Por la boca… El Rey es el Jefe del Estado, no el Jefe del Estado es el Rey

Políticos, informadores, comentaristas y los mismos ciudadanos han dado en acuñar la denominación de Jefe del Estado cuando se refieren a Felipe VI. Ante las intenciones nada buenas que pueda albergar esa costumbre, convendría aclarar que el art. 56 de la Constitución dice textualmente: “El Rey es el Jefe del Estado” y en ningún momento que el Jefe del Estado es el Rey.

La perversión del lenguaje es posiblemente una de las maneras más sibilinas, pero más eficaces, de transformar una sociedad. Y en ello están algunos que, poco a poco, van consiguiendo sus objetivos, objetivos que abarcan la práctica totalidad de la sociedad y que van desde lo más importante hasta lo que resulta una nimiedad, pero que van calando en las formas de decir, en las maneras de hablar y, lo que es más grave, en lo que se piensa.

Los niños ya no juegan con sus amigos, socializan; las propuestas o las ideas no se ponen por escrito, sino negro sobre blanco; no hay acontecimientos más o menos inmediatos, sino que sucederán más pronto que tarde; no se habla ni se discute en el Congreso o en el Senado, sino en sede parlamentaria; el noviazgo ya no existe, ahora se sale con alguien; ya no hay esposos, ni maridos, ni mujeres, ni siquiera amantes, simplemente hay compañeros que son mi chico o mi chica; cuando hay un problema o una carencia no hay que resolverlo, simplemente hay que hacérselo mirar; a las mujeres no hay que darlas puestos relevantes hay que empoderarlas…

La terminología sobre el machismo o el feminismo llega a extremos insólitos; hasta los propios rectores de universidad olvidan aquello de la investigación, de la búsqueda de la verdad, de los saberes universales y centran sus afanes en conseguir que los egresados hayan adquirido en su etapa universitaria, hábitos, destrezas y habilidades, acordes con lo que requieren las empresas para eso de la empleabilidad; por ende, en las escuelas no se estudia, se destierra la memoria y se fomentan los esquemas, los test y no se acude al colegio para aprender y adquirir conocimientos, sino -en boca de muchos responsables docentes- para pasarlo bien.

En esta misma línea no ha costado esfuerzo alguno a los grupos interesados llamar muerte digna, a la eutanasia, o interrupción del embarazo, al aborto y calificar semejantes aberraciones de respeto a las libertades y avance y progreso social.

Que acabar con la Monarquía es uno de los sueños de algunos políticos, de separatistas y de quienes pretenden hacer desaparecer la España que hoy se conoce como nación, es algo que no se debe ignorar. Y que el lenguaje forma parte de los medios más eficaces para conseguirlo es innegable.

El Rey Juan Carlos I es el “emérito”, denominación que nació en ciertos ambientes con un tono de desprecio y que se ha convertido en denominación habitual. Además de que esa denominación no tiene respaldo en documento ni en disposición alguna, emérito ¿qué?: ¿profesor emérito, obispo emérito, ministro emérito, investigador emérito, catedrático emérito? El emérito por antonomasia para algunos indocumentados es el Rey Juan Carlos y el deje peyorativo está cada vez más vigente. Tales ignorantes, deberían saber que Juan Carlos I, oficialmente, conserva el título de Rey de modo honorífico.

Políticos, informadores, comentaristas y los mismos ciudadanos han dado en acuñar la denominación de Jefe del Estado cuando se refieren a Felipe VI. Ante las intenciones nada buenas que pudiera albergar esa costumbre, convendría aclarar -ahora que el Rey, por voluntad de Sánchez, estará de actualidad con lo de las consultas- que el art. 56 de la Constitución dice textualmente: “El Rey es el Jefe del Estado” y en ningún momento afirma que el Jefe del Estado es el Rey.

Evidentemente cambiar al Rey, como Jefe del Estado, a un hipotético presidente de la república como Jefe del Estado, es más problemático y complicado de cara a la opinión pública, que pasar directamente de un jefe de estado a otro, con la simple diferencia de que uno era Rey y el otro es presidente. 

Por eso conviene que cada uno esté en su sitio y con su denominación adecuada y, mientras España sea una Monarquía Constitucional, se debería tener muy claro que el Rey es el Jefe del Estado y que referirse constantemente al Jefe del Estado para aludir al Rey, es una perversión del lenguaje que, según qué ámbitos y en los decires de algunos, tiene unos objetivos muy determinados.

 

La carcajada: Dice Puente (el Crisóstomo, boca de oro, de Valladolid): “El referéndum es claramente inconstitucional, pero si se pretende una consulta para valorar un marco de consulta, eso cabe en la Constitución”.

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