Por la boca…El 23-F

Treinta años son, según se mire, pocos o muchos. Quienes vivieron aquella nefasta jornada pensarán que ya han pasado treinta años; los que han nacido después dirán que tienen sólo treinta años e incluso hay una generación a la que el 23-F le queda muy lejos, demasiado lejos, porque allí se jugó una parte importante de nuestro más ‘reciente futuro’ como nación libre.

Estos días proliferan en todos los medios de comunicación los reportajes, las páginas especiales y las entrevistas sobre aquellos acontecimientos. Una vez más se cumple aquello de que somos una sociedad con una enorme carga de noticias pero perfectamente desinformada. Realmente nadie sabe qué es lo que de verdad ocurrió el 23-F, quién manejó los hilos y quiénes fueron los verdaderos protagonistas.

Desde un punto de vista periodístico, reportajes, especiales y entrevistas tienen calidad y responden a una posible demanda de lectores, espectadores y radioyentes, pero no pueden sustraerse a opiniones interesadas o, cuando menos, a versiones subjetivas.

¿Se sabe la verdad de lo que ocurrió? Es evidente que alguien o ‘alguienes’ tienen que saberla, pero es igual de evidente que callarán porque quizás no sea el momento y que cuando sea el momento posiblemente estén desaparecidos de este mundo y las memorias y los papeles ‘póstumos’, además de manipulados, pueden adolecer de los mismos defectos y llevar en sí mismos una carga subjetiva y un cierto sesgo.

Quiere esto decir que para el mundo del periodismo el 23- F es un asunto atractivo porque lo es para lo es para la sociedad española, pero hay demasiados intereses cruzados y demasiados protagonistas vivos como para que los resultados sean lo suficientemente fiables y objetivos.

Por otras razones pero de igual calado, para hacer historia de lo que ocurrió antes y después de aquellas jornadas es demasiado pronto. En la parcela histórica treinta años son muy pocos y el problema para los historiadores futuros pueden ser unas fuentes insuficientes en su origen, manipuladas en su elaboración y silenciadas por razones de oportunidad.

Han proliferado y siguen apareciendo libros sobre aquellos acontecimientos. Plausibles algunos, menos fiables otros, pero todos viciados en origen precisamente por la cercanía de los acontecimientos. Basta una ojeada a los reportajes del pasado fin de semana para llegar a la conclusión de que cada uno da su versión y que esa versión es interesada y, en el mejor de los casos, parte de una tesis preconcebida en la que se trata de ir encajando los hechos.

Bien está que el mundo del periodismo no deje pasar la fecha sin subrayarla pero sería muy conveniente ir poniendo las cosas en su sitio y, sobre todo, permitir que se remansen. Y para eso el tiempo es un buen aliado.

 
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