De los caucus de Iowa, al colegio de la hija de Díaz

Los padres y madres del colegio en el que, hace unos meses, aplaudían a Díaz por haber viajado al extranjero a reunirse con Puigdemont y en el que su hija enseñaba a sus compañeros de clase lo que era el horizonte, ha vuelto a pronunciarse inequívocamente a favor de las políticas de Díaz y de Sumar.

Ahora que están de moda los caucus en los Estados Unidos y Trump arrasa y parece que tiene asegurada la nominación de los republicanos para las elecciones, Díaz -que ni arrasa y que, lógicamente con Sánchez no tiene nada asegurado- celebra primarias, encuestas y mítines, todo en uno, a la puerta del colegio de su hija.

Después de los caucus de Iowa -incluso antes, más y mejor- el colegio de la hija de Díaz y el taxista del taxi que coge Díaz, cuando puede (que a eso de las cifras de parados -discontinuos o continuos- hay que echarle muchas horas) para llevar a su hija mañana y tarde al colegio, son los faros deslumbrantes, el espejo inmarcesible, en el que se pueden mirar sociólogos y encuestadores, para tomarle el pulso a los ciudadanos y a sus preferencias políticas. 

Los padres y madres del colegio en el que, hace unos meses, aplaudían a Díaz por haber viajado al extranjero a reunirse con Puigdemont, y en el que su hija enseñaba a sus compañeros de clase lo que era el horizonte, ha vuelto a pronunciarse inequívocamente a favor de las políticas de Díaz y de Sumar.

“Esta mañana he ido a llevar a mi hija al colegio como hago todas las mañanas y las tardes que puedo y había, desde luego, un enfado, muchísimo enfado, con las formaciones políticas que han tumbado una norma que tiene que ver con la mejora de la vida de la gente. Este día iba con un taxista y me decía, pues efectivamente, que estaba asombrado con lo que había hecho Podemos”.

A eso se le llama transparencia en la gestión de una política y no lo de Turull y Cerdán. Cuenta su vida, la de su hija, la del colegio de su hija, la de los padres y madres del colegio de su hija y la del taxista que transporta a la hija y a la madre hasta el centro educativo.

Claro que tiene que ser cuando sus obligaciones –esas de recortar horarios de trabajo, atacar los sueldos desorbitados de los empresarios y esconder parados- se lo permiten. Madre y vicepresidenta.

Un auténtico colegio electoral o una verdadera encuesta de intención de voto entre los que -también cuando pueden, no se sabe si en taxi- llevan a su hijos al colegio.

Unos caucus escolares, que se celebran sin fecha, de manera informal, pero que tienen todo el calor de la sencillez y de la espontaneidad y a los que hay que añadir la opinión de un trabajador taxista, un compañero del volante, que se siente incómodo por lo que ha hecho Podemos con el decreto de Díaz.

Que tomen nota Iglesias, Montero y Belarra, porque lo que le dice un taxista a Díaz  -no es que, en su caso, vaya a misa- pero sí es un reflejo de lo que opinan la clases medias trabajadoras que frecuentan el colegio de la hija de Díaz.

Y que tome nota Sánchez, porque el hecho de no llevar, que se sepa, a sus hijas al centro de estudios, y limitarse a la complicidad de las mañanas -en las que “a través de nuestro grupo de WhatsApp les envío un enlace”- puede ir en detrimento su capacidad de convocatoria y sobre todo entorpecer el análisis de las intenciones del electorado (Tezanos mediante).

La carcajada: Dice López (pero Pedro ¿tú sabes lo que es una nación?) a propósito de la negociación con los separatistas catalanes: “El papel estaba redactado de aquella manera y por eso existen estas interpretaciones. Es todo lo que hay y no hay más, ya que la negociación fue de urgencia”