Por la boca: Perfil del Gobierno: Ni tanto ni tan calvo

Aunque no todos los ministros tienen las tragaderas que tiene Sánchez, los hay que se ponen ciegos de asentir y de obedecer, como Montero o Ribera o Bolaños o Alegría. Los hay que actúan entre las sombras tenebrosas, como Marlaska o Escrivá y los hay pendencieros fuera de La Moncloa como Cuerpo o Díaz o Puente. Pero la mayoría vivaquean camuflados en un prudente anonimato.

En las homilías que Sánchez endilgó a los ciudadanos tras la constitución del nuevo Gobierno y la remodelación que ha hecho, obligada por la marcha de Calviño, colocó sendas parrafadas en las que ensalzaba el nivel de sus elegidos: “Un equipo que conjuga renovación con permanencia, experiencia con juventud. Un Gobierno de mujeres y hombres para dotar de estabilidad al país, los próximos cuatro años. Un equipo de alto perfil político y de personas capaces de gestionar pero también de llegar a acuerdos y de explicarlos públicamente”. 

A la vista está.

En la gente que elige Sánchez para que le obedezcan más de cerca, se aprecia una clara disfunción o, por mejor decir, una flagrante contradicción entre las titulaciones y las actuaciones, entre los supuestos logros académicos y las barbaridades que dicen y hacen.

Hay catedráticos, médicos, diplomáticos, abogados del Estado, jueces, y algunos titulados de tono menor y -aunque de los currículums sea mejor no hablar porque la gran mayoría solamente han ejercido de afiliados y de trepas, en sus respectivas agrupaciones socialistas o comunistas- ni sus palabras, ni sus chascarrillos, ni sus actitudes, ni mucho menos sus magras gestiones -siempre al rebufo de La Moncloa- se corresponden con sus pretendidos laureles académicos, licenciaturas, másteres o doctorados.

Aunque siempre cabe la posibilidad de indagar la procedencia y las formas en las que adquirieron sus acreditaciones, lo cierto es que cualquiera que sea la fórmula empleada, no encaja lo más mínimo con  lo macarra de los más, la agria chispa de otros o los insultos de algunos.

Las declaraciones de personajes como Bolaños, Montero, Puente, Díaz, Ribera o Alegría, se compadecen difícilmente con ese perfil del que alardea Sánchez.

Aunque no todos los ministros tienen las tragaderas tan engrasadas como las que tiene Sánchez, los hay que se ponen ciegos de asentir y de obedecer, como Montero o Ribera o Bolaños o Alegría o Puente; existen quienes actúan entre las sombras más tenebrosas, como Marlaska o Escrivá y se dan los pendencieros en su faceta comunista, pero siempre fieles a La  Moncloa, como Cuerpo o Díaz. Pero la mayoría vivaquean camuflados en un prudente anonimato.

Todos tienen el mérito indiscutible de estar aguantando el repiqueteo constante, oneroso y ominoso de las hemerotecas, justificando declaraciones, tapando memeces y cambiando opiniones en aras de difuminar las barbaridades que hace y pacta su jefe, con quienes le permiten seguir en el poder.

 

Un perfil que no da para mucho más que para corear mentiras, difundir argumentarios, repetir consignas y denigrar adversarios calvos y con gafas.

Decía Aristóteles: “La autoridad, por naturaleza tiende a hacer el bien a quienes le están sometidos. Si la autoridad se corrompe, perderá de vista ese bien, perderá su naturaleza y perderá su propia razón de ser, como autoridad. Y ya nadie le estará sometido”.

La carcajada: Dice Saiz, la de eso de la inclusión: “Cuando el PSOE y otros partidos mantienen reuniones, el resultado de las mismas se publicita y se actúa con total transparencia”.

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