado de la formación, esté, para nuestros gobernantes, en la digitalización de la enseñanza.

Lo digital por lo digital, porque ‘es lo que se lleva en todo el mundo’, resulta pobre como argumento, escaso como recurso e inquietante como objetivo en materia de enseñanza.

También preocupa que, ante el ataque frontal al español en zonas de España como Cataluña y Baleares, el presidente del Gobierno tire por la calle de en medio de la digitalización.

Bien está la digitalización, es necesaria, pero hay otras muchas vertientes en nuestra educación y en nuestra formación intelectual, que no pueden desatenderse en aras de esa digitalización.

A lo mejor estamos digitalizando la ignorancia.

 
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