Por la boca… A vueltas con las encuestas

Las encuestas se han convertido en un recurso periodístico que, sin dejar de tener su importancia, no suponen algo trascendente por cuanto los resultados siempre suelen sembrar dudas.

Aun admitiendo que tengan un mínimo de fiabilidad y que la ‘cocina’ no haya sido excesiva, siempre se puede argüir, por un lado, que cada quien arrima el ascua a su sardina y, por otro, que los resultados dependen de la sinceridad de los encuestados que no siempre es la más deseable. Las pruebas de la sinceridad de los ciudadanos a la hora de declarar sus preferencias políticas las tenemos con sólo analizar los aciertos de muchas de las llamadas encuestas ‘a pie de urna’ y no digamos nada de las efectuadas a pocos días de los comicios. Si a lo anterior añadimos que una encuesta es la fotografía de un momento y solamente muestra tendencias, habrá que concluir que los resultados que nos llegan, un fin de semana tras otro, tienen la importancia que cada uno quiera darles y poco más.

A la vista de las últimas encuestas publicadas ya se habla de la desaparición en España del bipartidismo. El Gobierno por gobernar y la oposición por dedicarse a jugar a la contra, pierden predicamento a ojos vistas, por lo que los partidos que antes eran puramente ‘periféricos’ se encuentran con unos posibles resultados que doblan los obtenidos en las elecciones más recientes.

Por un lado el mal de nuestra estructura política no es el bipartidismo, con ser muy preocupante, sino la partitocracia que vive nuestra democracia. No es tanto la situación prácticamente inamovible de dos partidos -que se reparten el poder periódicamente como en la Restauración de Cánovas, con Sagasta a la vera- sino en el propio funcionamiento interno de las distintas formaciones, desde la confección de las listas hasta la financiación que no acaba de resolverse.

Unión Progreso y Democracia e Izquierda Unida, triunfan en las encuestas. Evidentemente no es para tirar cohetes, ni su posible ascensión va a resolver uno solo de los problemas que tiene nuestro actual sistema.

Aun teniendo en cuenta las diferencias sustanciales entre un partido y otro, y los más que radicales distingos que se pueden hacer entre sus líderes, ni una ni otra formación son la panacea.

Pensar que a estas alturas una política como es Rosa Diez, de gran fuste y de una trayectoria más que notable en los últimos años, puede hacer olvidar su pasado militante activísimo en un Partido Socialista con sus más y sus menos, resulta algo utópico.

En cuanto a Cayo Lara, deducir de las encuestas que, con semejante bagaje político, puede tener un protagonismo mínimo en la política de este país es como para echarse a temblar.

Posiblemente el bipartidismo gracias a populares y socialistas no esté pasando buenos momentos pero en cuanto a su desaparición, a medio plazo, solamente puede decirse que no caerá esa breva y si la breva es Cayo Lara, mejor que se quede en la higuera.

 
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