Por la boca… Dos papas ‘opuestos’

Lo peor que en el plano profesional puede ocurrirle a alguien que se dedica a la información es no ser capaz de ver la realidad. Lo peor que le puede ocurrir a cualquier medio es no querer ver la realidad.

No verla por desconocimiento es malo, pero mucho peor es no querer verla.

Si no fuera porque da una cierta lástima, sería algo que produciría hilaridad. Leer o escuchar que algunos medios y algunos periodistas califican de ‘opuestos’ a Juan XXIII y a Juan Pablo II da una idea clara y concisa del valor que pueden merecer, a alguien medianamente espabilado, las informaciones que, en materia religiosa, propalen ese periodista o esos medios.

El argumento es tan peregrino como que uno era, Juan XXIII, progresista y el otro, Juan Pablo II, conservador. Y se quedan tan a gusto y se deben sentir buenos informadores. Aparte de lo débil del argumento no hay una sola información ni una simple indicación de por qué uno es conservador y el otro progresista. Uno debe de ser progresista, por ejemplo, porque convocó un concilio ecuménico, el otro debe de ser conservador porque mantuvo incólume la doctrina de la Iglesia, cosa que por cierto han hecho todos los papas desde San Pedro, y, entre ellos, Juan XXIII.

‘Es duro dar coces contra el aguijón’, escuchó Pablo de Tarso camino de Damasco. Pero estos se empeñan en cocear el aguijón que, al parecer, supone para ellos la Iglesia Católica. Sin argumentos y, lo que es peor, con total desconocimiento, ponen etiquetas, lanzan eslóganes y califican a los que desconocen de lo que apenas saben. Progresistas y conservadores en la Iglesia Católica. Después de XXI siglos de existencia y de continuidad…  eso ¿qué es? Existencia y continuidad con papas santos, con papas menos santos, con papas pecadores y hasta con papas criminales. ¿Y?

Podrían esos informadores leerse, por ejemplo, las discusiones entre Pablo y Santiago el Menor o entre el mismo San Pablo y Bernabé. Pero… ¿serviría de algo?