Por la boca… Saber estar ante los símbolos nacionales

La bandera de España en una visual de los tejados de Madird desde la Torre Colón.
La bandera de España. en una visual de los tejados de Madird desde la Torre Colón.

Es llamativo y hasta desconcertante que, en un espectáculo como los toros y con una afición como la taurina que conserva y guarda casi con mimo la liturgia de siglos pasados, se sea incapaz de guardar las formas ante un símbolo nacional como el Himno de España.

Como ocurrió a la muerte de Isabel II, los británicos han vuelto a dar una lección de saber estar y de respeto ante símbolos y tradiciones con motivo de la coronación de Carlos III. Con su enorme teatralidad, con una parafernalia excesiva y con un ceremonial que en ocasiones bordea el ridículo, hay que reconocer que ante su bandera, sus himnos y todo lo que representa las tradiciones de su nación, los británicos dan lecciones.

Ahora que a tantos se les llena la boca de “orgullo de país” o de la “marca España”, sería bueno que se atendiera a un mínimo de cortesía, respeto o como se quiera llamar, a los símbolos nacionales que por ser nacionales lo son de todos, los que los respetan y los que no, y que deberían constituir un nexo entre los españoles sea cual fuere su ideología o su forma de pensar.

Son varias la televisiones autonómicas que habitualmente transmiten en directo festejos taurinos desde las más variadas localidades, pequeñas capitales de provincia o pueblos en fiestas y cuya afición taurina se mantiene pese a las memeces de quienes ni siquiera merecen la atención de una réplica razonada a sus delirios animalistas.

Y es el caso que, en muchos de esos festejos, tras el paseíllo de las cuadrillas se interpreta por la banda local el Himno Nacional de España. Se desmonteran las cuadrillas, y se despojan de castoreños y gorrillas, picadores, monosabios, mulilleros y otros servidores de plaza, pero he aquí que cuando las cámaras hacen un barrido por los tendidos y mientras se interpreta el Himno Nacional, son muchos los espectadores que se mueven, se pegan a sus teléfonos móviles, hablan con el vecino y lo que es peor permanecen sentados y cubiertos con gorras y sombreros.

Es llamativo y hasta desconcertante que, en un espectáculo como los toros y con una afición como la taurina que conserva y guarda casi con mimo la liturgia de siglos pasados, se sea incapaz de guardar las formas ante un símbolo nacional como el Himno de España.

Y no ocurre solamente en los toros. En el fútbol, en los partidos de la selección o en finales de cualquier competición y mientras suenan los himnos nacionales de los equipos contendientes, al escucharse el español, son muchos los espectadores (sin hacer referencia a los memos que pitan y abuchean) sentados y con sus cabezas cubiertas y resulta insoportable cuando, además, se escucha el “la, la, la, la” de los aficionados (se supone que imitando a Massiel) mientras se explica por los expertos de turno que el Himno Nacional Español carece de letra; pero resulta que el Himno Nacional de España no carece de letra: sencillamente NO TIENE LETRA. 

La antigua Marcha de Granaderos, que Carlos III instauró en 1770 como Marcha de Honor y los españoles de a pie comenzaron a denominar Marcha Real y que hoy es el Himno Nacional de España y uno de los himnos más antiguos de Europa, merece el respeto y los honores de todos los españoles.

Es impensable un norteamericano cubierto y sentado y sin llevar la mano al corazón cuando suena el himno de los Estados Unidos o un francés sin permanecer de pie y descubierto, mientras escucha respetuoso, e incluso con un punto de emoción, La Marsellesa o a un británico sin la debida compostura ante la Union Jack.

 

Pero en España somos distintos, progres, modernos, maleducados y… memos.

BULOS EN CAMPAÑA ELECTORAL: Según se rumorea  –aunque no ha sido posible contrastarlo- Sánchez, con aquella doble personalidad que tanto jaleaba Calvo en sus buenos tiempos, en su calidad de presidente del Gobierno, programa visitas inanes, absurdas y sin ninguna justificación, a fábricas, librerías, supermercados, talleres, explotaciones agrarias y residencias de ancianos, para que el secretario general del PSOE, pueda desplazarse en Falcon a mítines y saraos de campaña, todos los fines de semana, pagados con cargo al erario público en vez de abonar los gastos de los fondos de las arcas de su partido.

Pero quizás sea un bulo sin el menor fundamento.

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