Por la boca… El perdedor

Cuando veamos a Pedro Sánchez recorrer todos los rincones de España, con su coche y arrastrando su derrota, va a ser difícil no acordarse de la Reina Juana de Castilla, con el cadáver de su esposo a cuestas, en el famoso lienzo del pintor Francisco Pradilla. La diferencia, en el caso de Sánchez, es que el cadáver (político por supuesto) y el acompañante del féretro, son la misma persona.

 Circula un chascarrillo que habla de que todo el mundo sabe que Pedro Sánchez ha muerto (políticamente por supuesto), y él es el único que no se ha enterado. Está en su derecho.

Si no se puede dar muestras de ser un buen ganador- porque nunca se ha ganado- al menos se pude ser un buen perdedor. No sabemos cómo  sería el Pedro Sánchez ganador -porque nunca ha ganado- pero sí sabemos el talante del Pedro Sánchez perdedor. Él mismo se ha encargado de exhibir su cadáver (político por supuesto) en sus comparecencias mediáticas.

Lo que no ha exhibido Pedro Sánchez ha sido la hidalguía y la dignidad de marcharse y de reconocer que ha hundido al Partido Socialista y que ha dejado una herencia de verdadera bancarrota. Y no ha sido por su empecinamiento en el ‘no es no’. La herencia de Pedro Sánchez ha sido dejar al PSOE en la cifra de votos y escaños más baja de su historia; dejar al PSOE con una división interna nunca conocida; dejar al PSOE en una encrucijada ideológica de muy difícil asimilación y dejar al PSOE en una tesitura parlamentaria impensada desde la llegada de nuestra democracia.

Que el único responsable de esa situación reparta culpas, asperja  responsabilidades, distribuya reproches y, además, dé consejos es, cuando menos, estupefaciente.

El pirómano aspira a bombero. Quien ha quemado el edificio y obliga a los actuales responsables a comenzar refrescando rastrojos y apuntalando cimientos, se permite el lujo de afirmar que va a refundar el partido.

Todo ello, tomando en vano el nombre de afiliados y simpatizantes. Un nombre que Sánchez se ha apropiado sin el menor rubor y que emplea como coartada. Feliz él que conoce la opinión de quienes son la base del PSOE en todos los rincones de España que va a recorrer con su coche.

Un cadáver (político por supuesto) que no se ha enterado de su fallecimiento. Un cadáver (político por supuesto) que  ya empieza a oler mal.

 
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