Hay coalición de gobierno sanchicomunista, pero no hay gobierno de coalición hasta que lo diga Puigdemont.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz firman su pacto (Foto: Eduardo Parra / Europa Press).
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz firman su pacto (Foto: Eduardo Parra / Europa Press).

Es una coalición del sanchista con la comunista. Ni él cuenta con el partido que le permitió llegar a La Moncloa, ni ella con los comunistas de Podemos que la llevaron al Gobierno.

A dúo, muy unidos, muy sonrientes muy besucones y hasta muy sobadores, Sánchez y Díaz presentaron la pieza de museo de una coalición sanchicomunista, en el museo Reina Sofía, aprovechando la coyuntura de que, lejos de los deseos de Díaz, aún no se había guillotinado a la titular.

Una presentación hueca, vana y sin más sentido que la teatralidad y la escenificación de una pareja que tenía todo pactado desde el mismo día de las elecciones, cuando constataron la derrota de ambos, juntos y por separado, pero han ido vendiendo que los españoles votaron precisamente lo que ellos van a hacer, y han ido alargando los tiempos, primero para hacer ver que negociaban sus desavenencias para llegar a un acuerdo y segundo para que Sánchez tenga tiempo de ir royendo el hueso que es Puigdemont, que es el que, de verdad, tiene en sus manos coaliciones y gobiernos, no por nada especial, ni mucho menos por el mandato de los españoles sino, pura y simplemente, por el entreguismo de Sánchez.

Díaz y Sánchez han sido en estos meses como aquel dúo “Pimpinela” que formaban dos hermanos que se querían fraternalmente pero que en sus actuaciones hacían teatro de sus desavenencias y hasta se peleaban, entre notas musicales, porque de esa manera vendían más discos.

A todo esto, el Partido Socialista -ese que se ha cargado Sánchez entre los jipíos de Page y los dardos no demasiado envenenados de los viejos del lugar- no tiene vela en el entierro de una nación, ni qué hacer en la coalición. 

Es una coalición del sanchista con la comunista.

Ni él cuenta con el partido que le permitió llegar a La Moncloa, ni ella con los comunistas de Podemos que la llevaron al Gobierno.

Impuestos a la banca y a los ricos y destrozos en las empresas, en los salarios, en las jornadas laborales, en la productividad, en el paro, en el porvenir de los jóvenes, en la aviación comercial y en la vivienda y ataques a las autonomías no afines, son el meollo de un acuerdo firmado, entre arrumacos, por el queridísimo Pedro y la queridísima Yolanda.

Y como la maldad, la mala fe, la mentira y el conchabeo no excluyen la memez, nada mejor que un museo para que ambos componentes de la coalición -la comunista y el sanchista- hicieran en la gala, gala de todas sus virtudes humanas y políticas. 

 

No hay gobierno de coalición, hasta que Puigdemont quiera (que querrá) que lo haya. No hay más que una coalición con ideas comunistoides, de escaparate de boutique cara.

Y mientras, los españoles recordando aquellos versos del genial don Pedro Muñoz Seca en “La venganza de don Mendo”, cuando el propio don Mendo constata como ante sus ojos, su adorada Magdalena se la pega con un amigo:

Más aquel “Pero mío”, aquel sobeo 

delante de mi faz,  estuvo feo.

La carcajada: Dice Díaz en la presentación de la coalición: “El acuerdo alcanzado es un acuerdo con la ciudadanía. Un acuerdo para servir y para hacernos más iguales y más libres”

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